/ miércoles 17 de noviembre de 2021

Signos de alerta: salidas de capitales e inflación 

En medio de las múltiples crisis que se abaten sobre el país, se ha dicho que al menos nuestro Gobierno ha mantenido cierta estabilidad macroeconómica, a pesar del debilitamiento e incluso achicamiento de la actividad productiva nacional y las expectativas al respecto. Sin embargo, se acumulan señales de los mercados que es preciso ver como focos preventivos. Cuando menos para tomar precauciones ante lo que se avecina, que pondrá a prueba la resistencia de unos equilibrios más precarios de lo que se piensa.

No sólo es lo que pasa en México, sino en el exterior: en concreto, con las tasas de interés, en un anticipado cambio de ciclo económico que, todo indica, tomará consistencia antes de lo que se preveía. Hay que tener en cuenta los riesgos para el tipo de cambio y con éste, de mayor inflación y deterioro de las finanzas públicas, que adolece de vulnerabilidades como la masiva deuda de Pemex.

La salida de inversión de cartera ha dejado de ser un fenómeno anecdótico para confirmarse como tendencia preocupante. Por lo pronto, según cifras del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), en lo que va del año México es el país emergente con más liquidación de bonos de deuda para salir al extranjero: hasta octubre, casi 13 mil 900 millones de dólares. Además, venimos de una salida de más de 12 mil 500 millones en 2020. Dos años récord.

Analistas han sido claros en que entre las causas destaca el hostigamiento gubernamental a la iniciativa privada, que ha generado una “aversión al riesgo” por precedentes que van más allá del ataque verbal a las empresas. Como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, las revisiones forzadas de contratos en energía, las restricciones de subcontratación laboral y ahora una contrarreforma eléctrica que incluso plantea cancelación retroactiva de contratos (sin indemnización, dice el Director de la CFE). Ese clima de inversión enrarecido y de desconfianza, agravado por la pandemia, se da en un contexto financiero global inédito.

Recientemente, el aumento en los rendimientos de bonos soberanos, como medida de bancos centrales contra la inflación, despertó cierto atractivo entre los inversionistas, en busca de mejores retornos, ante tasas de interés nominales en cero e inclusive negativas en países desarrollados. El problema es que ese no ha sido el caso de México, contrario a la tercera parte de 34 mercados analizados por el IIF que tiene saldo positivo en sus flujos de capital.

En suma, las salidas de capital no se desaceleraron aunque Banco de México subió la tasa referencia del 4% al corte de junio hasta el 5% actual. Llevamos casi todo el año con una tasa de fondeo real negativa: muy abajo de la inflación que se espera cierre cerca del 7 por ciento. ¿Por qué, a pesar de todo, no ha subido más el dólar?

Cuando la política de la Reserva Federal se relaja (más liquidez, menor tasa), incentiva la captación de inversiones financieras en países emergentes y se fortalecen sus divisas. Pasa lo contrario al constreñirse el crédito. Las tasas de referencia históricamente bajas en Estados Unidos y otras economías facilitaron las operaciones de carry trade (aprovechar el diferencial de rendimientos). En teoría, eso debió apreciar también al peso. Sin embargo, en vez de recibir más capitales, sólo nos alcanzó para evitar que se acentuara la disminución en su tenencia. Con un dólar débil por exceso de liquidez, el tipo de cambio bajó de 24 pesos en abril del 2020 a los 20, más menos, que tuvimos un buen rato.

Por eso nuestra tasa de referencia pudo permanecer baja. La cuestión es que ahora vienen otras condiciones y la revaluación del dólar. Ese es el cambio de ciclo, tomando velocidad con el inicio del tapering o reducción de las compras de activos financieros que viene realizando la Fed desde marzo de 2020 para inyectar liquidez. Arranca antes de que acabe el año: 15 mil millones de dólares menos sobre los 120 mil millones mensuales. Es el primer paso a aumentos en los bonos del tesoro que algunos creen que pueden darse este mismo año por la presión inflacionaria. El Departamento del Trabajo acaba de reportar que el Índice de Precios al Consumidor ha subido 6.2% anual. Es el nivel más alto en tres décadas.

Más señales vienen de Europa. Hace poco hablamos del fenómeno de que se cobre por recibir depósitos, pero nada es para siempre. En países como Francia, Holanda y Suiza vuelven las tasas positivas; incluso los bonos alemanes a 10 años se acercan al cero. Todo esto implica, precisamente, menos liquidez y tasas hacia arriba. Con ello, menor spread respecto a los mercados emergentes y menos capacidad en éstos para retener inversiones, salvo que eleven sus propias tasas.

Lo grave para México es la combinación con las condiciones internas contrarias a la inversión. Nuestro Gobierno se ha ufanado de un peso “fortachón”, cuando su estabilidad reciente se debe mayormente a la coyuntura global atípica. Lo que hasta ahora podría verse como tendencia de salida hormiga de capitales puede entrar a un terreno de riesgos considerables, igual que el tipo de cambio.

El Banco de México quizá tenga que dejar su referencia en un mínimo de 5.5% antes de que concluya el año. Eso ayudará algo; pero subsisten las causas de origen interno que aumentan la vulnerabilidad. Sobre todo, hay que corregir el deteriorado entorno de negocios. Mejor prevenir que lamentar. En teoría, tenemos tiempo.

En medio de las múltiples crisis que se abaten sobre el país, se ha dicho que al menos nuestro Gobierno ha mantenido cierta estabilidad macroeconómica, a pesar del debilitamiento e incluso achicamiento de la actividad productiva nacional y las expectativas al respecto. Sin embargo, se acumulan señales de los mercados que es preciso ver como focos preventivos. Cuando menos para tomar precauciones ante lo que se avecina, que pondrá a prueba la resistencia de unos equilibrios más precarios de lo que se piensa.

No sólo es lo que pasa en México, sino en el exterior: en concreto, con las tasas de interés, en un anticipado cambio de ciclo económico que, todo indica, tomará consistencia antes de lo que se preveía. Hay que tener en cuenta los riesgos para el tipo de cambio y con éste, de mayor inflación y deterioro de las finanzas públicas, que adolece de vulnerabilidades como la masiva deuda de Pemex.

La salida de inversión de cartera ha dejado de ser un fenómeno anecdótico para confirmarse como tendencia preocupante. Por lo pronto, según cifras del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), en lo que va del año México es el país emergente con más liquidación de bonos de deuda para salir al extranjero: hasta octubre, casi 13 mil 900 millones de dólares. Además, venimos de una salida de más de 12 mil 500 millones en 2020. Dos años récord.

Analistas han sido claros en que entre las causas destaca el hostigamiento gubernamental a la iniciativa privada, que ha generado una “aversión al riesgo” por precedentes que van más allá del ataque verbal a las empresas. Como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, las revisiones forzadas de contratos en energía, las restricciones de subcontratación laboral y ahora una contrarreforma eléctrica que incluso plantea cancelación retroactiva de contratos (sin indemnización, dice el Director de la CFE). Ese clima de inversión enrarecido y de desconfianza, agravado por la pandemia, se da en un contexto financiero global inédito.

Recientemente, el aumento en los rendimientos de bonos soberanos, como medida de bancos centrales contra la inflación, despertó cierto atractivo entre los inversionistas, en busca de mejores retornos, ante tasas de interés nominales en cero e inclusive negativas en países desarrollados. El problema es que ese no ha sido el caso de México, contrario a la tercera parte de 34 mercados analizados por el IIF que tiene saldo positivo en sus flujos de capital.

En suma, las salidas de capital no se desaceleraron aunque Banco de México subió la tasa referencia del 4% al corte de junio hasta el 5% actual. Llevamos casi todo el año con una tasa de fondeo real negativa: muy abajo de la inflación que se espera cierre cerca del 7 por ciento. ¿Por qué, a pesar de todo, no ha subido más el dólar?

Cuando la política de la Reserva Federal se relaja (más liquidez, menor tasa), incentiva la captación de inversiones financieras en países emergentes y se fortalecen sus divisas. Pasa lo contrario al constreñirse el crédito. Las tasas de referencia históricamente bajas en Estados Unidos y otras economías facilitaron las operaciones de carry trade (aprovechar el diferencial de rendimientos). En teoría, eso debió apreciar también al peso. Sin embargo, en vez de recibir más capitales, sólo nos alcanzó para evitar que se acentuara la disminución en su tenencia. Con un dólar débil por exceso de liquidez, el tipo de cambio bajó de 24 pesos en abril del 2020 a los 20, más menos, que tuvimos un buen rato.

Por eso nuestra tasa de referencia pudo permanecer baja. La cuestión es que ahora vienen otras condiciones y la revaluación del dólar. Ese es el cambio de ciclo, tomando velocidad con el inicio del tapering o reducción de las compras de activos financieros que viene realizando la Fed desde marzo de 2020 para inyectar liquidez. Arranca antes de que acabe el año: 15 mil millones de dólares menos sobre los 120 mil millones mensuales. Es el primer paso a aumentos en los bonos del tesoro que algunos creen que pueden darse este mismo año por la presión inflacionaria. El Departamento del Trabajo acaba de reportar que el Índice de Precios al Consumidor ha subido 6.2% anual. Es el nivel más alto en tres décadas.

Más señales vienen de Europa. Hace poco hablamos del fenómeno de que se cobre por recibir depósitos, pero nada es para siempre. En países como Francia, Holanda y Suiza vuelven las tasas positivas; incluso los bonos alemanes a 10 años se acercan al cero. Todo esto implica, precisamente, menos liquidez y tasas hacia arriba. Con ello, menor spread respecto a los mercados emergentes y menos capacidad en éstos para retener inversiones, salvo que eleven sus propias tasas.

Lo grave para México es la combinación con las condiciones internas contrarias a la inversión. Nuestro Gobierno se ha ufanado de un peso “fortachón”, cuando su estabilidad reciente se debe mayormente a la coyuntura global atípica. Lo que hasta ahora podría verse como tendencia de salida hormiga de capitales puede entrar a un terreno de riesgos considerables, igual que el tipo de cambio.

El Banco de México quizá tenga que dejar su referencia en un mínimo de 5.5% antes de que concluya el año. Eso ayudará algo; pero subsisten las causas de origen interno que aumentan la vulnerabilidad. Sobre todo, hay que corregir el deteriorado entorno de negocios. Mejor prevenir que lamentar. En teoría, tenemos tiempo.