/ viernes 28 de septiembre de 2018

Retórica del cambio

La transición de gobierno que se vive en México rompió paradigmas de la tradicional forma de ver el poder, los procesos de transición, la conclusión de un gobierno y los nombramientos adelantados del gabinete del presidente electo.

Este proceso innovador ha logrado posicionar una agenda, perfilar los proyectos estratégicos del sexenio, socializar el proyecto de nación, no como esperanza, sino como certeza de gobierno y de promesas por cumplir.

La retórica del cambio empezó con la campaña presidencial y la diversidad de MORENA como movimiento social y no como un partido político tradicional. El espectro ideológico es amplio, desde una izquierda radical recalcitrante, pasando por los pensamientos de izquierda moderada, hasta la ortodoxia conservadora en cuanto al manejo de las finanzas públicas y la prudencia presupuestal.

En este proceso de transición, la retórica permite comunicar, amplificar el mensaje y convocar a diversos sectores a realimentar, discutir, contrargumentar y ampliar la conversación de los temas públicos, más allá de los especialistas, analistas de opinión y expertos adscritos a diversos grupos de interés.

La confianza pública tiene que ver con la retórica del cambio, ya que se proponen temas y consultas amplias para diversos temas de la agenda de próximo gobierno federal. La comunicación y el debate se despliegan cada día en diferentes ámbitos, ya sea en la confección y viabilidad del presupuesto de egresos de la federación, como en la pertinencia o no del NAIM y sus posibles alternativas.

La interlocución con la retórica del cambio, trastocó el diálogo político tradicional del “quítate que ahí te voy” a mensajes de consenso, negociación, diálogo, consulta, deliberación y toma de decisiones informada, comprometida y legitimada por su propia visibilidad pública.

La capacidad de comunicar y exagerar -en cierta medida- ayudan en esta retórica a posicionar temas y responsabilidades. El futuro gobierno se desmarca de las administraciones neoliberales y confecciona puntos de quiebre, donde la amplia visibilidad y la diferenciación política reafirman la convicción del equipo de transición, su legitimidad y su poder de convocatoria.

El diálogo social con grupos de interés del presidente electo y el crisol de grupos sociales e intereses del país, apertura una agenda con “los propuestos” del próximo gabinete presidencial. Cada “propuesto” despliega una agenda de transición, eventos, análisis de información y toma de decisiones, como es el caso de las negociaciones comerciales internacionales, donde el equipo de transición tuvo gran influencia para destrabar los temas con el equipo negociador de EEUU.

Por otro lado destaca la famosa ley de amnistía, la cual tiene múltiples detractores desde la campaña presidencial, y sin embargo, se perfila como un ajuste social a los enormes costos de la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, cuyo saldo es la desestabilización del país, la alta percepción de inseguridad y la impunidad ante diversos delitos.

En la retórica del cambio también se encuentra el estilo de ejercer el presupuesto desde su diseño. Por primera vez, se dieron las condiciones para que el gobierno que entra pueda diseñar el presupuesto sin facultades reales y en abierto debate con la Cámara de Diputados para su aprobación.

Por supuesto, que un cambio de régimen impondrá nuevas formas de abordar los problemas e incluso de precisar los diagnósticos. En este sentido, la danza de los millones de beneficiarios específicos de los programas sociales propuestos en campaña, ceden el paso a un diseño de políticas públicas sin intermediarios y mediante las nuevas tecnologías de información y comunicación.

Se precisa, claro está, que los compromisos adquiridos serán cumplidos como “un piso”, se aclara que el sexenio no alcanzará para hacer la transformación total del país, se denuncia la incongruencia de las finanzas públicas y se reconocen los límites financieros del Estado mexicano para convocar a todos los grupos de interés y sectores sociales a la prudencia, a la urgencia de los cambios que vienen, mediante una retórica del cambio que alcance a todas y todos. Mensajes claros y contundentes que justifican las acciones, los virajes súbitos, la disrupción política y de gobierno.

A pesar de que a muchos sectores les incomodan las consultas públicas propuestas para proyectos estratégicos como el NAIM y otros que se han perfilado, lo cierto es que el entusiasmo en participar y aportar valor al proceso de deliberación, información y posturas sobre dichos proyectos ha sido muy amplia, con valor técnico y estratégico, así como sorprendentemente legítimas, ya que, sin que el equipo de transición de gobierno tenga el poder para encauzar la administración pública, ha logrado confeccionar la agenda, abrir espacios consultivos y de interlocución, así como la aportación ciudadana en una democracia participativa que parece, será la tónica de próximo gobierno.



La transición de gobierno que se vive en México rompió paradigmas de la tradicional forma de ver el poder, los procesos de transición, la conclusión de un gobierno y los nombramientos adelantados del gabinete del presidente electo.

Este proceso innovador ha logrado posicionar una agenda, perfilar los proyectos estratégicos del sexenio, socializar el proyecto de nación, no como esperanza, sino como certeza de gobierno y de promesas por cumplir.

La retórica del cambio empezó con la campaña presidencial y la diversidad de MORENA como movimiento social y no como un partido político tradicional. El espectro ideológico es amplio, desde una izquierda radical recalcitrante, pasando por los pensamientos de izquierda moderada, hasta la ortodoxia conservadora en cuanto al manejo de las finanzas públicas y la prudencia presupuestal.

En este proceso de transición, la retórica permite comunicar, amplificar el mensaje y convocar a diversos sectores a realimentar, discutir, contrargumentar y ampliar la conversación de los temas públicos, más allá de los especialistas, analistas de opinión y expertos adscritos a diversos grupos de interés.

La confianza pública tiene que ver con la retórica del cambio, ya que se proponen temas y consultas amplias para diversos temas de la agenda de próximo gobierno federal. La comunicación y el debate se despliegan cada día en diferentes ámbitos, ya sea en la confección y viabilidad del presupuesto de egresos de la federación, como en la pertinencia o no del NAIM y sus posibles alternativas.

La interlocución con la retórica del cambio, trastocó el diálogo político tradicional del “quítate que ahí te voy” a mensajes de consenso, negociación, diálogo, consulta, deliberación y toma de decisiones informada, comprometida y legitimada por su propia visibilidad pública.

La capacidad de comunicar y exagerar -en cierta medida- ayudan en esta retórica a posicionar temas y responsabilidades. El futuro gobierno se desmarca de las administraciones neoliberales y confecciona puntos de quiebre, donde la amplia visibilidad y la diferenciación política reafirman la convicción del equipo de transición, su legitimidad y su poder de convocatoria.

El diálogo social con grupos de interés del presidente electo y el crisol de grupos sociales e intereses del país, apertura una agenda con “los propuestos” del próximo gabinete presidencial. Cada “propuesto” despliega una agenda de transición, eventos, análisis de información y toma de decisiones, como es el caso de las negociaciones comerciales internacionales, donde el equipo de transición tuvo gran influencia para destrabar los temas con el equipo negociador de EEUU.

Por otro lado destaca la famosa ley de amnistía, la cual tiene múltiples detractores desde la campaña presidencial, y sin embargo, se perfila como un ajuste social a los enormes costos de la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, cuyo saldo es la desestabilización del país, la alta percepción de inseguridad y la impunidad ante diversos delitos.

En la retórica del cambio también se encuentra el estilo de ejercer el presupuesto desde su diseño. Por primera vez, se dieron las condiciones para que el gobierno que entra pueda diseñar el presupuesto sin facultades reales y en abierto debate con la Cámara de Diputados para su aprobación.

Por supuesto, que un cambio de régimen impondrá nuevas formas de abordar los problemas e incluso de precisar los diagnósticos. En este sentido, la danza de los millones de beneficiarios específicos de los programas sociales propuestos en campaña, ceden el paso a un diseño de políticas públicas sin intermediarios y mediante las nuevas tecnologías de información y comunicación.

Se precisa, claro está, que los compromisos adquiridos serán cumplidos como “un piso”, se aclara que el sexenio no alcanzará para hacer la transformación total del país, se denuncia la incongruencia de las finanzas públicas y se reconocen los límites financieros del Estado mexicano para convocar a todos los grupos de interés y sectores sociales a la prudencia, a la urgencia de los cambios que vienen, mediante una retórica del cambio que alcance a todas y todos. Mensajes claros y contundentes que justifican las acciones, los virajes súbitos, la disrupción política y de gobierno.

A pesar de que a muchos sectores les incomodan las consultas públicas propuestas para proyectos estratégicos como el NAIM y otros que se han perfilado, lo cierto es que el entusiasmo en participar y aportar valor al proceso de deliberación, información y posturas sobre dichos proyectos ha sido muy amplia, con valor técnico y estratégico, así como sorprendentemente legítimas, ya que, sin que el equipo de transición de gobierno tenga el poder para encauzar la administración pública, ha logrado confeccionar la agenda, abrir espacios consultivos y de interlocución, así como la aportación ciudadana en una democracia participativa que parece, será la tónica de próximo gobierno.