/ martes 10 de noviembre de 2020

Sala de espera | ¿Censura?

La ciertamente insólita decisión de las cadenas televisivas estadunidenses CNBC (Universal), ABC y CBS de cortar su transmisión en vivo del discurso del presidente Donald Trump en el que se declaraba ganador y acusaba a su contrincante Joe Biden de fraude electoral, ha causado escozor al menos en México.

El jueves 5 de noviembre, a eso de 18:45 horas de Washington, un presentador de la CNBC aparece en la pantalla que transmitía el discurso de Trump y dice: “Estamos interrumpiendo esto porque lo que el presidente de los Estados Unidos está diciendo, en gran parte, no es verdad en absoluto”.

Casi simultáneamente la ABC y la CBS asumen la misma decisión. Las cadenas CNN y Fox NEWS siguen transmitiendo el discurso poselectoral del presidente, pero a través de sus presentadores y comentaristas acotan sus afirmaciones y las desmienten.

Y entonces en las redes sociales y en algunos medios de información mexicanos brotó la palabra “censura”.

Vamos, como siempre, por el principio: 1.-Por su actividad reporteril el escribidor sabe que la censura y la violación de los derechos humanos sólo puede ser cometidas por un gobierno; ningún particular puede violar los derechos humanos cometer censura contra la libertad de expresión (derecho humano).

2.- Las citadas cadenas televisivas son, como todos los medios de información (salvo unas cuantas excepciones) en todo el mundo, empresas privadas que producen y difunden información, que tienen el absoluto de derecho a tener una línea editorial y sus televidentes, radioescuchas o lectores deciden consumir o no sus productos informativos. Así es este sistema. (Quienes hemos trabajado en un medio de información lo sabemos y lo hemos asumido; los lectores o consumidores de información deberían de saberlo y asumirlo también).

La decisión de esas cadenas televisivas es, entonces, la aplicación de una línea editorial propia, libre, soberana. La censura hubiera ocurrido si la orden del corte hubiera provenido del gobierno de Estados Unidos, de un gobierno estatal o de otra dependencia gubernamental.

Pese a ello, hay quienes sostienen que la decisión editorial de esas cadenas “violó” el derecho a la información de sus televidentes. Otra vez: el derecho a la información obliga al gobierno, no a los particulares. Llevado al extremo absurdo ese argumento, un lector o televidente llegaría a la conclusión de que un diario o un programa deportivos viola su derecho a la información por no incluir información, digamos, política que a él también le interesa… Simple: los medios ejercen una línea editorial; sus consumidores la aceptan o no y, en este caso, buscarán otras opciones.

No, no hubo censura contra el señor Trump; tal vez hubo una revancha de esos medios en respuesta al acoso e insultos que sufrieron por parte del todavía presidente. En el peor de los casos, podría aceptarse que las cadenas televisivas cometerieron una descortesía contra algunos de sus televidentes (sobre todos aquellos simpatizantes de Trump), quienes probablemente dejarán de sintonizarlas, a cambio de que otros las verán por el mismo motivo. Y ambas son consecuencias de una decisión de política editorial.

La ciertamente insólita decisión de las cadenas televisivas estadunidenses CNBC (Universal), ABC y CBS de cortar su transmisión en vivo del discurso del presidente Donald Trump en el que se declaraba ganador y acusaba a su contrincante Joe Biden de fraude electoral, ha causado escozor al menos en México.

El jueves 5 de noviembre, a eso de 18:45 horas de Washington, un presentador de la CNBC aparece en la pantalla que transmitía el discurso de Trump y dice: “Estamos interrumpiendo esto porque lo que el presidente de los Estados Unidos está diciendo, en gran parte, no es verdad en absoluto”.

Casi simultáneamente la ABC y la CBS asumen la misma decisión. Las cadenas CNN y Fox NEWS siguen transmitiendo el discurso poselectoral del presidente, pero a través de sus presentadores y comentaristas acotan sus afirmaciones y las desmienten.

Y entonces en las redes sociales y en algunos medios de información mexicanos brotó la palabra “censura”.

Vamos, como siempre, por el principio: 1.-Por su actividad reporteril el escribidor sabe que la censura y la violación de los derechos humanos sólo puede ser cometidas por un gobierno; ningún particular puede violar los derechos humanos cometer censura contra la libertad de expresión (derecho humano).

2.- Las citadas cadenas televisivas son, como todos los medios de información (salvo unas cuantas excepciones) en todo el mundo, empresas privadas que producen y difunden información, que tienen el absoluto de derecho a tener una línea editorial y sus televidentes, radioescuchas o lectores deciden consumir o no sus productos informativos. Así es este sistema. (Quienes hemos trabajado en un medio de información lo sabemos y lo hemos asumido; los lectores o consumidores de información deberían de saberlo y asumirlo también).

La decisión de esas cadenas televisivas es, entonces, la aplicación de una línea editorial propia, libre, soberana. La censura hubiera ocurrido si la orden del corte hubiera provenido del gobierno de Estados Unidos, de un gobierno estatal o de otra dependencia gubernamental.

Pese a ello, hay quienes sostienen que la decisión editorial de esas cadenas “violó” el derecho a la información de sus televidentes. Otra vez: el derecho a la información obliga al gobierno, no a los particulares. Llevado al extremo absurdo ese argumento, un lector o televidente llegaría a la conclusión de que un diario o un programa deportivos viola su derecho a la información por no incluir información, digamos, política que a él también le interesa… Simple: los medios ejercen una línea editorial; sus consumidores la aceptan o no y, en este caso, buscarán otras opciones.

No, no hubo censura contra el señor Trump; tal vez hubo una revancha de esos medios en respuesta al acoso e insultos que sufrieron por parte del todavía presidente. En el peor de los casos, podría aceptarse que las cadenas televisivas cometerieron una descortesía contra algunos de sus televidentes (sobre todos aquellos simpatizantes de Trump), quienes probablemente dejarán de sintonizarlas, a cambio de que otros las verán por el mismo motivo. Y ambas son consecuencias de una decisión de política editorial.