/ viernes 20 de agosto de 2021

Rompiendo los sesgos de mi feminismo

Por: Arianne Dalma Nehmad

El retorno del Talibán al poder ha encendido varios focos rojos de la comunidad internacional. Bajo su mandato, las mujeres fueron perseguidas, amenazadas y asesinadas por trabajar, estudiar e incluso salir a la calle sin un acompañante. Es innegable el riesgo de que esto vuelva a suceder, sin embargo es sustancial cuidar la narrativa de quienes protagonizan esta lucha: las mujeres musulmanas.

En el momento más crítico de la acción, las redes sociales se han llenado de imágenes de mujeres en burkas y los medios han salido a su defensa utilizando argumentos que más que ayudar, invisibilizan su lucha como mujeres musulmanas.

Es a partir del feminismo islámico que podemos aprender y redefinir nuestro discurso. La lucha feminista indudablemente debe buscar espacios seguros para todas las mujeres y es indispensable reconocer la experiencia de las mujeres afganas cuya expresión de la equidad se gesta en un contexto identitario religioso tan digno de respeto como cualquiera.

El Talibán es un movimiento fundamentalista que justifica la exclusión de las mujeres de la sociedad y el uso de la violencia en su contra, sin embargo, esto no representa el islam con el que muchas mujeres afganas se identifican. Si estamos dispuestas a alzar la voz y accionar, que sea como parte de un esfuerzo conjunto que reconozca el liderazgo de las activistas musulmanas. Escuchemos sus necesidades, deconstruyamos nuestros sesgos islamofóbicos, aprendamos a diferenciar aquellos rasgos fundamentalistas que se han convertido en un arma de opresión de un sistema político y aquellos rasgos religiosos que las mujeres deciden adoptar para fortalecer su identidad.

Kendall dice en Hood Feminism que “a veces ser un buen aliado es abrirle la puerta a alguien más en lugar de insistir que tu voz es la única que importa.” Cuando no estamos dispuestas a desaprender es fácil caer en narrativas islamófobicas subyacentes en nuestro feminismo occidental.

Estoy devastada por las historias y realidades a las que se enfrentan las mujeres afganas. Pero comprendo el privilegio de mi feminismo y reconozco que parte de nuestros esfuerzos para derrotar el patriarcado global implica incluir a aquellas con una comprensión diametralmente diferente a la mía. Tomemos la oportunidad para cuestionar nuestras ideas y entender que en esta lucha nos toca ofrecer nuestro apoyo y aprender de las necesidades particulares y culturales de nuestras hermanas. Escuchemos las voces de las mujeres afganas, compartamos su información para evitar opiniones sesgadas y abramos nuestra mente a deconstruirnos cada día más.

Por: Arianne Dalma Nehmad

El retorno del Talibán al poder ha encendido varios focos rojos de la comunidad internacional. Bajo su mandato, las mujeres fueron perseguidas, amenazadas y asesinadas por trabajar, estudiar e incluso salir a la calle sin un acompañante. Es innegable el riesgo de que esto vuelva a suceder, sin embargo es sustancial cuidar la narrativa de quienes protagonizan esta lucha: las mujeres musulmanas.

En el momento más crítico de la acción, las redes sociales se han llenado de imágenes de mujeres en burkas y los medios han salido a su defensa utilizando argumentos que más que ayudar, invisibilizan su lucha como mujeres musulmanas.

Es a partir del feminismo islámico que podemos aprender y redefinir nuestro discurso. La lucha feminista indudablemente debe buscar espacios seguros para todas las mujeres y es indispensable reconocer la experiencia de las mujeres afganas cuya expresión de la equidad se gesta en un contexto identitario religioso tan digno de respeto como cualquiera.

El Talibán es un movimiento fundamentalista que justifica la exclusión de las mujeres de la sociedad y el uso de la violencia en su contra, sin embargo, esto no representa el islam con el que muchas mujeres afganas se identifican. Si estamos dispuestas a alzar la voz y accionar, que sea como parte de un esfuerzo conjunto que reconozca el liderazgo de las activistas musulmanas. Escuchemos sus necesidades, deconstruyamos nuestros sesgos islamofóbicos, aprendamos a diferenciar aquellos rasgos fundamentalistas que se han convertido en un arma de opresión de un sistema político y aquellos rasgos religiosos que las mujeres deciden adoptar para fortalecer su identidad.

Kendall dice en Hood Feminism que “a veces ser un buen aliado es abrirle la puerta a alguien más en lugar de insistir que tu voz es la única que importa.” Cuando no estamos dispuestas a desaprender es fácil caer en narrativas islamófobicas subyacentes en nuestro feminismo occidental.

Estoy devastada por las historias y realidades a las que se enfrentan las mujeres afganas. Pero comprendo el privilegio de mi feminismo y reconozco que parte de nuestros esfuerzos para derrotar el patriarcado global implica incluir a aquellas con una comprensión diametralmente diferente a la mía. Tomemos la oportunidad para cuestionar nuestras ideas y entender que en esta lucha nos toca ofrecer nuestro apoyo y aprender de las necesidades particulares y culturales de nuestras hermanas. Escuchemos las voces de las mujeres afganas, compartamos su información para evitar opiniones sesgadas y abramos nuestra mente a deconstruirnos cada día más.