/ lunes 7 de mayo de 2018

Sin gafete

La percepción es más fuerte que la realidad. En política esto aplica doble.

Hace varias semanas Francisco Labastida Ochoa, que como candidato priista perdió la elección presidencial en 2000, aceptó en una entrevista su “gran error” del debate presidencial en que le reclamó a Vicente Fox que le llamase “la vestida”. Esto aconsejado por asesores que, obvio, nunca entendieron la idiosincrasia del mexicano.

A partir de estas declaraciones, donde asumía el golpe: “me ha dicho de todo…”, se le percibió como el candidato débil, en desventaja con Vicente Fox, y en automático como perdedor.

Lo demás es historia.

Más allá de las encuestas, de la coincidencia en casi todas, muchos actores políticos y del poder, incluso priistas, se dirigen a López Obrador como si ya hubiese ganado. Parecería ser su “obsesión”. Y en la medida en que pretenden señalarlo como peligro, un “suicidio”, lo único que consiguen es que un número mayor de ciudadanos simpaticen con él.

Hay un fenómeno que incluso rebasa el liderazgo político, semejante a la atracción religiosa o de culto, que sale fortalecido a cada embestida en su contra.

Y, asombrosamente, sus interlocutores y los críticos cuestionan políticas de gobierno. Es decir, como si ya fuese primer mandatario, como si ya las hubiese comenzado a implementar. Medidas que muchos protagonistas del poder y analistas políticos dan como ciertas, pese a que no han sido siquiera anunciadas por el candidato de MORENA.

¿Esto quiere decir que va a ganar Andrés Manuel?

Esto quiere decir que millones de mexicanos lo ven como ganador.

Por eso el buen humor de López Obrador va en aumento. Por eso puede decir, coloquialmente, “zafo” cuando no quiere responder. O, puede declarar eufórico: “este arroz ya se coció”.

¿Hay opción de que esto cambie? Se antoja difícil pero tal vez no imposible. Dependería de que comenzáramos a ver a José Antonio Meade o a Ricardo Anaya como “ganadores”.

¿Quién se apunta?

¿Quién apostaría su casa, su patrimonio, por el triunfo de Meade, por ejemplo?

¿Quién diría, convencido, que todas las manifestaciones multitudinarias que hemos visto estos días, esta “devoción” casi religiosa de la gente alrededor de López Obrador puede vencerse?

Hay que hacer sumas. Sumar cuántos pobres, cuántos muy pobres, cuántos enojados con la realidad, cuántos muy enojados con la realidad hay en el país…

Percepción como espejo de la realidad…

En Tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Blog: CambioQRR.com

La percepción es más fuerte que la realidad. En política esto aplica doble.

Hace varias semanas Francisco Labastida Ochoa, que como candidato priista perdió la elección presidencial en 2000, aceptó en una entrevista su “gran error” del debate presidencial en que le reclamó a Vicente Fox que le llamase “la vestida”. Esto aconsejado por asesores que, obvio, nunca entendieron la idiosincrasia del mexicano.

A partir de estas declaraciones, donde asumía el golpe: “me ha dicho de todo…”, se le percibió como el candidato débil, en desventaja con Vicente Fox, y en automático como perdedor.

Lo demás es historia.

Más allá de las encuestas, de la coincidencia en casi todas, muchos actores políticos y del poder, incluso priistas, se dirigen a López Obrador como si ya hubiese ganado. Parecería ser su “obsesión”. Y en la medida en que pretenden señalarlo como peligro, un “suicidio”, lo único que consiguen es que un número mayor de ciudadanos simpaticen con él.

Hay un fenómeno que incluso rebasa el liderazgo político, semejante a la atracción religiosa o de culto, que sale fortalecido a cada embestida en su contra.

Y, asombrosamente, sus interlocutores y los críticos cuestionan políticas de gobierno. Es decir, como si ya fuese primer mandatario, como si ya las hubiese comenzado a implementar. Medidas que muchos protagonistas del poder y analistas políticos dan como ciertas, pese a que no han sido siquiera anunciadas por el candidato de MORENA.

¿Esto quiere decir que va a ganar Andrés Manuel?

Esto quiere decir que millones de mexicanos lo ven como ganador.

Por eso el buen humor de López Obrador va en aumento. Por eso puede decir, coloquialmente, “zafo” cuando no quiere responder. O, puede declarar eufórico: “este arroz ya se coció”.

¿Hay opción de que esto cambie? Se antoja difícil pero tal vez no imposible. Dependería de que comenzáramos a ver a José Antonio Meade o a Ricardo Anaya como “ganadores”.

¿Quién se apunta?

¿Quién apostaría su casa, su patrimonio, por el triunfo de Meade, por ejemplo?

¿Quién diría, convencido, que todas las manifestaciones multitudinarias que hemos visto estos días, esta “devoción” casi religiosa de la gente alrededor de López Obrador puede vencerse?

Hay que hacer sumas. Sumar cuántos pobres, cuántos muy pobres, cuántos enojados con la realidad, cuántos muy enojados con la realidad hay en el país…

Percepción como espejo de la realidad…

En Tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Blog: CambioQRR.com