/ martes 8 de diciembre de 2020

Sala de Espera | Productividad de 97%

En su enésimo discurso-informe gubernamental del 1º diciembre, el señor presidente de la república -electo por 30 millones de ciudadanos de los casi 90 millones del padrón electoral, dicho sea de paso- aseveró que 97 de 100 de sus promesas electorales a los ciudadanos ya han sido cumplidas, en apenas dos años de gestión.

¡Caray! Una productividad del 97% y aún le faltan cuatro años de gobierno. Tal vez es una buena oportunidad para hacer nuevas y muchas más promesas a sus votantes.

Pero, de ser cierta la afirmación presidencial, sacando cuentas las tres promesas que le faltan por cumplir son, nada más ni tampoco menos, las que tienen qué ver con la inseguridad, criminalidad y violencia; la economía, y la salud pública (ésta última profundamente agravada por la pandemia del covid 19, que hay que decirlo: no es responsabilidad de la presunta transformación que padece el país, pero que el gobierno sí tiene la obligación de contenerla).

En dos años de gobierno, la autodenominada Cuarta Transformación ha acumulado el doble de homicidios que en la administración de Enrique Peña Nieto (los números del gobierno de Felipe Calderón, calificado de gobierno asesino, son todavía menores); los delitos crecen todos los días; el Ejército y la Marina siguen en las calles haciendo labores de policías como antes; la flamante Guardia Nacional brilla por su ausencia.

La economía: bueno, el Producto Interno Bruto se desplomó; el desempleo es ya un desastre nacional; hasta hoy han quebrado más de un millón de pequeñas y medianas empresas, que son la mayor fuente de empleo para los mexicanos; la inversión extranjera directa, por primera vez en muchos años (desde1988), cayó; la inflación crece todos los días; y el petróleo no ha sido solución, pese a las multimillonarias inversiones públicas (dinero bueno al malo) en Pemex.

En salud pública: el IMSS y el ISSSTE y el Insabi (si existe) no atienden a sus derechohabientes porque están enfocados y rebasados por la pandemia del covid. Las políticas públicas de salud han fracasado, y cuando la Organización Mundial de la Salud lo advierte, los responsables de ellas dicen que la culpa es de los ciudadanos. Los niños enfermos de cáncer han sido abandonados; y es ya preocupante el desabasto de medicinas y la escasez de vacunas.

Esas son las tres promesas que faltan por cumplir. Es probable que el escribidor se equivoque y sean otras, según el cálculo oficial. Y aquí no se ha incluido el presunto combate a la corrupción oficial, que en dos años ya es escandalosa.

Bueno, ni siquiera se ha cumplido la de venta del avión presidencial, que por cierto está entre las 97: no se vendió, pero se sorteó en una rifa que no era rifa, que nadie lo ganó y ahora esta arrumbado en un hangar oficial.

O tal vez las tres promesas no cumplidas son aquellas de no mentir, no robar y no traicionar.

Las graves consecuencias del desastre de hoy, que ya comienzan a manifestarse, las padecerán en algunos años más todos mexicanos, incluidos los hijos y los nietos de aquellos 30 millones que en 2018 votaron por la “transformación”. “¿Cómo se iba a saber?”, ya se justifican algunos de ellos.

En su enésimo discurso-informe gubernamental del 1º diciembre, el señor presidente de la república -electo por 30 millones de ciudadanos de los casi 90 millones del padrón electoral, dicho sea de paso- aseveró que 97 de 100 de sus promesas electorales a los ciudadanos ya han sido cumplidas, en apenas dos años de gestión.

¡Caray! Una productividad del 97% y aún le faltan cuatro años de gobierno. Tal vez es una buena oportunidad para hacer nuevas y muchas más promesas a sus votantes.

Pero, de ser cierta la afirmación presidencial, sacando cuentas las tres promesas que le faltan por cumplir son, nada más ni tampoco menos, las que tienen qué ver con la inseguridad, criminalidad y violencia; la economía, y la salud pública (ésta última profundamente agravada por la pandemia del covid 19, que hay que decirlo: no es responsabilidad de la presunta transformación que padece el país, pero que el gobierno sí tiene la obligación de contenerla).

En dos años de gobierno, la autodenominada Cuarta Transformación ha acumulado el doble de homicidios que en la administración de Enrique Peña Nieto (los números del gobierno de Felipe Calderón, calificado de gobierno asesino, son todavía menores); los delitos crecen todos los días; el Ejército y la Marina siguen en las calles haciendo labores de policías como antes; la flamante Guardia Nacional brilla por su ausencia.

La economía: bueno, el Producto Interno Bruto se desplomó; el desempleo es ya un desastre nacional; hasta hoy han quebrado más de un millón de pequeñas y medianas empresas, que son la mayor fuente de empleo para los mexicanos; la inversión extranjera directa, por primera vez en muchos años (desde1988), cayó; la inflación crece todos los días; y el petróleo no ha sido solución, pese a las multimillonarias inversiones públicas (dinero bueno al malo) en Pemex.

En salud pública: el IMSS y el ISSSTE y el Insabi (si existe) no atienden a sus derechohabientes porque están enfocados y rebasados por la pandemia del covid. Las políticas públicas de salud han fracasado, y cuando la Organización Mundial de la Salud lo advierte, los responsables de ellas dicen que la culpa es de los ciudadanos. Los niños enfermos de cáncer han sido abandonados; y es ya preocupante el desabasto de medicinas y la escasez de vacunas.

Esas son las tres promesas que faltan por cumplir. Es probable que el escribidor se equivoque y sean otras, según el cálculo oficial. Y aquí no se ha incluido el presunto combate a la corrupción oficial, que en dos años ya es escandalosa.

Bueno, ni siquiera se ha cumplido la de venta del avión presidencial, que por cierto está entre las 97: no se vendió, pero se sorteó en una rifa que no era rifa, que nadie lo ganó y ahora esta arrumbado en un hangar oficial.

O tal vez las tres promesas no cumplidas son aquellas de no mentir, no robar y no traicionar.

Las graves consecuencias del desastre de hoy, que ya comienzan a manifestarse, las padecerán en algunos años más todos mexicanos, incluidos los hijos y los nietos de aquellos 30 millones que en 2018 votaron por la “transformación”. “¿Cómo se iba a saber?”, ya se justifican algunos de ellos.