/ jueves 7 de diciembre de 2017

Seguridad, justicia y corrupción

En su discurso del domingo pasado José Meade Kuribreña, al registrar su precandidatura en el PRI a la Presidencia de la República,  le dio prioridad a la seguridad, a la justicia y al combate a la corrupción. Hizo más que bien pues la prioridad va en ese orden, siendo que todo lo demás -consolidación y progreso económicos, empleos y educación- depende de que haya seguridad, justicia y de que se luche contra la corrupción; ya que la violencia desenfrenada, el soborno y las dádivas corrompen la práctica de la democracia.

Ese es el discurso y ese es el tema que hay que analizar y discutir, proponiendo posibles soluciones. Y ese es el tema no elegido especialmente por Meade, ya que se lo impone la realidad insoslayable, cuestión que sin duda deberán abordar los precandidatos o candidatos de otros partidos a la presidencia de la República. Desde luego Meade conoce el problema en sus distintas vertientes. Como egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM estudió en sus cursos de Derecho Penal los pormenores de aquél, sus aspectos más relevantes y su enfoque teórico. Ahora falta que del espacio de la teoría pase el asunto a la cruda realidad que hoy nos lacera como nunca antes, impidiendo que avancemos. Pero abogados o no todos estamos conscientes de que la inseguridad, la injusticia y la corrupción son los flagelos del México actual. Y eso, insisto, es lo que sobre todo hay que discutir en la campaña política que se avecina.

Ahora bien, hay muchos políticos despistados que se pierden en la bruma de las especulaciones económicas. Nadie puede estar en desacuerdo con que en ninguna mesa debe faltar el alimento diario, pero yo me pregunto si no es más importante evitar o impedir que a la vuelta de la esquina, por lo menos, y después de tomarlo, lo asalten a uno. Es decir, la inseguridad corta toda posibilidad de tranquilidad, de sana convivencia e incluso de felicidad.

Por eso es que los candidatos deben priorizar su agenda temática. Y para no ir más lejos hay que recodar que las encuestas, tan a menudo inciertas o imprecisas, fallidas con frecuencia, insisten de manera acorde en que la inseguridad, conforme a la opinión pública, es el flagelo número uno de la nación. No es vivible, o es imperfecto y hasta angustiosamente vivible, un país en que la información cotidiana da cuenta, en promedio, de cincuenta y cinco o más homicidios cometidos en la República.

Aparte de que la corrupción se ha vuelta la regla de cualquier gestión administrativa o pública, y de que altos o muy altos funcionarios se enriquecen sin pudor de la noche a la mañana pregonando su deshonestidad con un cinismo expreso. Por eso es que la agenda política prioritaria en 2018 es seguridad, justicia, y combate a la corrupción, porque hoy tenemos inseguridad, injusticia y corrupción en grado superlativo.

No es entendible, pues, hacer política sin tener presentes los valores positivos y superiores de la política, en especial cuando se han deteriorado al extremo de taponar el progreso económico del país.

Yo no niego que debemos y podemos progresar en lo económico, pero sobre bases sólidas de respeto a la integridad corporal y vida de las personas y sin que la impunidad haga su agosto a costa de la probidad y entereza moral de quienes procuran o imparten justicia, propiciando la corrupción.

Hay que rescatar a México mirándonos en el espejo de las mejores épocas de nuestra historia, como la Reforma donde era ejemplar la calidad moral de la vida pública. Seguridad, justicia y honestidad son el punto de partida de la recuperación del país.

Así las cosas el primero que se ha subido a la palestra política lo ha entendido, y deberán entenderlo los demás. Ese es el tema, el debate, la razón de ser de las futuras elecciones.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

En su discurso del domingo pasado José Meade Kuribreña, al registrar su precandidatura en el PRI a la Presidencia de la República,  le dio prioridad a la seguridad, a la justicia y al combate a la corrupción. Hizo más que bien pues la prioridad va en ese orden, siendo que todo lo demás -consolidación y progreso económicos, empleos y educación- depende de que haya seguridad, justicia y de que se luche contra la corrupción; ya que la violencia desenfrenada, el soborno y las dádivas corrompen la práctica de la democracia.

Ese es el discurso y ese es el tema que hay que analizar y discutir, proponiendo posibles soluciones. Y ese es el tema no elegido especialmente por Meade, ya que se lo impone la realidad insoslayable, cuestión que sin duda deberán abordar los precandidatos o candidatos de otros partidos a la presidencia de la República. Desde luego Meade conoce el problema en sus distintas vertientes. Como egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM estudió en sus cursos de Derecho Penal los pormenores de aquél, sus aspectos más relevantes y su enfoque teórico. Ahora falta que del espacio de la teoría pase el asunto a la cruda realidad que hoy nos lacera como nunca antes, impidiendo que avancemos. Pero abogados o no todos estamos conscientes de que la inseguridad, la injusticia y la corrupción son los flagelos del México actual. Y eso, insisto, es lo que sobre todo hay que discutir en la campaña política que se avecina.

Ahora bien, hay muchos políticos despistados que se pierden en la bruma de las especulaciones económicas. Nadie puede estar en desacuerdo con que en ninguna mesa debe faltar el alimento diario, pero yo me pregunto si no es más importante evitar o impedir que a la vuelta de la esquina, por lo menos, y después de tomarlo, lo asalten a uno. Es decir, la inseguridad corta toda posibilidad de tranquilidad, de sana convivencia e incluso de felicidad.

Por eso es que los candidatos deben priorizar su agenda temática. Y para no ir más lejos hay que recodar que las encuestas, tan a menudo inciertas o imprecisas, fallidas con frecuencia, insisten de manera acorde en que la inseguridad, conforme a la opinión pública, es el flagelo número uno de la nación. No es vivible, o es imperfecto y hasta angustiosamente vivible, un país en que la información cotidiana da cuenta, en promedio, de cincuenta y cinco o más homicidios cometidos en la República.

Aparte de que la corrupción se ha vuelta la regla de cualquier gestión administrativa o pública, y de que altos o muy altos funcionarios se enriquecen sin pudor de la noche a la mañana pregonando su deshonestidad con un cinismo expreso. Por eso es que la agenda política prioritaria en 2018 es seguridad, justicia, y combate a la corrupción, porque hoy tenemos inseguridad, injusticia y corrupción en grado superlativo.

No es entendible, pues, hacer política sin tener presentes los valores positivos y superiores de la política, en especial cuando se han deteriorado al extremo de taponar el progreso económico del país.

Yo no niego que debemos y podemos progresar en lo económico, pero sobre bases sólidas de respeto a la integridad corporal y vida de las personas y sin que la impunidad haga su agosto a costa de la probidad y entereza moral de quienes procuran o imparten justicia, propiciando la corrupción.

Hay que rescatar a México mirándonos en el espejo de las mejores épocas de nuestra historia, como la Reforma donde era ejemplar la calidad moral de la vida pública. Seguridad, justicia y honestidad son el punto de partida de la recuperación del país.

Así las cosas el primero que se ha subido a la palestra política lo ha entendido, y deberán entenderlo los demás. Ese es el tema, el debate, la razón de ser de las futuras elecciones.

@RaulCarranca

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