/ lunes 17 de enero de 2022

Seguridad Nacional y sector espacial en México

Por: Laura M. Acacio García


La realidad digital, la democratización del espacio y los nuevos actores que participan en el espacio, marcan un cambio de paradigma del espacio que representa una oportunidad para que países como México, podamos tener una verdadera consolidación del desarrollo espacial y dejar a un lado nuestra situación de vulnerabilidad y dependencia tecnológica. Si bien es cierto que no estamos en condiciones de incursionar en una esfera de alta tecnología espacial, la cual dominan potencias como EEUU, China, Rusia, Japón, la India, si es una realidad que podemos trabajar en el mejoramiento de infraestructura espacial, tal y como no lo han enseñado países como Nigeria, Argentina, Indonesia, Malasia, Perú, Brasil y Corea del Norte, que con menos recursos, han logrado grandes avances en esta materia.

A pesar del avance científico espacial, este no ha sido un proceso interdependiente de los acuerdos internacionales para la gobernanza espacial. A pesar de la muy novedosa democratización del espacio, el marco normativo sobre el espacio exterior ha sido por completo rebasado ante la cambiante realidad que vivimos en la actualidad y que ha tendido al voluntarismo de diversos actores privados y de algunos gobiernos con un alto desarrollo tecnológico espacial.

Como bien señala la obra “México y la seguridad espacial en el siglo XXI”, debemos de entender que la seguridad espacial como un término que ha crecido y evolucionado como pocos conceptos y en la actualidad contribuye con el enfoque de seguridad humana, debido a los servicios que brindan los satélites al día de hoy. El concepto de seguridad espacial, incluye todos aquellos factores dentro y fuera de la órbita terrestre, que pueden generar diversos daños dentro del planeta.

En nuestro días, se estima que existen múltiples factores de riesgo fuera y dentro de la órbita terrestre, como los residuos espaciales, desperdicios espaciales, sabotaje a manos de gobiernos, la colisión con un meteorito o las tormentas solares, el uso de armas cinéticas, la basura espacial, la minería de cuerpos celestes, ciberataques entre muchos otros, que pueden incidir directamente con los diversos satélites que se encuentran en órbita. Pero, ¿qué pasaría si algún satélite llegara a colapsar? Servicios de geolocalización, de telecomunicación, la distribución de la red eléctrica, el tráfico aéreo, internet, caerían por completo y esto a su vez podría causar una crisis de seguridad a nivel nacional e internacional.

Si analizamos un poco de los antecedentes en materia de inversión espacial en nuestro país, nos daremos cuenta que desde durante los períodos de Adolfo López Mateos con la creación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CNEE), hasta el sexenio de Díaz Ordaz, el país había mantenido grandiosos proyectos, sin embargo, a pesar de los éxitos obtenidos por los grupos coordinados por la CNEE, en 1977 el expresidente de la república, José López Portillo, ordenó la disolución de esta comisión, por secuelas de la crisis petrolera de 1973, una completa catástrofe y el inicio de nuestro rezago y dependencia tecnológica.

Fue hasta 2010, cuando se aprobó la ley que dio origen a la Agencia Espacial Mexicana, que si bien ha tenido grandes avances en materia de desarrollo espacial, no ha sido suficiente, ya que la seguridad espacial, no ha sido ni es un tema prioritario para el gobierno mexicano, debido a que no tenemos una política de Estado para promover el desarrollo científico espacial y al día de hoy, existen todavía innumerables limitantes institucionales, recortes presupuestales en fideicomisos de ciencia, en materia de financiamiento e inversión y en materia de vinculación institucional entre el sector público, privado, académico y de la sociedad civil, que reflejan una un sector espacial débil y que repercute directamente sectores primordiales de seguridad nacional como la economía, minería, educación, telecomunicaciones, agricultura, meteorología, entre muchos otros.

Frente a la realidad internacional en la que vivimos, debemos de ser muy realistas en las condiciones tecnológicas que se encuentra nuestro país y región, debemos configurar dentro de los órganos de toma de decisión correspondientes, nuevas comisiones permanentes de expertos, nuevos roles institucionales, mejorar los mecanismos institucionales, mayores estrategias de cooperación científica como la diplomacia espacial, asesores científicos en cancillerías y embajadas y estimular la innovación en nuestras actividades de formación e investigación espacial, todo esto con el objetivo de asegurar el desarrollo tecnológico nacional y regional e incentivar una restructuración de la economía misma.

Por: Laura M. Acacio García


La realidad digital, la democratización del espacio y los nuevos actores que participan en el espacio, marcan un cambio de paradigma del espacio que representa una oportunidad para que países como México, podamos tener una verdadera consolidación del desarrollo espacial y dejar a un lado nuestra situación de vulnerabilidad y dependencia tecnológica. Si bien es cierto que no estamos en condiciones de incursionar en una esfera de alta tecnología espacial, la cual dominan potencias como EEUU, China, Rusia, Japón, la India, si es una realidad que podemos trabajar en el mejoramiento de infraestructura espacial, tal y como no lo han enseñado países como Nigeria, Argentina, Indonesia, Malasia, Perú, Brasil y Corea del Norte, que con menos recursos, han logrado grandes avances en esta materia.

A pesar del avance científico espacial, este no ha sido un proceso interdependiente de los acuerdos internacionales para la gobernanza espacial. A pesar de la muy novedosa democratización del espacio, el marco normativo sobre el espacio exterior ha sido por completo rebasado ante la cambiante realidad que vivimos en la actualidad y que ha tendido al voluntarismo de diversos actores privados y de algunos gobiernos con un alto desarrollo tecnológico espacial.

Como bien señala la obra “México y la seguridad espacial en el siglo XXI”, debemos de entender que la seguridad espacial como un término que ha crecido y evolucionado como pocos conceptos y en la actualidad contribuye con el enfoque de seguridad humana, debido a los servicios que brindan los satélites al día de hoy. El concepto de seguridad espacial, incluye todos aquellos factores dentro y fuera de la órbita terrestre, que pueden generar diversos daños dentro del planeta.

En nuestro días, se estima que existen múltiples factores de riesgo fuera y dentro de la órbita terrestre, como los residuos espaciales, desperdicios espaciales, sabotaje a manos de gobiernos, la colisión con un meteorito o las tormentas solares, el uso de armas cinéticas, la basura espacial, la minería de cuerpos celestes, ciberataques entre muchos otros, que pueden incidir directamente con los diversos satélites que se encuentran en órbita. Pero, ¿qué pasaría si algún satélite llegara a colapsar? Servicios de geolocalización, de telecomunicación, la distribución de la red eléctrica, el tráfico aéreo, internet, caerían por completo y esto a su vez podría causar una crisis de seguridad a nivel nacional e internacional.

Si analizamos un poco de los antecedentes en materia de inversión espacial en nuestro país, nos daremos cuenta que desde durante los períodos de Adolfo López Mateos con la creación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CNEE), hasta el sexenio de Díaz Ordaz, el país había mantenido grandiosos proyectos, sin embargo, a pesar de los éxitos obtenidos por los grupos coordinados por la CNEE, en 1977 el expresidente de la república, José López Portillo, ordenó la disolución de esta comisión, por secuelas de la crisis petrolera de 1973, una completa catástrofe y el inicio de nuestro rezago y dependencia tecnológica.

Fue hasta 2010, cuando se aprobó la ley que dio origen a la Agencia Espacial Mexicana, que si bien ha tenido grandes avances en materia de desarrollo espacial, no ha sido suficiente, ya que la seguridad espacial, no ha sido ni es un tema prioritario para el gobierno mexicano, debido a que no tenemos una política de Estado para promover el desarrollo científico espacial y al día de hoy, existen todavía innumerables limitantes institucionales, recortes presupuestales en fideicomisos de ciencia, en materia de financiamiento e inversión y en materia de vinculación institucional entre el sector público, privado, académico y de la sociedad civil, que reflejan una un sector espacial débil y que repercute directamente sectores primordiales de seguridad nacional como la economía, minería, educación, telecomunicaciones, agricultura, meteorología, entre muchos otros.

Frente a la realidad internacional en la que vivimos, debemos de ser muy realistas en las condiciones tecnológicas que se encuentra nuestro país y región, debemos configurar dentro de los órganos de toma de decisión correspondientes, nuevas comisiones permanentes de expertos, nuevos roles institucionales, mejorar los mecanismos institucionales, mayores estrategias de cooperación científica como la diplomacia espacial, asesores científicos en cancillerías y embajadas y estimular la innovación en nuestras actividades de formación e investigación espacial, todo esto con el objetivo de asegurar el desarrollo tecnológico nacional y regional e incentivar una restructuración de la economía misma.