/ martes 15 de febrero de 2022

Sala de Espera | No es Loret, es la profesión

Ningún gobierno mexicano posrevolucionario ha escapado a la tentación de controlar el derecho a la libertad de expresión. Sin hablar de represión, que ha sido mucha, baste recordar que de 1934 a 1989 el papel periódico era monopolio de la Productora e Importadora de Papel (PIPSA), empresa paraestatal.

A lo largo de más de 90 años han sido muchas las embestidas gubernamentales (de los tres niveles) contra los medios de información y contra los periodistas. Pocos han sido notables precisamente por el control que se ejerce contra las empresas periodísticas, y la mayoría de las veces han quedado en simples anécdotas, no se diga cuando ocurren en la provincia, donde en pleno siglo XXI en lo que va del año se ha asesinado a cinco periodistas.

En los sexenios de Miguel Alemán, Luis Echeverría y José López Portillo ocurrieron ataques contra la libertad de expresión que, por sus protagonistas, que hoy se recuerdan simbólicos.

En 1952, la revista Hoy, dirigida por José Pagés Llergo, fue cerrada luego de publicar en su portada una fotografía de Beatriz Alemán y su esposo Carlos Girón en un cabaret en París: el yerno del presidente tenía fija la mira en una bailarina semidesnuda. Entonces, Pagés fundó Siempre!

En 1949, Jorge Piñó Sandoval, director de la revista Presente, tuvo que asilarse en Argentina, por la presiones gubernamentales que sufrió por sus críticas al poder.

Con Echeverría y López Portillo, de quienes hoy se reviven muchas “políticas públicas, Julio Scherer García fue el principal objetivo, primero en Excélsior (1976) y luego en Proceso (1982). Un boicot publicitario gubernamental simultáneo al que sufrió este semanario provocó el fin de la revista Crítica Política, de Carlos Perzábal.

En el caso de Proceso también existió el elemento de la familia presidencial. López Portillo que quejó de que de que la revista se había metido con “sangre de mi sangre”: su hermana Margarita, directora de Radio Televisión y Cinematografía (RTC).

Como ahora, los hechos fueron casi ignorados por los grandes medios nacionales, incluso el de Excélsior, cuya repercusión fue mayor en el extranjero y luego se volvió emblemático por el libro Los periodistas de Vicente Leñero.

Hoy la mayor embestida es contra Carlos Loret de Mola, por la divulgación en el portal Latinus de un reportaje de la organización “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad”, sobre un probable conflicto de interés entre el hijo mayor del presidente de la República y Pemex, y su opulento estilo de vida en Houston, que contradice el discurso de la austeridad.

El presidente no ha podido ocultar su enojo por la publicación, que pese a todo no ha logrado ser desmentida, y carga contra Loret de Mola, dando a conocer datos personales que podrían constituir la comisión de delitos. Desde el poder ha mostrado su ira y, hay que decirlo, expone al periodista a otro tipo de agresiones.

Y hoy, otra vez, como antes, el poder político no embiste y agrede a una persona, sino a la libertad de expresión, que muchos consideran la madre de todos los derechos humanos.

En 1976, se presentó una demanda contra Scherer García por asuntos de la cooperativa Excélsior. Al acudir a declarar, Televisa desplegó un gran operativo para “cubrirlo”.

Ante la instancia del reportero por una entrevista, Vicente Leñero le gritó: “Carajo, pero qué no te das cuenta. Lo que están enjunciando es a tu profesión”.

Ningún gobierno mexicano posrevolucionario ha escapado a la tentación de controlar el derecho a la libertad de expresión. Sin hablar de represión, que ha sido mucha, baste recordar que de 1934 a 1989 el papel periódico era monopolio de la Productora e Importadora de Papel (PIPSA), empresa paraestatal.

A lo largo de más de 90 años han sido muchas las embestidas gubernamentales (de los tres niveles) contra los medios de información y contra los periodistas. Pocos han sido notables precisamente por el control que se ejerce contra las empresas periodísticas, y la mayoría de las veces han quedado en simples anécdotas, no se diga cuando ocurren en la provincia, donde en pleno siglo XXI en lo que va del año se ha asesinado a cinco periodistas.

En los sexenios de Miguel Alemán, Luis Echeverría y José López Portillo ocurrieron ataques contra la libertad de expresión que, por sus protagonistas, que hoy se recuerdan simbólicos.

En 1952, la revista Hoy, dirigida por José Pagés Llergo, fue cerrada luego de publicar en su portada una fotografía de Beatriz Alemán y su esposo Carlos Girón en un cabaret en París: el yerno del presidente tenía fija la mira en una bailarina semidesnuda. Entonces, Pagés fundó Siempre!

En 1949, Jorge Piñó Sandoval, director de la revista Presente, tuvo que asilarse en Argentina, por la presiones gubernamentales que sufrió por sus críticas al poder.

Con Echeverría y López Portillo, de quienes hoy se reviven muchas “políticas públicas, Julio Scherer García fue el principal objetivo, primero en Excélsior (1976) y luego en Proceso (1982). Un boicot publicitario gubernamental simultáneo al que sufrió este semanario provocó el fin de la revista Crítica Política, de Carlos Perzábal.

En el caso de Proceso también existió el elemento de la familia presidencial. López Portillo que quejó de que de que la revista se había metido con “sangre de mi sangre”: su hermana Margarita, directora de Radio Televisión y Cinematografía (RTC).

Como ahora, los hechos fueron casi ignorados por los grandes medios nacionales, incluso el de Excélsior, cuya repercusión fue mayor en el extranjero y luego se volvió emblemático por el libro Los periodistas de Vicente Leñero.

Hoy la mayor embestida es contra Carlos Loret de Mola, por la divulgación en el portal Latinus de un reportaje de la organización “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad”, sobre un probable conflicto de interés entre el hijo mayor del presidente de la República y Pemex, y su opulento estilo de vida en Houston, que contradice el discurso de la austeridad.

El presidente no ha podido ocultar su enojo por la publicación, que pese a todo no ha logrado ser desmentida, y carga contra Loret de Mola, dando a conocer datos personales que podrían constituir la comisión de delitos. Desde el poder ha mostrado su ira y, hay que decirlo, expone al periodista a otro tipo de agresiones.

Y hoy, otra vez, como antes, el poder político no embiste y agrede a una persona, sino a la libertad de expresión, que muchos consideran la madre de todos los derechos humanos.

En 1976, se presentó una demanda contra Scherer García por asuntos de la cooperativa Excélsior. Al acudir a declarar, Televisa desplegó un gran operativo para “cubrirlo”.

Ante la instancia del reportero por una entrevista, Vicente Leñero le gritó: “Carajo, pero qué no te das cuenta. Lo que están enjunciando es a tu profesión”.