/ lunes 3 de junio de 2019

Seguridad e integración

Como era de esperarse, se generalizó la oposición a la estrategia del presidente de los Estados Unidos para presionar a México en materia migratoria, la cual va más allá de la retórica y logra poner nerviosos a los mercados, para incendiar las expectativas económicas de por sí, en franco deterioro a nivel global y en un momento delicado para México, en plena transición del nuevo régimen que requiere buenas noticias económicas para consolidar sus estrategias.

Difícilmente se puede separar las estrategias de desarrollo y subsumirlas al comercio exterior en materia de relación bilateral. El comercio, la economía, la reindustrialización y la generación de empleos, también corren en el carril de los flujos migratorios, la movilidad de recursos materiales y financieros, y hoy más que nunca: la Seguridad Nacional.

En aras de la seguridad nacional, el gobierno de Estados Unidos ha establecido una guerra comercial con todo el mundo con dos objetivos muy claros. Primero para la reindustrialización de Estados Unidos se requiere un nuevo marco fiscal, un sistema de protección efectiva o complementación comercial y la definición de una política industrial que impulse sectores intensivos en investigación y desarrollo tecnológico como el farmacéutico, las telecomunicaciones, el comercio electrónico, las tecnologías de información y comunicación, las energías para uso industrial, en especial el gas natural, así como la industria bélica que se articula en todos los sectores de punta a nivel global. Segundo, para disminuir la vulnerabilidad económica con la administración de los déficits comerciales con terceros países, como China y México, mediante barreras críticas al comercio e incluso de carácter tecnológico que asombraron al mundo.

El costo beneficio de las medidas impuestas, difícilmente tendrá efectos estructurales de corto plazo, pero sí tiene severos efectos de corto plazo que se traducen en una reconfiguración de expectativas, incertidumbre en proyectos de largo plazo, volatilidad financiera y monetaria, y de manera articular, en el proceso de integración económica de América del Norte.

A pesar de que México ya es el principal socio comercial de Estados Unidos, la ideología en el poder sostiene que ha sido a costa del propio crecimiento nacional de su industria y la pauperización creciente de las clases medias americanas, que resienten la polarización y el crecimiento de la desigualdad en ese país.

Por ello, el tema migratorio en la política americana es un foco polarizante y también de seguridad nacional para ese país. La declaratoria de las medidas emergentes que se impondrán a México es contundente y demuestra que el tema es vital para el principal socio comercial de México. La señal es clara, la falta de cooperación y el cumplimiento de la ley en México en materia migratoria, vulnera la seguridad nacional de Estados Unidos, ha colapsado el sistema migratorio legal y violentado su frontera con inserciones ilegales masivas que configuran, tanto en México como en Estados Unidos, una crisis humanitaria creciente.

Para un país que depende de su comercio exterior y de un modelo de desarrollo anclado a la economía de América del Norte, la interdependencia, el tejido industrial y el volumen de operaciones diarias, hacen extremadamente compleja la zona fronteriza como región y los flujos de comercio por sus diferentes puntos de acceso. Introducir al complejo panorama de la frontera la coacción estadounidense y en convertir a México un “tercer país seguro” en materia migratoria, imprimen nuevas condiciones sociales y económicas en las ciudades fronterizas, incapaces de salvaguardar la seguridad de su población, y que aún así, tienen que enfrentar el problema.

En tiempos pre-electorales en Estados Unidos, en tiempos de gran incertidumbre global y en tiempos de la cuarta revolución industrial, el gobierno de Estados Unidos sigue aplicando palancas no convencionales como arma de negociación para alinear procesos, aliados y electores.

El neonacionalismo se exacerba y las reglas para México no sólo serán comerciales, sino que también se refieren al cumplimiento de sus leyes, al combate a la corrupción, en la lucha contra las drogas y la inseguridad, al cuidado al medio ambiente y las reformas laborales necesarias para garantizar la libertad de asociación sindical. Las reglas también incluirán la seguridad nacional del bloque comercial empezando por la seguridad e integridad de la frontera sur de México.

En México se tendrá que pensar más allá del programa de cooperación para el desarrollo propuesto por el presidente de México, que en términos como lo ha planteado la CEPAL, reclama inversiones cuantiosas con impactos de mediano y largo plazos, no sólo en materia económica, sino fundamentalmente en materia migratoria. La amenaza del presidente de Estados Unidos referente al tema migratorio fue desoída en México y se siguió con la diplomacia desarrollista, mientras la integridad de ambas fronteras se vulnera sistemáticamente, tanto la frontera sur de México como la frontera sur de Estados Unidos.

La premisa de negociación por ahora es de fuerza, de hegemonía económica y de prioridades. Si México quiere el T MEC, tendrá que alinear sus políticas públicas y sus leyes, pero sobre todo, en atender las críticas de demócratas y republicanos respecto al cumplimiento de las leyes en México: el Estado de Derecho.

Por lo tanto, un acuerdo binacional en materia migratoria pasa necesariamente por el enfoque de seguridad nacional y derechos humanos, que logre articular la integridad física de las fronteras; mejorar la logística y la comunicación; contener a las caravanas de migrantes; mejorar la infraestructura como “tercer país seguro”; reforzar la aplicación de las leyes migratorias en México y trasladar el foco rojo a la frontera sur para la contención y gestión estratégica del problema humanitario. En este punto de convergencia se centrará la negociación con Estados Unidos, entre la iniciativa Mérida en un extremo y el Plan de Desarrollo Integral del Sur de México y Centroamérica en el otro.

@RAlpizarV

Como era de esperarse, se generalizó la oposición a la estrategia del presidente de los Estados Unidos para presionar a México en materia migratoria, la cual va más allá de la retórica y logra poner nerviosos a los mercados, para incendiar las expectativas económicas de por sí, en franco deterioro a nivel global y en un momento delicado para México, en plena transición del nuevo régimen que requiere buenas noticias económicas para consolidar sus estrategias.

Difícilmente se puede separar las estrategias de desarrollo y subsumirlas al comercio exterior en materia de relación bilateral. El comercio, la economía, la reindustrialización y la generación de empleos, también corren en el carril de los flujos migratorios, la movilidad de recursos materiales y financieros, y hoy más que nunca: la Seguridad Nacional.

En aras de la seguridad nacional, el gobierno de Estados Unidos ha establecido una guerra comercial con todo el mundo con dos objetivos muy claros. Primero para la reindustrialización de Estados Unidos se requiere un nuevo marco fiscal, un sistema de protección efectiva o complementación comercial y la definición de una política industrial que impulse sectores intensivos en investigación y desarrollo tecnológico como el farmacéutico, las telecomunicaciones, el comercio electrónico, las tecnologías de información y comunicación, las energías para uso industrial, en especial el gas natural, así como la industria bélica que se articula en todos los sectores de punta a nivel global. Segundo, para disminuir la vulnerabilidad económica con la administración de los déficits comerciales con terceros países, como China y México, mediante barreras críticas al comercio e incluso de carácter tecnológico que asombraron al mundo.

El costo beneficio de las medidas impuestas, difícilmente tendrá efectos estructurales de corto plazo, pero sí tiene severos efectos de corto plazo que se traducen en una reconfiguración de expectativas, incertidumbre en proyectos de largo plazo, volatilidad financiera y monetaria, y de manera articular, en el proceso de integración económica de América del Norte.

A pesar de que México ya es el principal socio comercial de Estados Unidos, la ideología en el poder sostiene que ha sido a costa del propio crecimiento nacional de su industria y la pauperización creciente de las clases medias americanas, que resienten la polarización y el crecimiento de la desigualdad en ese país.

Por ello, el tema migratorio en la política americana es un foco polarizante y también de seguridad nacional para ese país. La declaratoria de las medidas emergentes que se impondrán a México es contundente y demuestra que el tema es vital para el principal socio comercial de México. La señal es clara, la falta de cooperación y el cumplimiento de la ley en México en materia migratoria, vulnera la seguridad nacional de Estados Unidos, ha colapsado el sistema migratorio legal y violentado su frontera con inserciones ilegales masivas que configuran, tanto en México como en Estados Unidos, una crisis humanitaria creciente.

Para un país que depende de su comercio exterior y de un modelo de desarrollo anclado a la economía de América del Norte, la interdependencia, el tejido industrial y el volumen de operaciones diarias, hacen extremadamente compleja la zona fronteriza como región y los flujos de comercio por sus diferentes puntos de acceso. Introducir al complejo panorama de la frontera la coacción estadounidense y en convertir a México un “tercer país seguro” en materia migratoria, imprimen nuevas condiciones sociales y económicas en las ciudades fronterizas, incapaces de salvaguardar la seguridad de su población, y que aún así, tienen que enfrentar el problema.

En tiempos pre-electorales en Estados Unidos, en tiempos de gran incertidumbre global y en tiempos de la cuarta revolución industrial, el gobierno de Estados Unidos sigue aplicando palancas no convencionales como arma de negociación para alinear procesos, aliados y electores.

El neonacionalismo se exacerba y las reglas para México no sólo serán comerciales, sino que también se refieren al cumplimiento de sus leyes, al combate a la corrupción, en la lucha contra las drogas y la inseguridad, al cuidado al medio ambiente y las reformas laborales necesarias para garantizar la libertad de asociación sindical. Las reglas también incluirán la seguridad nacional del bloque comercial empezando por la seguridad e integridad de la frontera sur de México.

En México se tendrá que pensar más allá del programa de cooperación para el desarrollo propuesto por el presidente de México, que en términos como lo ha planteado la CEPAL, reclama inversiones cuantiosas con impactos de mediano y largo plazos, no sólo en materia económica, sino fundamentalmente en materia migratoria. La amenaza del presidente de Estados Unidos referente al tema migratorio fue desoída en México y se siguió con la diplomacia desarrollista, mientras la integridad de ambas fronteras se vulnera sistemáticamente, tanto la frontera sur de México como la frontera sur de Estados Unidos.

La premisa de negociación por ahora es de fuerza, de hegemonía económica y de prioridades. Si México quiere el T MEC, tendrá que alinear sus políticas públicas y sus leyes, pero sobre todo, en atender las críticas de demócratas y republicanos respecto al cumplimiento de las leyes en México: el Estado de Derecho.

Por lo tanto, un acuerdo binacional en materia migratoria pasa necesariamente por el enfoque de seguridad nacional y derechos humanos, que logre articular la integridad física de las fronteras; mejorar la logística y la comunicación; contener a las caravanas de migrantes; mejorar la infraestructura como “tercer país seguro”; reforzar la aplicación de las leyes migratorias en México y trasladar el foco rojo a la frontera sur para la contención y gestión estratégica del problema humanitario. En este punto de convergencia se centrará la negociación con Estados Unidos, entre la iniciativa Mérida en un extremo y el Plan de Desarrollo Integral del Sur de México y Centroamérica en el otro.

@RAlpizarV