/ viernes 1 de julio de 2022

Resiliencia jesuita

La resiliencia es la capacidad de superar situaciones adversas o traumáticas y transformarse positivamente. Tal fue el caso de Íñigo López de Loyola. De joven llevo la vida típica de un junior de clase acomodada, aunque también fue un militar valeroso. En mayo de 1521, los franceses tenían sitiada la ciudad de Pamplona y exigían la rendición de sus pobladores. Iñigo, no aceptó tal fatalidad y encabezó la resistencia, cayendo gravemente herido. Después de varias operaciones pudo caminar, aunque siempre tuvo una pierna más corta que la otra. Cuentan sus biógrafos que este incidente cambió radicalmente su vida, ya que las lecturas de su convalecencia fueron temas religiosos que despertaron en él una vocación espiritual.

En Paris, estudió Teología en la Universidad de la Sorbona. Es ahí, dónde decidió cambiar de nombre por el de Ignacio, debido a su significado en latín “Fuego Fervoroso”. Junto con otros seis destacados estudiantes hace votos de pobreza y apostolado para crear la Compañía de Jesús. La historia de esta orden religiosa ha sido también un ejemplo de resiliencia, como la de su fundador.

Los jesuitas llegaron a la Nueva España en 1572. Su labor evangelizadora fue a través de Misiones, pequeños pueblos de indígenas agrupados y dirigidos por sacerdotes. En estos lugares se llevaban a cabo las labores de evangelización y organización para producir de forma autosuficiente. Otro brazo importante fue la educación. La educación de alta calidad con los mejores estándares de la época fue la impartida por la Compañía de Jesús en sus Colegios.

Todavía hoy en día podemos ver sus magníficos edificios como la Casa de la Profesa, el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, el Seminario convictorio de San Ildefonso, el Colegio de San Andrés y el Colegio de San Gregorio en la CDMX, así como otros magníficos edificios construidos por los jesuitas en distintas ciudades del país.

Podemos afirmar que su trabajo de evangelización les ganó el cariño y confianza de las capas más humildes de la sociedad novohispana y por otro lado, una gran autoridad y respeto con los sectores ilustrados y económicamente pudientes por su trabajo educativo en los colegios. En todos los países donde se encontraban los jesuitas, su papel de evangelizadores, maestros, confesores y consejeros les otorgo un gran poder que causo celos y preocupación en las monarquías absolutistas del siglo XVIII.

Esa gran influencia en las sociedades, provocó que las monarquías francesa y portuguesa los expulsaran de sus territorios. En España sucedió lo mismo. El Rey Carlos III inició una persecución contra ellos decretando su expulsión del Imperio español en 1767.

Fueron deportados de España 2641 jesuitas y de las Indias 2630. Acogidos, por el Papa Clemente XIII, inicialmente en la isla de Córcega, y después en los Estados Pontificios, (regiones de la actual Italia). El papa Clemente XIII resistió las presiones de los monarcas europeos que pedían la supresión total, pero su sucesor, Clemente XIV ordeno la disolución de la Compañía de Jesús y decretó la conversión de los jesuitas en miembros del clero secular. Casi medio siglo después, en 1814, el papa Pío VII emitió la bula que restauraba la Compañía de Jesús. En España, el nieto de Carlos III, Fernando VII, autorizó inmediatamente su vuelta. Los jesuitas son restablecidos en México en mayo de 1816.

Durante los siglos XVIII y XIX la Compañía de Jesús restablece plenamente su presencia en el país, tanto en número como en diversidad de acciones apostólicas fundando nuevas residencias, varios colegios, universidades, misiones e instituciones pastorales, culturales y de investigación y promoción social.

Como todos sabemos, fueron ultimados los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la sierra Tarahumara el pasado 20 de junio, además del guía turístico Pedro Palma. Los tres fueron asesinados a balazos por sicarios del narco dentro de la iglesia del pequeño municipio de Cerocahui, de menos de 1.000 habitantes, en Chihuahua. Estos sacerdotes jesuitas dedicaron su vida al servicio de las comunidades más pobres del país.

Las declaraciones que reprueban estos lamentables hechos, no se hicieron esperar. Fueron múltiples las manifestaciones de dolor por la pérdida inútil de estos hombres, el Papa Francisco que además es jesuita, expreso: ¡Cuántos asesinatos en México!”. El pleno de la Iglesia Católica Nacional solicitó cambio de estrategia para enfrentar la inseguridad en el país.

Las respuestas de López Obrador, como siempre, fueron carentes de empatía al dolor de tantos mexicanos víctimas de la delincuencia, tuvo expresiones como: “¿Qué quieren, que se vuelva a ametrallar desde los helicópteros? ¿eso es lo que quieren?, no, no”, y acuso a los religiosos que han expresado su demanda de justicia de estar “muy apergollados por la oligarquía mexicana”.

Ojalá AMLO aprendiera de la historia y deje de actuar como un déspota. Que se mire en el espejo de los monarcas que expulsaron a los jesuitas de sus territorios en el siglo XVIII. Ojalá entienda que la conducta de tiranos pasa al basurero de la historia.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

La resiliencia es la capacidad de superar situaciones adversas o traumáticas y transformarse positivamente. Tal fue el caso de Íñigo López de Loyola. De joven llevo la vida típica de un junior de clase acomodada, aunque también fue un militar valeroso. En mayo de 1521, los franceses tenían sitiada la ciudad de Pamplona y exigían la rendición de sus pobladores. Iñigo, no aceptó tal fatalidad y encabezó la resistencia, cayendo gravemente herido. Después de varias operaciones pudo caminar, aunque siempre tuvo una pierna más corta que la otra. Cuentan sus biógrafos que este incidente cambió radicalmente su vida, ya que las lecturas de su convalecencia fueron temas religiosos que despertaron en él una vocación espiritual.

En Paris, estudió Teología en la Universidad de la Sorbona. Es ahí, dónde decidió cambiar de nombre por el de Ignacio, debido a su significado en latín “Fuego Fervoroso”. Junto con otros seis destacados estudiantes hace votos de pobreza y apostolado para crear la Compañía de Jesús. La historia de esta orden religiosa ha sido también un ejemplo de resiliencia, como la de su fundador.

Los jesuitas llegaron a la Nueva España en 1572. Su labor evangelizadora fue a través de Misiones, pequeños pueblos de indígenas agrupados y dirigidos por sacerdotes. En estos lugares se llevaban a cabo las labores de evangelización y organización para producir de forma autosuficiente. Otro brazo importante fue la educación. La educación de alta calidad con los mejores estándares de la época fue la impartida por la Compañía de Jesús en sus Colegios.

Todavía hoy en día podemos ver sus magníficos edificios como la Casa de la Profesa, el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, el Seminario convictorio de San Ildefonso, el Colegio de San Andrés y el Colegio de San Gregorio en la CDMX, así como otros magníficos edificios construidos por los jesuitas en distintas ciudades del país.

Podemos afirmar que su trabajo de evangelización les ganó el cariño y confianza de las capas más humildes de la sociedad novohispana y por otro lado, una gran autoridad y respeto con los sectores ilustrados y económicamente pudientes por su trabajo educativo en los colegios. En todos los países donde se encontraban los jesuitas, su papel de evangelizadores, maestros, confesores y consejeros les otorgo un gran poder que causo celos y preocupación en las monarquías absolutistas del siglo XVIII.

Esa gran influencia en las sociedades, provocó que las monarquías francesa y portuguesa los expulsaran de sus territorios. En España sucedió lo mismo. El Rey Carlos III inició una persecución contra ellos decretando su expulsión del Imperio español en 1767.

Fueron deportados de España 2641 jesuitas y de las Indias 2630. Acogidos, por el Papa Clemente XIII, inicialmente en la isla de Córcega, y después en los Estados Pontificios, (regiones de la actual Italia). El papa Clemente XIII resistió las presiones de los monarcas europeos que pedían la supresión total, pero su sucesor, Clemente XIV ordeno la disolución de la Compañía de Jesús y decretó la conversión de los jesuitas en miembros del clero secular. Casi medio siglo después, en 1814, el papa Pío VII emitió la bula que restauraba la Compañía de Jesús. En España, el nieto de Carlos III, Fernando VII, autorizó inmediatamente su vuelta. Los jesuitas son restablecidos en México en mayo de 1816.

Durante los siglos XVIII y XIX la Compañía de Jesús restablece plenamente su presencia en el país, tanto en número como en diversidad de acciones apostólicas fundando nuevas residencias, varios colegios, universidades, misiones e instituciones pastorales, culturales y de investigación y promoción social.

Como todos sabemos, fueron ultimados los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la sierra Tarahumara el pasado 20 de junio, además del guía turístico Pedro Palma. Los tres fueron asesinados a balazos por sicarios del narco dentro de la iglesia del pequeño municipio de Cerocahui, de menos de 1.000 habitantes, en Chihuahua. Estos sacerdotes jesuitas dedicaron su vida al servicio de las comunidades más pobres del país.

Las declaraciones que reprueban estos lamentables hechos, no se hicieron esperar. Fueron múltiples las manifestaciones de dolor por la pérdida inútil de estos hombres, el Papa Francisco que además es jesuita, expreso: ¡Cuántos asesinatos en México!”. El pleno de la Iglesia Católica Nacional solicitó cambio de estrategia para enfrentar la inseguridad en el país.

Las respuestas de López Obrador, como siempre, fueron carentes de empatía al dolor de tantos mexicanos víctimas de la delincuencia, tuvo expresiones como: “¿Qué quieren, que se vuelva a ametrallar desde los helicópteros? ¿eso es lo que quieren?, no, no”, y acuso a los religiosos que han expresado su demanda de justicia de estar “muy apergollados por la oligarquía mexicana”.

Ojalá AMLO aprendiera de la historia y deje de actuar como un déspota. Que se mire en el espejo de los monarcas que expulsaron a los jesuitas de sus territorios en el siglo XVIII. Ojalá entienda que la conducta de tiranos pasa al basurero de la historia.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.