/ miércoles 14 de marzo de 2018

Sin gafete

La cualidad que mejor define el tiempo presente de López Obrador es la impecabilidad. Por más que quieran desenfocar, embrutecer su imagen. Lo que hace, lo que dice es absolutamente impecable.

Vaya esta declaración que ha provocado todo tipo de respuestas negativas, de críticas, de peroratas electoreras: “Me quiero ir a Palenque tranquilo, si las elecciones son limpias y libres; también si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy a Palenque, y a ver quién va a amarrar el tigre”.

Así de simple.

¿Qué no dicen que sí dijo Andrés Manuel? La traducción más elemental, que va a haber problemas grandes, respuestas sociales a un fraude electoral, y que él no va a meter las manos.

Más impecable no puede ser.

Porque, creo yo, no podemos tener un fraude electoral. Y si lo hubiese todos, muchos todos, protestaríamos. No por votar a favor de López Obrador o de otro candidato, sino por el fraude en sí. Hemos caminado mucho para obtener lo más cercano a un sistema electoral confiable. No queremos, millones de mexicanos, fraudes en la elección presidencial.

Así de cierto. Así de complejo.

Dicen los expertos que este “fraude electoral” del que habla López Obrador significa en números de votantes más de seis millones de votos. Que tendrían que depositarse ilegalmente a otro candidato presidencial o quitarse al tabasqueño, si nos quedamos con las tendencias presentes, es decir con la gran ventaja que tiene antes de iniciar la campaña presidencial.

Y este es el tema más importante. Que falta que transcurra la campaña electoral.

¿Qué no podrá sumar López Obrador otros seis millones de votos que, según estas ecuaciones, harían imposible cualquier elucubración en su contra? Muchos piensan que sí. O, todavía más claro, que no hay forma en que Meade o Anaya lo sumen a sus respectivas campañas.

¿Cómo pueden cambiar el panista y el priista para convencer al electorado como no parecen haberlo hecho hasta hoy? No parece posible. Sus negativos son muchos, no desaparecen, antes, al contrario, la realidad va en su contra.

Y baste referirme al precio de la gasolina. Cada día aumenta. Y es algo que va inmerso en la oferta política de José Antonio Meade. Súmese los nuevos impuestos, el aumento al gas, el aumento al precio de la luz, la inflación, las confrontaciones fallidas del gobierno con Trump… más lo mucho que se acumula diario.

Otro tanto sucede con Anaya y sus temas monetarios.

Mientras que López Obrador no tiene esqueletos en ningún closet. Y en temas resbalosos, como él mismo dice va despacio, como quien patea un bote por la calle sin caer en trampas ni provocaciones que “calientan” como decirle que no tiene pantalones.

¿Para qué va a debatir? No tiene qué ganar. Mejor, debe pensar, que sigan criticando que se le veía el ombligo en su intervención ante los banqueros, tema muy tabasqueño por cierto…

En Tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Blog: CambioQRR.com

La cualidad que mejor define el tiempo presente de López Obrador es la impecabilidad. Por más que quieran desenfocar, embrutecer su imagen. Lo que hace, lo que dice es absolutamente impecable.

Vaya esta declaración que ha provocado todo tipo de respuestas negativas, de críticas, de peroratas electoreras: “Me quiero ir a Palenque tranquilo, si las elecciones son limpias y libres; también si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy a Palenque, y a ver quién va a amarrar el tigre”.

Así de simple.

¿Qué no dicen que sí dijo Andrés Manuel? La traducción más elemental, que va a haber problemas grandes, respuestas sociales a un fraude electoral, y que él no va a meter las manos.

Más impecable no puede ser.

Porque, creo yo, no podemos tener un fraude electoral. Y si lo hubiese todos, muchos todos, protestaríamos. No por votar a favor de López Obrador o de otro candidato, sino por el fraude en sí. Hemos caminado mucho para obtener lo más cercano a un sistema electoral confiable. No queremos, millones de mexicanos, fraudes en la elección presidencial.

Así de cierto. Así de complejo.

Dicen los expertos que este “fraude electoral” del que habla López Obrador significa en números de votantes más de seis millones de votos. Que tendrían que depositarse ilegalmente a otro candidato presidencial o quitarse al tabasqueño, si nos quedamos con las tendencias presentes, es decir con la gran ventaja que tiene antes de iniciar la campaña presidencial.

Y este es el tema más importante. Que falta que transcurra la campaña electoral.

¿Qué no podrá sumar López Obrador otros seis millones de votos que, según estas ecuaciones, harían imposible cualquier elucubración en su contra? Muchos piensan que sí. O, todavía más claro, que no hay forma en que Meade o Anaya lo sumen a sus respectivas campañas.

¿Cómo pueden cambiar el panista y el priista para convencer al electorado como no parecen haberlo hecho hasta hoy? No parece posible. Sus negativos son muchos, no desaparecen, antes, al contrario, la realidad va en su contra.

Y baste referirme al precio de la gasolina. Cada día aumenta. Y es algo que va inmerso en la oferta política de José Antonio Meade. Súmese los nuevos impuestos, el aumento al gas, el aumento al precio de la luz, la inflación, las confrontaciones fallidas del gobierno con Trump… más lo mucho que se acumula diario.

Otro tanto sucede con Anaya y sus temas monetarios.

Mientras que López Obrador no tiene esqueletos en ningún closet. Y en temas resbalosos, como él mismo dice va despacio, como quien patea un bote por la calle sin caer en trampas ni provocaciones que “calientan” como decirle que no tiene pantalones.

¿Para qué va a debatir? No tiene qué ganar. Mejor, debe pensar, que sigan criticando que se le veía el ombligo en su intervención ante los banqueros, tema muy tabasqueño por cierto…

En Tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Blog: CambioQRR.com