/ martes 27 de octubre de 2020

Sala de Espera | El real enemigo

Quienes creen que el triunfo del PRI en las elecciones de Coahuila e Hidalgo, la confrontación por la elección de su dirigencia nacional, o el fracaso de una marcha a la que se convocó a “un millón” en apoyo del presidente de la república son indicios de una debacle de Morena en las elecciones del 2021, podrán tener una gran decepción.

1.- Coahuila e Hidalgo han sido bastiones priistas. Son estados en los que no ha habido alternancia en sus gubernaturas, pese a que el PAN haya ganado en diversas ocasiones ciudades importantes en ambos estados. En todo caso, el PRI reafirmó su dominio en las dos entidades y el PAN perdió su histórico segundo lugar en ellas.

2.- La agria disputa por la dirigencia nacional de Morena tampoco es una sorpresa. Morena se autodefine como un movimiento político, no como un partido, lleno de grupos buscadores de poder, y heredero de tradiciones divisionistas; es una escisión del PRD, partido que no logró sobrevivir a las pugnas de sus corrientes, autodefinidas como “tribus”.

Antes, sus abuelos --uno real, el PRI, y otro adoptado: partidos y corrientes de la izquierda histórica-- vivieron esas divisiones. El PRI tenía tres sectores: campesino, obrero y popular, además de movimientos de jóvenes y mujeres. En el sector popular “militaban” lo mismo aseadores de calzado, ambulantes, profesionistas, pequeños, medianos y grandes empresarios, banqueros, militares, burócratas… todos los que no cupieran en la denominación de campesino u obrero. El PRI tenía una gran ventaja para su unidad: la palabra del señor presidente de la república, a la que se obedecía sin reparo. En la izquierda histórica el mayor y el más constante grito fue ¡unidad, unidad!

Así, es natural que en Morena haya corrientes, sectores, tribus que mientras su líder máximo, como en los tiempos del priato, no ordene otra cosa combatirán a sus enemigos internos hasta el exterminio. La elección de su dirigencia nacional lo demuestra: los morenistas se plegaron a la decisión que se tomó en la presidencia de la república, sólo así se explica el cambiante resultado. En los partidos se lucha por espacios de poder, no por principios, que sirven para las campañas electorales.

3.- Lo del fracaso de la manifestación del millón es apenas un mal chiste. Nada significa para el futuro político-electoral.

El enemigo real para cualquier oposición (partidos políticos, coaliciones entre ellos, movimientos ciudadanos nacionales y locales) no es Morena (apenas con unos 280 mil militantes), sino los 20 millones o más de votantes cautivos por el dinero que reciben ellos o sus familiares de los programas “sociales” públicos, quienes no querrán que su “benefactor” (López Obrador) sea derrotado por creer que así perderían sus ingresos. Se llama clientelismo, compra de votos. Por eso a Morena y al presidente de la república les interesa que su nombre esté de una u otra forma en las boletas del 2021, y para ello servirá la “consulta” sobre enjuiciar a los expresidentes, a quienes no se van a enjuiciar.

Si la oposición no lo entiende y no ofrece alternativas, está perdida desde ahora. Su mayor oportunidad, sin duda, está en comenzar desde abajo, con lo local, lo más real y cercano a los ciudadanos. Le quedan ocho meses.

Quienes creen que el triunfo del PRI en las elecciones de Coahuila e Hidalgo, la confrontación por la elección de su dirigencia nacional, o el fracaso de una marcha a la que se convocó a “un millón” en apoyo del presidente de la república son indicios de una debacle de Morena en las elecciones del 2021, podrán tener una gran decepción.

1.- Coahuila e Hidalgo han sido bastiones priistas. Son estados en los que no ha habido alternancia en sus gubernaturas, pese a que el PAN haya ganado en diversas ocasiones ciudades importantes en ambos estados. En todo caso, el PRI reafirmó su dominio en las dos entidades y el PAN perdió su histórico segundo lugar en ellas.

2.- La agria disputa por la dirigencia nacional de Morena tampoco es una sorpresa. Morena se autodefine como un movimiento político, no como un partido, lleno de grupos buscadores de poder, y heredero de tradiciones divisionistas; es una escisión del PRD, partido que no logró sobrevivir a las pugnas de sus corrientes, autodefinidas como “tribus”.

Antes, sus abuelos --uno real, el PRI, y otro adoptado: partidos y corrientes de la izquierda histórica-- vivieron esas divisiones. El PRI tenía tres sectores: campesino, obrero y popular, además de movimientos de jóvenes y mujeres. En el sector popular “militaban” lo mismo aseadores de calzado, ambulantes, profesionistas, pequeños, medianos y grandes empresarios, banqueros, militares, burócratas… todos los que no cupieran en la denominación de campesino u obrero. El PRI tenía una gran ventaja para su unidad: la palabra del señor presidente de la república, a la que se obedecía sin reparo. En la izquierda histórica el mayor y el más constante grito fue ¡unidad, unidad!

Así, es natural que en Morena haya corrientes, sectores, tribus que mientras su líder máximo, como en los tiempos del priato, no ordene otra cosa combatirán a sus enemigos internos hasta el exterminio. La elección de su dirigencia nacional lo demuestra: los morenistas se plegaron a la decisión que se tomó en la presidencia de la república, sólo así se explica el cambiante resultado. En los partidos se lucha por espacios de poder, no por principios, que sirven para las campañas electorales.

3.- Lo del fracaso de la manifestación del millón es apenas un mal chiste. Nada significa para el futuro político-electoral.

El enemigo real para cualquier oposición (partidos políticos, coaliciones entre ellos, movimientos ciudadanos nacionales y locales) no es Morena (apenas con unos 280 mil militantes), sino los 20 millones o más de votantes cautivos por el dinero que reciben ellos o sus familiares de los programas “sociales” públicos, quienes no querrán que su “benefactor” (López Obrador) sea derrotado por creer que así perderían sus ingresos. Se llama clientelismo, compra de votos. Por eso a Morena y al presidente de la república les interesa que su nombre esté de una u otra forma en las boletas del 2021, y para ello servirá la “consulta” sobre enjuiciar a los expresidentes, a quienes no se van a enjuiciar.

Si la oposición no lo entiende y no ofrece alternativas, está perdida desde ahora. Su mayor oportunidad, sin duda, está en comenzar desde abajo, con lo local, lo más real y cercano a los ciudadanos. Le quedan ocho meses.