/ domingo 17 de mayo de 2020

Resilientes

Desde hace algunos años, el concepto de resiliencia apareció en la palestra de posturas psicológicas para poder afrontar problemáticas personales y grupales, haciendo énfasis, sobretodo, en niñas, niños y adolescentes, como un esquema educativo que les permitiera forjar un carácter y habilidad para encarar adversidades, encontrar soluciones y, desde luego, no derrumbarse emocionalmente en ese momento.

La cultura de la resiliencia es un aspecto necesario en un mundo global donde las situaciones cómodas desaparecen para inmiscuirse en problemáticas más complejas. Lamentablemente, no todo el mundo está preparado para ello y, en ocasiones, no se logran encontrar esas herramientas emocionales para ir superando obstáculos.

Así, la resiliencia, como habremos advertido hasta ahora, es la capacidad que tienen las personas para adaptarse a las adversidades y desarrollar competencias para superarlas. Es un proceso, más que material, emocional, ya que de él depende sobreponerse a situaciones que nos confrontan, desde una enfermedad, la pérdida de un ser querido o complicaciones financieras.

Ser resiliente implica la capacidad que tengamos para reestructurar nuestras vidas después de una situación complicada. Lejos de ser un atributo, la resiliencia son conductas, acciones, pensamientos, que se pueden desarrollar con entrenamiento y enfoque en uno mismo. En este entorno en el que nos encontramos dentro de una pandemia global, requerimos, urgimos, ser resilientes.

Una situación tan compleja como la que estamos viviendo requiere de un esfuerzo emocional impresionante no sólo porque debamos afrontar el confinamiento, sino porque en ello se incluye la pérdida de familiares, amigos, ingresos, situaciones confortables y hasta hábitos que habían reinado durante toda nuestra vida.

En adelante, no sólo debemos ajustar nuestras acciones y decisiones para superar la crisis de salud y económica que trajo consigo el Covid-19, sino que, a partir de hoy, nuestra vida dará un giro radical. Debemos monitorear nuestra salud permanentemente, debemos renovar formas de relacionarnos con nuestros semejantes, debemos ser más conscientes de nuestra situación económica y, además, necesariamente habremos de cambiar nuestra relación con el medio ambiente.

La resiliencia nos va a cambiar y, eventualmente, nos conducirá a ser mejores seres humanos, porque justamente la adversidad que se nos presenta como algo ineludible será la vía para volvernos más fuertes como individuos, como nación y como humanidad entera.

Las personas que logremos entender la resiliencia y llevarla a cabo, en una continuación de nuestro desarrollo, tenemos la obligación de ayudar e impulsar a quienes tienen mayores complicaciones para hacerlo. La resiliencia implica estar bien uno mismo, pero si eso lo logramos llevar al campo de la ayuda mutua sin duda llegaremos a un mejor nivel de compañerismo y desarrollo social.

Desde hace algunos años, el concepto de resiliencia apareció en la palestra de posturas psicológicas para poder afrontar problemáticas personales y grupales, haciendo énfasis, sobretodo, en niñas, niños y adolescentes, como un esquema educativo que les permitiera forjar un carácter y habilidad para encarar adversidades, encontrar soluciones y, desde luego, no derrumbarse emocionalmente en ese momento.

La cultura de la resiliencia es un aspecto necesario en un mundo global donde las situaciones cómodas desaparecen para inmiscuirse en problemáticas más complejas. Lamentablemente, no todo el mundo está preparado para ello y, en ocasiones, no se logran encontrar esas herramientas emocionales para ir superando obstáculos.

Así, la resiliencia, como habremos advertido hasta ahora, es la capacidad que tienen las personas para adaptarse a las adversidades y desarrollar competencias para superarlas. Es un proceso, más que material, emocional, ya que de él depende sobreponerse a situaciones que nos confrontan, desde una enfermedad, la pérdida de un ser querido o complicaciones financieras.

Ser resiliente implica la capacidad que tengamos para reestructurar nuestras vidas después de una situación complicada. Lejos de ser un atributo, la resiliencia son conductas, acciones, pensamientos, que se pueden desarrollar con entrenamiento y enfoque en uno mismo. En este entorno en el que nos encontramos dentro de una pandemia global, requerimos, urgimos, ser resilientes.

Una situación tan compleja como la que estamos viviendo requiere de un esfuerzo emocional impresionante no sólo porque debamos afrontar el confinamiento, sino porque en ello se incluye la pérdida de familiares, amigos, ingresos, situaciones confortables y hasta hábitos que habían reinado durante toda nuestra vida.

En adelante, no sólo debemos ajustar nuestras acciones y decisiones para superar la crisis de salud y económica que trajo consigo el Covid-19, sino que, a partir de hoy, nuestra vida dará un giro radical. Debemos monitorear nuestra salud permanentemente, debemos renovar formas de relacionarnos con nuestros semejantes, debemos ser más conscientes de nuestra situación económica y, además, necesariamente habremos de cambiar nuestra relación con el medio ambiente.

La resiliencia nos va a cambiar y, eventualmente, nos conducirá a ser mejores seres humanos, porque justamente la adversidad que se nos presenta como algo ineludible será la vía para volvernos más fuertes como individuos, como nación y como humanidad entera.

Las personas que logremos entender la resiliencia y llevarla a cabo, en una continuación de nuestro desarrollo, tenemos la obligación de ayudar e impulsar a quienes tienen mayores complicaciones para hacerlo. La resiliencia implica estar bien uno mismo, pero si eso lo logramos llevar al campo de la ayuda mutua sin duda llegaremos a un mejor nivel de compañerismo y desarrollo social.