/ miércoles 10 de noviembre de 2021

Silencios y premuras de Claudia Sheinbaum

Los procesos de sucesión han dado a precandidatos, candidatos o ya presidentes, oportunidad para mostrar personalidad y convicciones propias, así como diferencias con su antecesor aunque los identifique una misma filiación política, ideológica y partidista. Lázaro Cárdenas envió al destierro a Plutarco Elías Calles, a quien debía buena parte de su arribo a la presidencia. Al declararse creyente, Manuel Ávila Camacho pretendía terminar con el conflicto religioso, no resuelto del todo por anteriores mandatarios. Adolfo Ruiz Cortínes estuvo a punto de enviar a la cárcel a prominentes figuras del alemanismo, acusado de grandes negocios no obstante sus logros en la industrialización y la infraestructura del país. Gustavo Díaz Ordaz congeló carreras políticas de la época de Adolfo López Mateos y en alguna ocasión se preguntó si convendría “enfermar” a Luis Echeverría por sus expresiones públicas siendo ya candidato en campaña. José López Portillo criticó abiertamente la espiral precios-salarios que a su juicio produjeron gran inflación en el gobierno de Echeverría. Esas y otras diferencias no fraccionaron la unidad del Partido Revolucionario Institucional, mantenida hasta la franca e insalvable ruptura entre Ernesto Zedillo y su antecesor Carlos Salinas de Gortari.

Andrés Manuel López Obrador dio el banderazo anticipado a la carrera presidencial, pero no hay duda de su preferencia por la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum sobre otros mencionados como prospectos para la sucesión. Pero aún lejano el momento de la decisión, que no será sino la del presidente, la que aparece como su delfina inicia desde ahora su campaña mostrando dos aspectos de esa premura: por una parte la clara mimetización de la personalidad del presidente y por la otra los silencios que le impiden hacer patentes diferencias en temas que le permitirían independizarse de la calca a la que se somete.

Claudia Sheinbaum se manifiesta gran seguidora hasta el absurdo de la imitación extra lógica del presidente López Obrador, con el argumento de su pertenencia a un mismo movimiento político; calla en cuestiones que le serían útiles para mostrar aunque fuera un cierto grado de independencia de criterio sin llegar a un choque frontal con el mandatario. Egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México en épocas contestatarias de la máxima casa de estudios, académica, investigadora, guarda silencio cómplice frente a las críticas del presidente a su Alma Mater, y la persecución policial emprendida por el fiscal Alejandro Gertz Manero a instancias de la directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, María Elena Alvarez Buylla, contra 36 científicos de reconocido prestigio. Parecido silencio se mantiene tras conocerse el Premio AWAR que otorga la Academia Mundial de Ciencias a una de las acusadas de graves delitos, la investigadora Julia Tagüeña, reconocimiento que en otras circunstancias merecería una felicitación del presidente y de la propia Jefa de Gobierno. Calla Scheinbaum cuando cree que así conviene y emprende ruidosa campaña cuando la moderación y la reserva serian lo aconsejable.

En la política mexicana --y sin duda en la de muchos otros países—, una candidatura no siempre se logra con la creación de una figura a imagen y semejanza de la de su promotor o padrino por fuerte que ésta sea. De ser así se revelaría un intento de autoritarismo y continuidad lesivos al desarrollo natural del quehacer público y a la propia democracia, como está ocurriendo hasta ahora entre López Obrador y Claudia Sheinbaum. Los países avanzan en la pluralidad y en los cambios y la renovación continua de personas, métodos y hasta estilo personal de gobernar. Ni el llamado Maximato de Calles logró detener la evolución constructiva de los años posteriores del movimiento armado de la Revolución Mexicana. Por más que esté unido por un mismo concepto político o ideológico a sus antecesores, cada gobierno debe imprimir un sello propio que se traduzca en contribución evidente a la necesaria evolución de la sociedad. Para ello es necesario, desde las primeras propuestas de un proyecto de gobierno, abrirse a la crítica y la autocrítica y la renuncia a todo intento de continuación estéril del pasado o del presente.

Defenestraciones

Primero fue la hoy ex secretaria de Turismo de la Ciudad de México Paola Félix Díaz y luego el poderoso jefe de la Unidad de Investigación Financiera, Santiago Nieto, los que sufrieron las secuencias del hasta hoy nebuloso caso de los asistentes a la rumbosa boda que se pretendía mantener en secreto, celebrada en la ciudad de Antigua, Guatemala. Como lo dijo el presidente López Obrador, en la autollamada cuarta transformación lo privado es cada vez más público y la rigidez de la austeridad se aplica sin contemplaciones. Aunque se diga que se trata de dos renuncias voluntarias, es evidente que en ambas la causa eficiente fue una orden del más alto nivel del gobierno. La ex secretaria Félix Díaz no contrató los vueltos del avión que conducía a parte de los invitados a esa boda en Guatemala. Su pecado, en todo caso, fue su ausencia del cargo en los momentos de gran afluencia turística durante la competencia de la Fórmula Uno en la capital del país. Santiago Nieto, considerado por el propio López Obrador como uno de los funcionarios clave en su gobierno, tuvo la mala fortuna de la aparición en el país vecino de siete sobres que en conjunto contenían 35 mil dólares, cuya procedencia y destino no quedan claros, no obstante las aclaraciones de que se trataba de recursos destinados al pago de una visita médica en Los Ángeles, California. Dimisión voluntaria o exigida, ambos casos son consecuencia de la aplicación sin excepciones de la austeridad que convierte la vida privada de las personas en materia de juicio político.

sdelrio1934@gmail.com







Los procesos de sucesión han dado a precandidatos, candidatos o ya presidentes, oportunidad para mostrar personalidad y convicciones propias, así como diferencias con su antecesor aunque los identifique una misma filiación política, ideológica y partidista. Lázaro Cárdenas envió al destierro a Plutarco Elías Calles, a quien debía buena parte de su arribo a la presidencia. Al declararse creyente, Manuel Ávila Camacho pretendía terminar con el conflicto religioso, no resuelto del todo por anteriores mandatarios. Adolfo Ruiz Cortínes estuvo a punto de enviar a la cárcel a prominentes figuras del alemanismo, acusado de grandes negocios no obstante sus logros en la industrialización y la infraestructura del país. Gustavo Díaz Ordaz congeló carreras políticas de la época de Adolfo López Mateos y en alguna ocasión se preguntó si convendría “enfermar” a Luis Echeverría por sus expresiones públicas siendo ya candidato en campaña. José López Portillo criticó abiertamente la espiral precios-salarios que a su juicio produjeron gran inflación en el gobierno de Echeverría. Esas y otras diferencias no fraccionaron la unidad del Partido Revolucionario Institucional, mantenida hasta la franca e insalvable ruptura entre Ernesto Zedillo y su antecesor Carlos Salinas de Gortari.

Andrés Manuel López Obrador dio el banderazo anticipado a la carrera presidencial, pero no hay duda de su preferencia por la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum sobre otros mencionados como prospectos para la sucesión. Pero aún lejano el momento de la decisión, que no será sino la del presidente, la que aparece como su delfina inicia desde ahora su campaña mostrando dos aspectos de esa premura: por una parte la clara mimetización de la personalidad del presidente y por la otra los silencios que le impiden hacer patentes diferencias en temas que le permitirían independizarse de la calca a la que se somete.

Claudia Sheinbaum se manifiesta gran seguidora hasta el absurdo de la imitación extra lógica del presidente López Obrador, con el argumento de su pertenencia a un mismo movimiento político; calla en cuestiones que le serían útiles para mostrar aunque fuera un cierto grado de independencia de criterio sin llegar a un choque frontal con el mandatario. Egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México en épocas contestatarias de la máxima casa de estudios, académica, investigadora, guarda silencio cómplice frente a las críticas del presidente a su Alma Mater, y la persecución policial emprendida por el fiscal Alejandro Gertz Manero a instancias de la directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, María Elena Alvarez Buylla, contra 36 científicos de reconocido prestigio. Parecido silencio se mantiene tras conocerse el Premio AWAR que otorga la Academia Mundial de Ciencias a una de las acusadas de graves delitos, la investigadora Julia Tagüeña, reconocimiento que en otras circunstancias merecería una felicitación del presidente y de la propia Jefa de Gobierno. Calla Scheinbaum cuando cree que así conviene y emprende ruidosa campaña cuando la moderación y la reserva serian lo aconsejable.

En la política mexicana --y sin duda en la de muchos otros países—, una candidatura no siempre se logra con la creación de una figura a imagen y semejanza de la de su promotor o padrino por fuerte que ésta sea. De ser así se revelaría un intento de autoritarismo y continuidad lesivos al desarrollo natural del quehacer público y a la propia democracia, como está ocurriendo hasta ahora entre López Obrador y Claudia Sheinbaum. Los países avanzan en la pluralidad y en los cambios y la renovación continua de personas, métodos y hasta estilo personal de gobernar. Ni el llamado Maximato de Calles logró detener la evolución constructiva de los años posteriores del movimiento armado de la Revolución Mexicana. Por más que esté unido por un mismo concepto político o ideológico a sus antecesores, cada gobierno debe imprimir un sello propio que se traduzca en contribución evidente a la necesaria evolución de la sociedad. Para ello es necesario, desde las primeras propuestas de un proyecto de gobierno, abrirse a la crítica y la autocrítica y la renuncia a todo intento de continuación estéril del pasado o del presente.

Defenestraciones

Primero fue la hoy ex secretaria de Turismo de la Ciudad de México Paola Félix Díaz y luego el poderoso jefe de la Unidad de Investigación Financiera, Santiago Nieto, los que sufrieron las secuencias del hasta hoy nebuloso caso de los asistentes a la rumbosa boda que se pretendía mantener en secreto, celebrada en la ciudad de Antigua, Guatemala. Como lo dijo el presidente López Obrador, en la autollamada cuarta transformación lo privado es cada vez más público y la rigidez de la austeridad se aplica sin contemplaciones. Aunque se diga que se trata de dos renuncias voluntarias, es evidente que en ambas la causa eficiente fue una orden del más alto nivel del gobierno. La ex secretaria Félix Díaz no contrató los vueltos del avión que conducía a parte de los invitados a esa boda en Guatemala. Su pecado, en todo caso, fue su ausencia del cargo en los momentos de gran afluencia turística durante la competencia de la Fórmula Uno en la capital del país. Santiago Nieto, considerado por el propio López Obrador como uno de los funcionarios clave en su gobierno, tuvo la mala fortuna de la aparición en el país vecino de siete sobres que en conjunto contenían 35 mil dólares, cuya procedencia y destino no quedan claros, no obstante las aclaraciones de que se trataba de recursos destinados al pago de una visita médica en Los Ángeles, California. Dimisión voluntaria o exigida, ambos casos son consecuencia de la aplicación sin excepciones de la austeridad que convierte la vida privada de las personas en materia de juicio político.

sdelrio1934@gmail.com