/ lunes 9 de abril de 2018

Respeto, Trump, respeto

La relación de México con la nación más poderosa del mundo puede describirse con las frases de dos ex presidentes, uno norteamericano y uno mexicano; John Quincy Adams, quien dijo que Estados Unidos no tiene amistades permanentes sino intereses permanentes, y Porfirio Díaz, a quien se le atribuye haber dicho “pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Así de compleja, así de desigual.

Y cuando pensábamos que no podía ser peor, apareció Donald Trump. Nadie ha podido explicar como ocurrió y no es mi intención hacerlo, pero desde que aspiraba a la candidatura presidencial necesitaba de un villano a quien culpar por la crisis que asfixiaba a la nación norteamericana, y súbitamente se acordó de nosotros.

Vistió la casaca de supremacista blanco y ondeó la bandera de la animadversión por los bad hombres, losnarcotraficantes y violadores, los mexicanos. Dijo que construiría un muro para evitar que le robáramos su american dream y además lo pagaríamos nosotros.

Luego Peña Nieto y Luis Videgaray lo invitaron y recibieron cual jefe de estado y le permitieron decir lo que quiso en nuestra tierra.

Encarrerado por su reelección, ha hecho todo lo posible por acabar con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA, y ha endurecido su política migratoria. Además, diariamente suelta en Twitter chantajes y advertencias sobre el TLCA, poniendo en un predicamento a los negociadores y a la economía de México.

Su ultima amenaza ha sido la militarización de la frontera. No es la primera vez que la guardia nacional refuerza la vigilancia fronteriza, Barack Obama lo hizo en 2010 y George W. Bush en 2006; sin embargo, hoy se da luego de exigir mediante tuitazos que el gobierno mexicano impidiera que una caravana de migrantes recorriera nuestro país hasta llegar a la frontera del norte. Fue una injerencia abominable, pero habría sido peor permanecer callados.

En el Senado por unanimidad acordamos exigir al presidente Trump respeto a nuestra dignidad y soberanía; condenamossus expresiones xenófobas y ofensivas, y le demandamos un trato respetuoso y recíproco en la relación entre nuestros países.

Al gobierno mexicano le solicitamos suspender la cooperación bilateral con los EUA en materia de migración y lucha contra la delincuencia organizada trasnacional, en tanto Trump no se conduzca con la civilidad y el respeto que merecemos.

Hicimos un llamado al Congreso norteamericano para que inste a su presidente a encausar las relaciones con Mexico sobre las bases de respeto y colaboración mutuos, para afrontar de forma eficaz los retos comunes y generar más y mejores oportunidades de prosperidad y desarrollo para ambos pueblos.

Ricardo Anaya convocó a la unidad nacional, haciendo de lado cualquier tipo de diferencia, para rechazar las amenazas de Trump y dejarle en claro que no vamos a tolerar estos ataques y exigió al gobierno federal retirarse de cualquier tipo de negociación hasta que cesen este tipo de agresiones.

¿Qué sigue? Quién encabece el gobierno mexicano el próximo sexenio debe tener claro que la descalificación no puede seguir siendo el paradigma de la cooperación entre México y Estados Unidos. Debemos avanzar hacia una cooperación que se defina bilateralmente y se sustente en un enfoque de responsabilidad compartida, igualdad soberana, transparencia, confianza y respeto mutuos.

El respeto al derecho ajeno es la paz.

GÓMEZ, PRESIDENTA DE LA COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL SENADO DE LA REPÚBLICA

La relación de México con la nación más poderosa del mundo puede describirse con las frases de dos ex presidentes, uno norteamericano y uno mexicano; John Quincy Adams, quien dijo que Estados Unidos no tiene amistades permanentes sino intereses permanentes, y Porfirio Díaz, a quien se le atribuye haber dicho “pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Así de compleja, así de desigual.

Y cuando pensábamos que no podía ser peor, apareció Donald Trump. Nadie ha podido explicar como ocurrió y no es mi intención hacerlo, pero desde que aspiraba a la candidatura presidencial necesitaba de un villano a quien culpar por la crisis que asfixiaba a la nación norteamericana, y súbitamente se acordó de nosotros.

Vistió la casaca de supremacista blanco y ondeó la bandera de la animadversión por los bad hombres, losnarcotraficantes y violadores, los mexicanos. Dijo que construiría un muro para evitar que le robáramos su american dream y además lo pagaríamos nosotros.

Luego Peña Nieto y Luis Videgaray lo invitaron y recibieron cual jefe de estado y le permitieron decir lo que quiso en nuestra tierra.

Encarrerado por su reelección, ha hecho todo lo posible por acabar con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA, y ha endurecido su política migratoria. Además, diariamente suelta en Twitter chantajes y advertencias sobre el TLCA, poniendo en un predicamento a los negociadores y a la economía de México.

Su ultima amenaza ha sido la militarización de la frontera. No es la primera vez que la guardia nacional refuerza la vigilancia fronteriza, Barack Obama lo hizo en 2010 y George W. Bush en 2006; sin embargo, hoy se da luego de exigir mediante tuitazos que el gobierno mexicano impidiera que una caravana de migrantes recorriera nuestro país hasta llegar a la frontera del norte. Fue una injerencia abominable, pero habría sido peor permanecer callados.

En el Senado por unanimidad acordamos exigir al presidente Trump respeto a nuestra dignidad y soberanía; condenamossus expresiones xenófobas y ofensivas, y le demandamos un trato respetuoso y recíproco en la relación entre nuestros países.

Al gobierno mexicano le solicitamos suspender la cooperación bilateral con los EUA en materia de migración y lucha contra la delincuencia organizada trasnacional, en tanto Trump no se conduzca con la civilidad y el respeto que merecemos.

Hicimos un llamado al Congreso norteamericano para que inste a su presidente a encausar las relaciones con Mexico sobre las bases de respeto y colaboración mutuos, para afrontar de forma eficaz los retos comunes y generar más y mejores oportunidades de prosperidad y desarrollo para ambos pueblos.

Ricardo Anaya convocó a la unidad nacional, haciendo de lado cualquier tipo de diferencia, para rechazar las amenazas de Trump y dejarle en claro que no vamos a tolerar estos ataques y exigió al gobierno federal retirarse de cualquier tipo de negociación hasta que cesen este tipo de agresiones.

¿Qué sigue? Quién encabece el gobierno mexicano el próximo sexenio debe tener claro que la descalificación no puede seguir siendo el paradigma de la cooperación entre México y Estados Unidos. Debemos avanzar hacia una cooperación que se defina bilateralmente y se sustente en un enfoque de responsabilidad compartida, igualdad soberana, transparencia, confianza y respeto mutuos.

El respeto al derecho ajeno es la paz.

GÓMEZ, PRESIDENTA DE LA COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL SENADO DE LA REPÚBLICA