/ viernes 8 de enero de 2021

Relato de un náufrago

“Me fui a pescar tiburón a 50 millas —que equivale a más de 80 kilómetros, o a la distancia de la CDMX a Cuernavaca—, pero en la noche nos entró el mal tiempo, con olas de 10 a 12 metros de altura; una de esas rompió afuera y nos hundió la lancha. Lo que nos ayudó a mí y a mis otros dos amigos, fue tomar un pedazo de madera y rociarnos con el combustible para alejar a los animales del mar y no ser devorados. Nadamos tres días perdidos en el mar”. Este no es un fragmento de la historia del marinero colombiano Luis Alejandro Velasco, personaje principal de la novela Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez, basada en un hecho real; sino es una entrevista a Humberto Jarquin, un pescador de Puerto Ángel en Pochutla Oaxaca. Inicio 2021 con esta historia de esperanza.

Hace 25 años Humberto y dos marineros más desaparecieron en el mar; uno de estos náufragos me relató desde playa panteones —en honor a que a 100 metros hay un panteón—, con lágrimas en los ojos, el milagro de su regreso: “Después de días mi madre, la señora Fausta —quien no dejó de vigilar el mar día y noche—, mis nueve hermanos y los pescadores del pueblo estaban por iniciar una misa en la playa, resignados por nuestra muerte, ya habían pasado más de 72 horas de desaparecidos cuando —de repente— recibieron una llamada”. A 461 Km de distancia la Marina Armada de México del puerto de Acapulco, informó que un buque japones, proveniente de Honduras y que se dirigía a Long Beach, California en EU y que transportaba madera; horas antes les entregó a tres náufragos. Los nombres coincidían con los que el sacerdote estaba por leer al inicio de la misa.

Humberto relata que “antes del accidente ya habían pescado más de 80 Kg de tiburón. Hay muchos recuerdos que tengo en la cabeza, por ejemplo, hubo un momento en que por tanto sufrimiento intenté dejarme morir, pero Martín Palome nos alentó a seguir luchando a Germán —que por cierto ya murió en EU— y a mí”. Relata que “de los tres días, el más culero fue el tercero, porque sabíamos que un día más no lo íbamos a resistir, mi piel estaba pelada por el aceite del motor, el sol y el agua con sal. El primer día nadamos, nadamos y volvimos a nadar hasta que amaneció, pero ya cansados, nadábamos dos y uno descansaba, nunca dormimos, ni comimos, éramos como un alfiler en la arena. Pensábamos en nuestras madres, familia, en que nos íbamos a morir”.

Humberto, de piel morena y de una estatura no mayor a un metro con 60 cm, se vuelve a secar más lágrimas del rostro, y relata que la lanchita en la que se hundieron se llamaba Caracol Púrpura. Ya con una sonrisa en el rostro dice irónicamente que, si de por sí la historia es terrible, “el mismo barco que los rescató estuvo a punto de aplastarlos, porque era imposible que nos vieran por el tamaño de las olas. Cuando nos rescataron estuvimos cuatro días en observación y a nuestra llegada a Puerto Ángel nos hicieron una misa, de cuerpo presente sin estar muertos. La verdad sí fue un milagro”.

Este caso no es aislado, ya que en los últimos años no han regresado a Puerto Ángel más de 25 pescadores, unos llevan 10 y otros 15 años que se fueron. Humberto desea que “estén en una isla. Hace un año fue la última vez que se perdieron unos amigos. Desafortunadamente es muy normal. Cada cinco de agosto, que es el día del pescador los recordamos con fotografías y mucho cariño”. Humberto actualmente tiene 40 años y se dedica a organizar tours en las playas de Oaxaca, donde promete a los turistas que podrán observar ballenas, delfines, tortugas, mantarrayas y porque no, —eso lo digo yo— uno que otro subsecretario de Salud tomando el sol. Ánimo y feliz año.

Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM

@gersonmecalco

“Me fui a pescar tiburón a 50 millas —que equivale a más de 80 kilómetros, o a la distancia de la CDMX a Cuernavaca—, pero en la noche nos entró el mal tiempo, con olas de 10 a 12 metros de altura; una de esas rompió afuera y nos hundió la lancha. Lo que nos ayudó a mí y a mis otros dos amigos, fue tomar un pedazo de madera y rociarnos con el combustible para alejar a los animales del mar y no ser devorados. Nadamos tres días perdidos en el mar”. Este no es un fragmento de la historia del marinero colombiano Luis Alejandro Velasco, personaje principal de la novela Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez, basada en un hecho real; sino es una entrevista a Humberto Jarquin, un pescador de Puerto Ángel en Pochutla Oaxaca. Inicio 2021 con esta historia de esperanza.

Hace 25 años Humberto y dos marineros más desaparecieron en el mar; uno de estos náufragos me relató desde playa panteones —en honor a que a 100 metros hay un panteón—, con lágrimas en los ojos, el milagro de su regreso: “Después de días mi madre, la señora Fausta —quien no dejó de vigilar el mar día y noche—, mis nueve hermanos y los pescadores del pueblo estaban por iniciar una misa en la playa, resignados por nuestra muerte, ya habían pasado más de 72 horas de desaparecidos cuando —de repente— recibieron una llamada”. A 461 Km de distancia la Marina Armada de México del puerto de Acapulco, informó que un buque japones, proveniente de Honduras y que se dirigía a Long Beach, California en EU y que transportaba madera; horas antes les entregó a tres náufragos. Los nombres coincidían con los que el sacerdote estaba por leer al inicio de la misa.

Humberto relata que “antes del accidente ya habían pescado más de 80 Kg de tiburón. Hay muchos recuerdos que tengo en la cabeza, por ejemplo, hubo un momento en que por tanto sufrimiento intenté dejarme morir, pero Martín Palome nos alentó a seguir luchando a Germán —que por cierto ya murió en EU— y a mí”. Relata que “de los tres días, el más culero fue el tercero, porque sabíamos que un día más no lo íbamos a resistir, mi piel estaba pelada por el aceite del motor, el sol y el agua con sal. El primer día nadamos, nadamos y volvimos a nadar hasta que amaneció, pero ya cansados, nadábamos dos y uno descansaba, nunca dormimos, ni comimos, éramos como un alfiler en la arena. Pensábamos en nuestras madres, familia, en que nos íbamos a morir”.

Humberto, de piel morena y de una estatura no mayor a un metro con 60 cm, se vuelve a secar más lágrimas del rostro, y relata que la lanchita en la que se hundieron se llamaba Caracol Púrpura. Ya con una sonrisa en el rostro dice irónicamente que, si de por sí la historia es terrible, “el mismo barco que los rescató estuvo a punto de aplastarlos, porque era imposible que nos vieran por el tamaño de las olas. Cuando nos rescataron estuvimos cuatro días en observación y a nuestra llegada a Puerto Ángel nos hicieron una misa, de cuerpo presente sin estar muertos. La verdad sí fue un milagro”.

Este caso no es aislado, ya que en los últimos años no han regresado a Puerto Ángel más de 25 pescadores, unos llevan 10 y otros 15 años que se fueron. Humberto desea que “estén en una isla. Hace un año fue la última vez que se perdieron unos amigos. Desafortunadamente es muy normal. Cada cinco de agosto, que es el día del pescador los recordamos con fotografías y mucho cariño”. Humberto actualmente tiene 40 años y se dedica a organizar tours en las playas de Oaxaca, donde promete a los turistas que podrán observar ballenas, delfines, tortugas, mantarrayas y porque no, —eso lo digo yo— uno que otro subsecretario de Salud tomando el sol. Ánimo y feliz año.

Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM

@gersonmecalco