/ viernes 10 de noviembre de 2017

Renuncia, no jubilación

Desde el 1 de mayo de 2015, al cumplir 75 años de edad, presenté al papa Francisco mi renuncia a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, como indica el Código de Derecho

Canónico: “Al Obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de edad, se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias” (c 401,1). Me fue aceptada el pasado 3 de noviembre.

Doy gracias a Dios por haberme llamado a este ministerio, y a las dos diócesis de Chiapas que me recibieron. El 7 de marzo de 1991, fui ordenado obispo en Tapachula, donde permanecí hasta el 30 de abril del año 2000. A partir del 1 de mayo del 2000, he servido en la diócesis actual. El Papa me nombró Administrador Apostólico, hasta que llegue mi sucesor, Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, el 3 de enero de 2018. Son casi 27 años de mi vida episcopal, toda en Chiapas.

Me siento tranquilo, sereno y en paz. Como dice Jesús: “Cuando hayan hecho todo lo que Dios les manda, digan: Somos servidores a los que nada hay que agradecer, porque no hicimos más que cumplir con nuestra obligación” (Lc 17,10). En efecto, no faltan quienes hagan un balance de lo que se ha hecho, hacen comparaciones, elucubran cómo será el sucesor. Soy consciente de mis limitaciones, pero me he esforzado por vivir este ministerio como Jesús y la Iglesia nos indican. Solo Dios y la historia eclesial nos juzgarán.

Regresaré a mi diócesis de origen, Toluca, y me dedicaré, mientras Dios me conceda vida y salud, a atender a personas en confesión y en asesoría espiritual. Por tanto, no voy a descansar, a jubilarme, sino a cambiar de estilo de servicio; ya no al frente de una diócesis, sino con mi tiempo dedicado a atender a tantas personas que tienen hambre de ser escucha- das y de recibir una orientación según Dios.

PENSAR

El papa Francisco ha dicho: “El verdadero pastor sabe dejar su cargo en la Iglesia cuando es el debido momento, porque sabe que el rebaño no es su propiedad y él no es el centro de la historia. Un pastor que no aprendió a despedirse, es porque tuvo alguna relación equivocada con el rebaño, una relación que no está purificada por la cruz de Jesús. Una de las cosas que dará paz al pastor cuando se retira, es recordarse que nunca fue un pastor de compromisos. Obedece al Espíritu, porque el pastor sabe que está en camino. No se jubila, sino que va a servir a otras Iglesias, siempre con el corazón abierto a la voz de Dios: dejo esto; veré que me pide el Señor. Recemos por nuestros pastores, por los párrocos, obispos, por el Papa, para que su vida sea una vida sin compromisos, una vida en ca- mino, y una vida en la que ellos no crean que están en el centro de la historia y así aprendan a despedirse” (30-V- 2017).

“Tengo miedo de los cristianos que no caminan y se encierran en su nicho. Es mejor proceder cojeando, a veces cayendo, pero siempre confiando en la misericordia de Dios, que ser unos cristianos de museo que temen los cambios y que, habiendo recibido un carisma o vocación, en lugar de ponerse al servicio de la eterna novedad del Evangelio, se defienden a sí mismos y defienden sus roles. Adelante, dejando espacio a los jóvenes y preparando el futuro” (23-VI-2017).

ACTUAR

Me encomiendo a sus oraciones. Y oremos por el nuevo obispo que vendrá, con la confianza de que es el Espíritu Santo quien guía a su Iglesia. Espero que la familia diocesana demuestre su madurez recibiéndolo con apertura de corazón, con una colaboración crítica, pero leal y entusiasta, con una disponibilidad humilde y dócil a la vez.

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

Desde el 1 de mayo de 2015, al cumplir 75 años de edad, presenté al papa Francisco mi renuncia a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, como indica el Código de Derecho

Canónico: “Al Obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de edad, se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias” (c 401,1). Me fue aceptada el pasado 3 de noviembre.

Doy gracias a Dios por haberme llamado a este ministerio, y a las dos diócesis de Chiapas que me recibieron. El 7 de marzo de 1991, fui ordenado obispo en Tapachula, donde permanecí hasta el 30 de abril del año 2000. A partir del 1 de mayo del 2000, he servido en la diócesis actual. El Papa me nombró Administrador Apostólico, hasta que llegue mi sucesor, Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, el 3 de enero de 2018. Son casi 27 años de mi vida episcopal, toda en Chiapas.

Me siento tranquilo, sereno y en paz. Como dice Jesús: “Cuando hayan hecho todo lo que Dios les manda, digan: Somos servidores a los que nada hay que agradecer, porque no hicimos más que cumplir con nuestra obligación” (Lc 17,10). En efecto, no faltan quienes hagan un balance de lo que se ha hecho, hacen comparaciones, elucubran cómo será el sucesor. Soy consciente de mis limitaciones, pero me he esforzado por vivir este ministerio como Jesús y la Iglesia nos indican. Solo Dios y la historia eclesial nos juzgarán.

Regresaré a mi diócesis de origen, Toluca, y me dedicaré, mientras Dios me conceda vida y salud, a atender a personas en confesión y en asesoría espiritual. Por tanto, no voy a descansar, a jubilarme, sino a cambiar de estilo de servicio; ya no al frente de una diócesis, sino con mi tiempo dedicado a atender a tantas personas que tienen hambre de ser escucha- das y de recibir una orientación según Dios.

PENSAR

El papa Francisco ha dicho: “El verdadero pastor sabe dejar su cargo en la Iglesia cuando es el debido momento, porque sabe que el rebaño no es su propiedad y él no es el centro de la historia. Un pastor que no aprendió a despedirse, es porque tuvo alguna relación equivocada con el rebaño, una relación que no está purificada por la cruz de Jesús. Una de las cosas que dará paz al pastor cuando se retira, es recordarse que nunca fue un pastor de compromisos. Obedece al Espíritu, porque el pastor sabe que está en camino. No se jubila, sino que va a servir a otras Iglesias, siempre con el corazón abierto a la voz de Dios: dejo esto; veré que me pide el Señor. Recemos por nuestros pastores, por los párrocos, obispos, por el Papa, para que su vida sea una vida sin compromisos, una vida en ca- mino, y una vida en la que ellos no crean que están en el centro de la historia y así aprendan a despedirse” (30-V- 2017).

“Tengo miedo de los cristianos que no caminan y se encierran en su nicho. Es mejor proceder cojeando, a veces cayendo, pero siempre confiando en la misericordia de Dios, que ser unos cristianos de museo que temen los cambios y que, habiendo recibido un carisma o vocación, en lugar de ponerse al servicio de la eterna novedad del Evangelio, se defienden a sí mismos y defienden sus roles. Adelante, dejando espacio a los jóvenes y preparando el futuro” (23-VI-2017).

ACTUAR

Me encomiendo a sus oraciones. Y oremos por el nuevo obispo que vendrá, con la confianza de que es el Espíritu Santo quien guía a su Iglesia. Espero que la familia diocesana demuestre su madurez recibiéndolo con apertura de corazón, con una colaboración crítica, pero leal y entusiasta, con una disponibilidad humilde y dócil a la vez.

Obispo de San Cristóbal de Las Casas