/ lunes 24 de diciembre de 2018

Salario mínimo: El largo camino por andar

El reciente aumento al salario mínimo revirtió la tendencia de precarización a la que se le había sometido durante los últimos 35 años: una estrategia para contener la inflación en los 80, que recargó la mayor parte de los costos de los diversos ajustes macroeconómicos sobre los trabajadores y sus familias.

En los pasados tres años se habían presentado algunos aumentos superiores a la inflación, pero también es importante mencionar que los mismos habían sido impulsados desde el sector privado y, paradójicamente, contenidos por la autoridad federal.

En esta ocasión las condiciones fueron distintas, el nuevo gobierno decidió aplicar un incremento de 16 por ciento al salario mínimo general y en la frontera norte de 100 por ciento.

Sin duda ello traerá un beneficio para los trabajadores que recibirán el aumento, sin embargo, es relevante mencionar uno de los desafíos que enfrentará la nueva política salarial: la informalidad.

De acuerdo con las cifras del IMSS, en promedio, los trabajadores afiliados con un salario mínimo a la institución son menos de 1 por ciento de los 20 millones que contabiliza. El promedio del salario de cotización es de 292 pesos diarios, una cifra que claramente supera al minisalario. La evidencia es clara.

¿En dónde radica el problema? En la informalidad. De acuerdo con el INEGI, en México hay 8.5 millones de personas con un salario mínimo, o menos, de ingreso por la ocupación que desempeñan.

Si se analizan conjuntamente las cifras del IMSS e INEGI, lo que puede inferirse es que la informalidad genera la mayor proporción de personas ocupadas con un ingreso inferior al salario mínimo.

Además, casi la mitad son trabajadores, el resto trabaja por cuenta propia, es decir, no se pueden dar el aumento en automático, porque depende de las condiciones de su micronegocio informal. En dicha situación se encuentran casi cuatro millones de mexicanos.

Debe reconocerse que el alza al salario mínimo representa un paso en el sentido correcto, pero sólo el abatimiento de la informalidad permitirá terminar con la precarización laboral en la que vive la mayoría.

En la informalidad no hay garantía de que se aplicará el alza. Por definición no se respetan leyes y reglamentos en materia laboral y de seguridad social.

Además debe considerarse otra situación. Durante los últimos 12 años la mayor afectación a los trabajadores fue la desaparición de los puestos laborales que pagan más de 3 salarios mínimos: menos del 1% de los mexicanos ocupados ganan más de 10 salarios mínimos y menos del 5% más de 5 salarios mínimos.

Cada año se destruye empleo que paga bien y no se recupera, representa la erosión de las condiciones de bienestar social y tiene otra perspectiva: la precarización de las condiciones en las que viven las empresas. Inseguridad, corrupción, falta de crédito, competencia desleal de las importaciones, ausencia de una política industrial y comercial justa, representan solo algunas de las aristas que dañan a la economía de México.

Por tanto, es positivo el incremento al salario mínimo, representa el primer paso de un largo camino por andar y el cual requiere una política económica integral que propicie crecimiento y bienestar.

El reciente aumento al salario mínimo revirtió la tendencia de precarización a la que se le había sometido durante los últimos 35 años: una estrategia para contener la inflación en los 80, que recargó la mayor parte de los costos de los diversos ajustes macroeconómicos sobre los trabajadores y sus familias.

En los pasados tres años se habían presentado algunos aumentos superiores a la inflación, pero también es importante mencionar que los mismos habían sido impulsados desde el sector privado y, paradójicamente, contenidos por la autoridad federal.

En esta ocasión las condiciones fueron distintas, el nuevo gobierno decidió aplicar un incremento de 16 por ciento al salario mínimo general y en la frontera norte de 100 por ciento.

Sin duda ello traerá un beneficio para los trabajadores que recibirán el aumento, sin embargo, es relevante mencionar uno de los desafíos que enfrentará la nueva política salarial: la informalidad.

De acuerdo con las cifras del IMSS, en promedio, los trabajadores afiliados con un salario mínimo a la institución son menos de 1 por ciento de los 20 millones que contabiliza. El promedio del salario de cotización es de 292 pesos diarios, una cifra que claramente supera al minisalario. La evidencia es clara.

¿En dónde radica el problema? En la informalidad. De acuerdo con el INEGI, en México hay 8.5 millones de personas con un salario mínimo, o menos, de ingreso por la ocupación que desempeñan.

Si se analizan conjuntamente las cifras del IMSS e INEGI, lo que puede inferirse es que la informalidad genera la mayor proporción de personas ocupadas con un ingreso inferior al salario mínimo.

Además, casi la mitad son trabajadores, el resto trabaja por cuenta propia, es decir, no se pueden dar el aumento en automático, porque depende de las condiciones de su micronegocio informal. En dicha situación se encuentran casi cuatro millones de mexicanos.

Debe reconocerse que el alza al salario mínimo representa un paso en el sentido correcto, pero sólo el abatimiento de la informalidad permitirá terminar con la precarización laboral en la que vive la mayoría.

En la informalidad no hay garantía de que se aplicará el alza. Por definición no se respetan leyes y reglamentos en materia laboral y de seguridad social.

Además debe considerarse otra situación. Durante los últimos 12 años la mayor afectación a los trabajadores fue la desaparición de los puestos laborales que pagan más de 3 salarios mínimos: menos del 1% de los mexicanos ocupados ganan más de 10 salarios mínimos y menos del 5% más de 5 salarios mínimos.

Cada año se destruye empleo que paga bien y no se recupera, representa la erosión de las condiciones de bienestar social y tiene otra perspectiva: la precarización de las condiciones en las que viven las empresas. Inseguridad, corrupción, falta de crédito, competencia desleal de las importaciones, ausencia de una política industrial y comercial justa, representan solo algunas de las aristas que dañan a la economía de México.

Por tanto, es positivo el incremento al salario mínimo, representa el primer paso de un largo camino por andar y el cual requiere una política económica integral que propicie crecimiento y bienestar.