/ jueves 12 de octubre de 2017

Reducción del riesgo de desastres

El día de mañana, 13 de octubre, en todo el mundo se conmemora el “Día Internacional para la Reducción de Desastres”, instituido por la Asamblea General de la ONU el 21 de diciembre de 2009. Para este año, el organismo internacional adoptó el lema “Hogar. Seguro Hogar”.

Para los mexicanos, esta conmemoración no podía llegar en mejor momento, justo cuando intentamos superar los desastres provocados por los recientes huracanes y los sismos. Hoy, el país no sólo tiene ante sí el enorme desafío que implica la Reconstrucción; también tiene otro reto mayor: el de cambiar la forma en que se han venido haciendo las cosas, el de ser más responsables, tanto gobierno como sociedad.

De inicio, la ONU convoca a las naciones a cumplir con las prioridades y tareas del “Marco de Acción de Hyogo para 2005-2015”, que fue un documento de consenso surgido en la “Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres” que se celebró en Kobe, Hyogo, Japón, en enero de 2005.

Debido a que el tema de la Reconstrucción se convirtió en una prioridad nacional, me interesa rescatar algunos aspectos del amplio conjunto de recomendaciones que sugiere dicho “Marco de Acción”, particularmente porque ya vivimos dos terremotos, con una diferencia de 32 años entre cada uno,y todo este tiempo transcurrido no puede ser en vano:

Uno, se plantea “fomentar la revisión de los reglamentos y normas de construcción y las prácticas de rehabilitación y reconstrucción vigentes o la elaboración de otros nuevos a nivel nacional o local… reforzar la capacidad de aplicar, vigilar y hacer cumplir dichos reglamentos”, esto con la idea de asegurar la construcción de estructuras resistentes a los desastres.

Dos, se asume que es posible reducir considerablemente el impacto y las pérdidas causadas por las emergencias “si las autoridades, las personas y las comunidades de las zonas expuestas a las amenazas están bien preparadas y dispuestas a intervenir y disponen de los conocimientos y las capacidades para la gestión eficaz de las situaciones de desastre”.

Tres, es fundamental proteger y mejorar las instalaciones públicas e infraestructura de importancia clave (escuelas, hospitales, centros de abastecimiento de agua, centrales eléctricas, servicios vitales de comunicaciones y transportes, etcétera).

Cuatro, es necesario promover una cultura de prevención, canalizando recursos hacia sistemas de evaluación de riesgos y de alerta temprana; se trata de inversiones “que protegen y salvan vidas, bienes y medios de subsistencia”.

Cinco, debemos impulsar una cultura de resiliencia, que permita conocer “las amenazas y los factores físicos, sociales, económicos y ambientales de vulnerabilidad a los desastres a que se enfrentan la mayoría de las sociedades”.

Seis, desde luego, hay que incorporar en los programas de estudio escolares, de todos los niveles, “nociones de reducción del riesgo de desastre”, así como transmitir la información a los jóvenes y los niños.

Asimismo, es importante promover la seguridad alimentaria para afianzar la resiliencia de las comunidades expuestas a las amenazas, así como fortalecer los mecanismos para ayudar a los pobres, los ancianos y los discapacitados y a otros grupos afectados por los desastres.

Este conjunto de recomendaciones, entre muchas más, data de hace 12 años; los miles de damnificados que dejaron los últimos huracanes, así como el sismo del mes pasado, expusieron nuestras vulnerabilidades y lo mucho que queda por hacer, por aprender.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación AC

El día de mañana, 13 de octubre, en todo el mundo se conmemora el “Día Internacional para la Reducción de Desastres”, instituido por la Asamblea General de la ONU el 21 de diciembre de 2009. Para este año, el organismo internacional adoptó el lema “Hogar. Seguro Hogar”.

Para los mexicanos, esta conmemoración no podía llegar en mejor momento, justo cuando intentamos superar los desastres provocados por los recientes huracanes y los sismos. Hoy, el país no sólo tiene ante sí el enorme desafío que implica la Reconstrucción; también tiene otro reto mayor: el de cambiar la forma en que se han venido haciendo las cosas, el de ser más responsables, tanto gobierno como sociedad.

De inicio, la ONU convoca a las naciones a cumplir con las prioridades y tareas del “Marco de Acción de Hyogo para 2005-2015”, que fue un documento de consenso surgido en la “Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres” que se celebró en Kobe, Hyogo, Japón, en enero de 2005.

Debido a que el tema de la Reconstrucción se convirtió en una prioridad nacional, me interesa rescatar algunos aspectos del amplio conjunto de recomendaciones que sugiere dicho “Marco de Acción”, particularmente porque ya vivimos dos terremotos, con una diferencia de 32 años entre cada uno,y todo este tiempo transcurrido no puede ser en vano:

Uno, se plantea “fomentar la revisión de los reglamentos y normas de construcción y las prácticas de rehabilitación y reconstrucción vigentes o la elaboración de otros nuevos a nivel nacional o local… reforzar la capacidad de aplicar, vigilar y hacer cumplir dichos reglamentos”, esto con la idea de asegurar la construcción de estructuras resistentes a los desastres.

Dos, se asume que es posible reducir considerablemente el impacto y las pérdidas causadas por las emergencias “si las autoridades, las personas y las comunidades de las zonas expuestas a las amenazas están bien preparadas y dispuestas a intervenir y disponen de los conocimientos y las capacidades para la gestión eficaz de las situaciones de desastre”.

Tres, es fundamental proteger y mejorar las instalaciones públicas e infraestructura de importancia clave (escuelas, hospitales, centros de abastecimiento de agua, centrales eléctricas, servicios vitales de comunicaciones y transportes, etcétera).

Cuatro, es necesario promover una cultura de prevención, canalizando recursos hacia sistemas de evaluación de riesgos y de alerta temprana; se trata de inversiones “que protegen y salvan vidas, bienes y medios de subsistencia”.

Cinco, debemos impulsar una cultura de resiliencia, que permita conocer “las amenazas y los factores físicos, sociales, económicos y ambientales de vulnerabilidad a los desastres a que se enfrentan la mayoría de las sociedades”.

Seis, desde luego, hay que incorporar en los programas de estudio escolares, de todos los niveles, “nociones de reducción del riesgo de desastre”, así como transmitir la información a los jóvenes y los niños.

Asimismo, es importante promover la seguridad alimentaria para afianzar la resiliencia de las comunidades expuestas a las amenazas, así como fortalecer los mecanismos para ayudar a los pobres, los ancianos y los discapacitados y a otros grupos afectados por los desastres.

Este conjunto de recomendaciones, entre muchas más, data de hace 12 años; los miles de damnificados que dejaron los últimos huracanes, así como el sismo del mes pasado, expusieron nuestras vulnerabilidades y lo mucho que queda por hacer, por aprender.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación AC