/ miércoles 25 de julio de 2018

Semejanzas

En el intercambio de elogios y halagos afloran los parecidos que ya se sospechaban entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. En su carta a Donald Trump, López Obrador incluye amorosas líneas sobre las felices coincidencias con su inminente homólogo norteamericano. Semejanzas maravillosas. Cumplir las promesas hechas a sus votantes, aunque, como las de Trump no sean sino amenazas. Alterar el stablishment para llevar adelante sus propósitos. Por su parte, Donald Trump responde al flirteo: López Obrador, dice en su twit, es un tipo estupendo, con quien hablé por teléfono y me entenderé; en breve haremos un anuncio extraordinario y positivo para los dos países.

Para López Obrador fue breve el idilio con la mafia del poder, del que en pocos días los separa el “complot” que denuncia con mecha corta al recibir el pétalo de una multa. Faltaba más. Le parti, c’est moi, igual que Luis XIV se atribuía el estado. Como Trump, López Obrador acusa a los “conservadores” del INEGI de ofender a su unipersonal partido, pero también, como Trump, a la prensa “fifí”, fabricante de falsas noticias. Las semejanzas son claras.

En su misiva López Obrador propone algunas ideas en nada distantes a las de Donald Trump. Un acuerdo bilateral como el que plantea el presidente norteamericano para dar largas a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. Lo que propone López Obrador, en realidad, es una concertación paternalista, en la que Estados Unidos jugaría el papel de benefactor de México y algunos países de América Central para ayudarlos a resolver el problema de las causas que impelen a miles, millones de personas a emigrar hacia la Unión Americana. Desde los últimos días de su campaña López Obrador evocó un plan similar al de la Alianza para el Progreso puesta en práctica en los años 60 del siglo pasado por John F. Kennedy. La Alianza para el Progreso no requirió la firma de un tratado bilateral ni de una concertación multilateral con los países escogidos por Kennedy que satisficieran ciertas condiciones para otorgarles ayuda para su desarrollo. El asesinato del presidente demócrata acabó con ese programa que en nada se parece a la cooperación mediante el libre comercio y el intercambio científico y tecnológico que supone el tratado trilateral que Trump, mañosamente, intenta liquidar.

Los tiempos cambian. López Obrador enfrenta hoy la realidad, o bien la realidad que él percibe. Ya no es l’enfant terrible, el acérrimo opositor que fue durante veinte años. Sus gestos de épater le bourgois, escandalizar al burgués, quedaron atrás. La clase política o empresarial con la que ha querido congraciarse, censura buena parte de sus propósitos y sus anuncios de política pública. La descentralización o desconcentración de todo el aparato gubernamental, la creación de un delegado o jefe político al estilo porfiriano en detrimento de la soberanía de los estados y del Pacto Federal, la convocatoria a una consulta popular sobre la continuación o cancelación del aeropuerto de la Ciudad de México, son rechazados como ocurrencias cuya materialización provocaría altos costos económicos y -aquí sí- la centralización del poder. Para López Obrador tiempos hay de lanzar cohetes y tiempos, ¡Ay! de recoger las varas.

Srio28@prodigy.net.mx


En el intercambio de elogios y halagos afloran los parecidos que ya se sospechaban entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. En su carta a Donald Trump, López Obrador incluye amorosas líneas sobre las felices coincidencias con su inminente homólogo norteamericano. Semejanzas maravillosas. Cumplir las promesas hechas a sus votantes, aunque, como las de Trump no sean sino amenazas. Alterar el stablishment para llevar adelante sus propósitos. Por su parte, Donald Trump responde al flirteo: López Obrador, dice en su twit, es un tipo estupendo, con quien hablé por teléfono y me entenderé; en breve haremos un anuncio extraordinario y positivo para los dos países.

Para López Obrador fue breve el idilio con la mafia del poder, del que en pocos días los separa el “complot” que denuncia con mecha corta al recibir el pétalo de una multa. Faltaba más. Le parti, c’est moi, igual que Luis XIV se atribuía el estado. Como Trump, López Obrador acusa a los “conservadores” del INEGI de ofender a su unipersonal partido, pero también, como Trump, a la prensa “fifí”, fabricante de falsas noticias. Las semejanzas son claras.

En su misiva López Obrador propone algunas ideas en nada distantes a las de Donald Trump. Un acuerdo bilateral como el que plantea el presidente norteamericano para dar largas a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. Lo que propone López Obrador, en realidad, es una concertación paternalista, en la que Estados Unidos jugaría el papel de benefactor de México y algunos países de América Central para ayudarlos a resolver el problema de las causas que impelen a miles, millones de personas a emigrar hacia la Unión Americana. Desde los últimos días de su campaña López Obrador evocó un plan similar al de la Alianza para el Progreso puesta en práctica en los años 60 del siglo pasado por John F. Kennedy. La Alianza para el Progreso no requirió la firma de un tratado bilateral ni de una concertación multilateral con los países escogidos por Kennedy que satisficieran ciertas condiciones para otorgarles ayuda para su desarrollo. El asesinato del presidente demócrata acabó con ese programa que en nada se parece a la cooperación mediante el libre comercio y el intercambio científico y tecnológico que supone el tratado trilateral que Trump, mañosamente, intenta liquidar.

Los tiempos cambian. López Obrador enfrenta hoy la realidad, o bien la realidad que él percibe. Ya no es l’enfant terrible, el acérrimo opositor que fue durante veinte años. Sus gestos de épater le bourgois, escandalizar al burgués, quedaron atrás. La clase política o empresarial con la que ha querido congraciarse, censura buena parte de sus propósitos y sus anuncios de política pública. La descentralización o desconcentración de todo el aparato gubernamental, la creación de un delegado o jefe político al estilo porfiriano en detrimento de la soberanía de los estados y del Pacto Federal, la convocatoria a una consulta popular sobre la continuación o cancelación del aeropuerto de la Ciudad de México, son rechazados como ocurrencias cuya materialización provocaría altos costos económicos y -aquí sí- la centralización del poder. Para López Obrador tiempos hay de lanzar cohetes y tiempos, ¡Ay! de recoger las varas.

Srio28@prodigy.net.mx