/ miércoles 4 de julio de 2018

Sin gafete

No robar, no mentir, no traicionar


¿Se puede llegar al poder bajo la premisa de no robar, no mentir, no traicionar?

Los expertos, nacionales y extranjeros, en elecciones tendrán que admitir que es posible.

Esto es el nudo más fuerte de lo que hemos vivido. Lo que sintetiza y define nuestra nueva realidad. Apabullante hasta para quienes vinieron apostando al proyecto de Andrés Manuel López Obrador desde hace muchos años.

Esta es la gran lección que tendrán que aprender los canallitas y los superdotados con doctorados extranjeros. No se necesita hablar inglés para conseguir el voto de millones de personas agraviadas, ofendidas, hartas, angustiadas, con su saco de sueños rotos aplastando sus pasos, pero también con esperanza de cambio.

Un hombre mayor, con signos de envejecimiento en el rostro, con el cabello blanco y el hablar lento, que no usa relojes de oro, que no teme a las multitudes, que sabe, literalmente, empaparse en un templete, convenció a más de la mitad del electorado con una premisa así de simple. Y, también, así de ambiciosa.

¿Es que nos interesan estos valores?

Cuando la realidad de nuestro país se mide por el número de asesinados, y la impunidad otorgada por el gobierno a los criminales responsables, sea por omisión o por error, sorprende hasta estremecer que planteamientos tan sencillos puedan cautivar, en toda la extensión política del vocablo, a la mayoría de los mexicanos.

¿Qué nos dice esto? Que no somos corruptos. Que la corrupción no es un asunto cultural. Que estamos hartos de la corrupción que implica, forzosamente, mentir, robar y traicionar.

¿Es suficiente?

Fue suficiente para que López Obrador se convirtiese en primer mandatario, para que tuviese en automático el reconocimiento de todos, para que la gente se fuese al Zócalo de la Ciudad de México a festejar como si su triunfo fuese algo íntimo, algo muy personal. Fue suficiente para vencer todos los obstáculos que le quisieron imponer en meses de confrontación violenta, donde lo que abundaba eran las voces oficiales y/o oficialistas en su contra.

No olvidemos que, hasta el secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, jugó el juego de vilipendiar al político tabasqueño.

Lo quisieron convertir en un villano, lo intentaron “vender” como una amenaza aterradora, nos dijeron que iba a destruir instituciones, libertades, el país todo desde el mismo día de su triunfo. Y no fue así.

Con tres planteamientos, hay que repetirlo: No mentir, no robar, no traicionar, se convirtió en presidente electo con asombrosa aceptación nacional. Hasta sus críticos en la nómina de programas de televisión y medios impresos comenzaron a recular, sin pudor alguno.

Mucho sabremos, mucho viviremos, mucho nos confrontaremos ante la nueva realidad que comenzó este domingo 1 de julio. Por lo pronto, yo primera persona del singular, me siento privilegiada de ser testigo de esta realidad, de tener la oportunidad de constatar que este país, y sus ciudadanos de todas las clases sociales, se mueven por tres ofrecimientos, tres banderas entrañables: No robar, no mentir, no traicionar…

Con lo que queda demostrado que millones de mexicanos somos honestos, somos buenos, somos creyentes, somos dignos, somos mexicanos con valores morales…


@isabelarvide/ EstadoMayor.mx/ CambioQRR.com

No robar, no mentir, no traicionar


¿Se puede llegar al poder bajo la premisa de no robar, no mentir, no traicionar?

Los expertos, nacionales y extranjeros, en elecciones tendrán que admitir que es posible.

Esto es el nudo más fuerte de lo que hemos vivido. Lo que sintetiza y define nuestra nueva realidad. Apabullante hasta para quienes vinieron apostando al proyecto de Andrés Manuel López Obrador desde hace muchos años.

Esta es la gran lección que tendrán que aprender los canallitas y los superdotados con doctorados extranjeros. No se necesita hablar inglés para conseguir el voto de millones de personas agraviadas, ofendidas, hartas, angustiadas, con su saco de sueños rotos aplastando sus pasos, pero también con esperanza de cambio.

Un hombre mayor, con signos de envejecimiento en el rostro, con el cabello blanco y el hablar lento, que no usa relojes de oro, que no teme a las multitudes, que sabe, literalmente, empaparse en un templete, convenció a más de la mitad del electorado con una premisa así de simple. Y, también, así de ambiciosa.

¿Es que nos interesan estos valores?

Cuando la realidad de nuestro país se mide por el número de asesinados, y la impunidad otorgada por el gobierno a los criminales responsables, sea por omisión o por error, sorprende hasta estremecer que planteamientos tan sencillos puedan cautivar, en toda la extensión política del vocablo, a la mayoría de los mexicanos.

¿Qué nos dice esto? Que no somos corruptos. Que la corrupción no es un asunto cultural. Que estamos hartos de la corrupción que implica, forzosamente, mentir, robar y traicionar.

¿Es suficiente?

Fue suficiente para que López Obrador se convirtiese en primer mandatario, para que tuviese en automático el reconocimiento de todos, para que la gente se fuese al Zócalo de la Ciudad de México a festejar como si su triunfo fuese algo íntimo, algo muy personal. Fue suficiente para vencer todos los obstáculos que le quisieron imponer en meses de confrontación violenta, donde lo que abundaba eran las voces oficiales y/o oficialistas en su contra.

No olvidemos que, hasta el secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, jugó el juego de vilipendiar al político tabasqueño.

Lo quisieron convertir en un villano, lo intentaron “vender” como una amenaza aterradora, nos dijeron que iba a destruir instituciones, libertades, el país todo desde el mismo día de su triunfo. Y no fue así.

Con tres planteamientos, hay que repetirlo: No mentir, no robar, no traicionar, se convirtió en presidente electo con asombrosa aceptación nacional. Hasta sus críticos en la nómina de programas de televisión y medios impresos comenzaron a recular, sin pudor alguno.

Mucho sabremos, mucho viviremos, mucho nos confrontaremos ante la nueva realidad que comenzó este domingo 1 de julio. Por lo pronto, yo primera persona del singular, me siento privilegiada de ser testigo de esta realidad, de tener la oportunidad de constatar que este país, y sus ciudadanos de todas las clases sociales, se mueven por tres ofrecimientos, tres banderas entrañables: No robar, no mentir, no traicionar…

Con lo que queda demostrado que millones de mexicanos somos honestos, somos buenos, somos creyentes, somos dignos, somos mexicanos con valores morales…


@isabelarvide/ EstadoMayor.mx/ CambioQRR.com