/ viernes 3 de junio de 2022

Rivalidad EU-China: escenarios para América Latina 

Inicialmente, esta entrega giraría en torno a las reflexiones de Henry Kissinger en Davos, Suiza, y la editorial del Presidente Biden en el New York Times a propósito de la invasión de Rusia a Ucrania –la cual mañana cumple sus primeros 100 días, y de la que no se percibe un final cercano. No obstante, tras algunos comentarios sobre la entrega pasada, “La Cumbre de las Américas”, se torna necesario darle continuidad al tema, a fin de reciprocar la cortesía recibida. En particular, las y los lectores externaron su inquietud sobre si, efectivamente, hay razones para dudar de las posibilidades de paz, estabilidad y seguridad en América Latina y el Caribe, como resultado de una rivalidad sin precedente entre Estados Unidos y China.

Primero, reconocer que esta inquietud la comparte quien suscribe. Y se desprende de un documento de trabajo que elaboramos un equipo de colegas, cuyo propósito fue explorar diversos escenarios frente a la siguiente situación: ¿Qué significaría para la región de América Latina y el Caribe la profundización de la disputa estratégica entre EUA y China a nivel global en el año 2035?

Con el permiso de la institución que solicitó el documento, a continuación se explica brevemente uno de estos escenarios: “Historia sin fin”. Es importante señalar algunas tendencias a nivel internacional que difícilmente desaparecerán en los años venideros, a saber: la fragmentación y reconfiguración del poder global y la presencia de polos narrativos-ideológicos tales como “democracias versus autocracias”. Además, como ha sucedido durante cualquier transición geopolítica de gran calado antes, América Latina se ha convertido rápidamente en otro tablero que refleja la competencia entre Washington y Beijing.

Al respecto, y más allá de cualquier juicio de valor o afinidad ideológica, este escenario se construyó, entre otros elementos, a partir de un patrón que se encuentra en diversos episodios en la historia: cuando una superpotencia incrementa su actividad en una región que históricamente ha sido esfera de influencia de otra gran potencia, el equilibrio de poder en esa región se trastoca inevitablemente. Esto no sólo significa el desplazamiento de una rivalidad entre ambas potencias a una región en específico, sino también la disrupción en la vida interna de los países de esa región. Máxime si la interacción entre ambas potencias alcanza una dimensión militar.

En este sentido, conviene recordar que tras la guerra hispano-estadounidense en 1898, con la que Estados Unidos consolidó su esfera de influencia en el hemisferio, ninguna potencia había modificado tanto el equilibrio de poder en América Latina como lo ha hecho China en la actualidad –una profundidad y alcance que la Unión Soviética no hubiera logrado en sus sueños más salvajes. Hasta ahora, la política exterior de China hacia América Latina se ha enfocado en lo tecnológico, político-diplomático y económico-comercial –la proyección e influencia de Beijing en países de Sudamérica, por ejemplo, ha desplazado a Washington como principal socio comercial, inversionista y en préstamos. No obstante, no se descarta que la disputa adquiera un cariz militar en un futuro. Sobre todo en la medida en que Estados Unidos y China se acerquen cada vez más a una escalada de tensiones por la situación en Taiwán, por ejemplo.

Así pues, este escenario, Historia sin fin, nos remite invariablemente a la época en la que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban las mentes, los corazones y los territorios del sur global –en ese entonces llamado periferia o tercer mundo. Para este escenario, el fantasma de la Guerra Fría sigue flotando en América Latina y el Caribe. De modo que guerras proxy –confrontaciones indirectas, peleadas por (y en) terceros países– guerras civiles, fortalecimiento de insurgencias, aumento del terrorismo, dictaduras civiles o militares y golpes de Estado forman parte de este escenario. Más aún, a diferencia del siglo XX, este escenario considera una mayor ocurrencia de conflictos interestatales, por ejemplo, entre Venezuela y Guyana.

Sin duda, el rostro del futuro dependerá de la trayectoria específica de cada país en el hemisferio. No obstante, hay cuatro variables que contribuyen a este escenario por demás sombrío: la conflictividad social, la corrupción, la debilidad institucional y la criminalidad en las Américas.

¿Este escenario es plausible? Falta todavía bastante por ver y hacer. Al final, no se realizan estos ejercicios para caer en el fatalismo –personas como Michel Godet dirían que no hay un futuro, sino múltiples futuros. Sin embargo, es una posibilidad de futuro que se percibe desde hoy. A eso me refería en la entrega pasada al decir que cualquier conflicto inicia desde el momento en que se contraponen dos versiones de paz, orden y progreso. Cualquier escenario parecido a lo aquí esbozado, es algo que se tiene que prevenir a toda costa.


Consultor


Inicialmente, esta entrega giraría en torno a las reflexiones de Henry Kissinger en Davos, Suiza, y la editorial del Presidente Biden en el New York Times a propósito de la invasión de Rusia a Ucrania –la cual mañana cumple sus primeros 100 días, y de la que no se percibe un final cercano. No obstante, tras algunos comentarios sobre la entrega pasada, “La Cumbre de las Américas”, se torna necesario darle continuidad al tema, a fin de reciprocar la cortesía recibida. En particular, las y los lectores externaron su inquietud sobre si, efectivamente, hay razones para dudar de las posibilidades de paz, estabilidad y seguridad en América Latina y el Caribe, como resultado de una rivalidad sin precedente entre Estados Unidos y China.

Primero, reconocer que esta inquietud la comparte quien suscribe. Y se desprende de un documento de trabajo que elaboramos un equipo de colegas, cuyo propósito fue explorar diversos escenarios frente a la siguiente situación: ¿Qué significaría para la región de América Latina y el Caribe la profundización de la disputa estratégica entre EUA y China a nivel global en el año 2035?

Con el permiso de la institución que solicitó el documento, a continuación se explica brevemente uno de estos escenarios: “Historia sin fin”. Es importante señalar algunas tendencias a nivel internacional que difícilmente desaparecerán en los años venideros, a saber: la fragmentación y reconfiguración del poder global y la presencia de polos narrativos-ideológicos tales como “democracias versus autocracias”. Además, como ha sucedido durante cualquier transición geopolítica de gran calado antes, América Latina se ha convertido rápidamente en otro tablero que refleja la competencia entre Washington y Beijing.

Al respecto, y más allá de cualquier juicio de valor o afinidad ideológica, este escenario se construyó, entre otros elementos, a partir de un patrón que se encuentra en diversos episodios en la historia: cuando una superpotencia incrementa su actividad en una región que históricamente ha sido esfera de influencia de otra gran potencia, el equilibrio de poder en esa región se trastoca inevitablemente. Esto no sólo significa el desplazamiento de una rivalidad entre ambas potencias a una región en específico, sino también la disrupción en la vida interna de los países de esa región. Máxime si la interacción entre ambas potencias alcanza una dimensión militar.

En este sentido, conviene recordar que tras la guerra hispano-estadounidense en 1898, con la que Estados Unidos consolidó su esfera de influencia en el hemisferio, ninguna potencia había modificado tanto el equilibrio de poder en América Latina como lo ha hecho China en la actualidad –una profundidad y alcance que la Unión Soviética no hubiera logrado en sus sueños más salvajes. Hasta ahora, la política exterior de China hacia América Latina se ha enfocado en lo tecnológico, político-diplomático y económico-comercial –la proyección e influencia de Beijing en países de Sudamérica, por ejemplo, ha desplazado a Washington como principal socio comercial, inversionista y en préstamos. No obstante, no se descarta que la disputa adquiera un cariz militar en un futuro. Sobre todo en la medida en que Estados Unidos y China se acerquen cada vez más a una escalada de tensiones por la situación en Taiwán, por ejemplo.

Así pues, este escenario, Historia sin fin, nos remite invariablemente a la época en la que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban las mentes, los corazones y los territorios del sur global –en ese entonces llamado periferia o tercer mundo. Para este escenario, el fantasma de la Guerra Fría sigue flotando en América Latina y el Caribe. De modo que guerras proxy –confrontaciones indirectas, peleadas por (y en) terceros países– guerras civiles, fortalecimiento de insurgencias, aumento del terrorismo, dictaduras civiles o militares y golpes de Estado forman parte de este escenario. Más aún, a diferencia del siglo XX, este escenario considera una mayor ocurrencia de conflictos interestatales, por ejemplo, entre Venezuela y Guyana.

Sin duda, el rostro del futuro dependerá de la trayectoria específica de cada país en el hemisferio. No obstante, hay cuatro variables que contribuyen a este escenario por demás sombrío: la conflictividad social, la corrupción, la debilidad institucional y la criminalidad en las Américas.

¿Este escenario es plausible? Falta todavía bastante por ver y hacer. Al final, no se realizan estos ejercicios para caer en el fatalismo –personas como Michel Godet dirían que no hay un futuro, sino múltiples futuros. Sin embargo, es una posibilidad de futuro que se percibe desde hoy. A eso me refería en la entrega pasada al decir que cualquier conflicto inicia desde el momento en que se contraponen dos versiones de paz, orden y progreso. Cualquier escenario parecido a lo aquí esbozado, es algo que se tiene que prevenir a toda costa.


Consultor