/ lunes 4 de marzo de 2019

Sin Gafete | Beatriz, Yasmin, los caminos de la discriminación

¿Se robó millones de pesos Karime Macías porque es la esposa de Javier Duarte? No, definitivo, se los robó porque es una ladrona, una persona sin ninguna moral, una mujer sin principios que utilizó el poder de su marido, como gobernador, para su enriquecimiento, para construirse un rancho de 922 metros cuadrados, para comprar caballos finos, para tener siete residencias en el extranjero.

Estamos muy equivocados en juzgarla por las acciones de Duarte. Ella, en singular, decidió tener una vida criminal.

Por eso indigna la impunidad que le ha otorgado el gobierno. Indigna profundamente que no haya sido juzgada como cómplice, como integrante de “delincuencia organizada”, delito en que incurrió repetidamente según los testimonios, ministeriales, de otros cómplices.

La señora Angélica Rivera tiene que probar, a millones de mexicanos, que su vida de lujos en el extranjero no tiene origen en el erario o en los negocios por los que, todavía, no se investiga a Peña Nieto.

Las mujeres no están, no tienen por qué estar ligadas al destino de sus maridos. En ningún sentido. Ni a favor ni en contra. No tienen permiso alguno para lucrar por la posición de éste. No deben tener ayudantes, camionetas, vestuario por el puesto público de su compañero.

Tampoco, este es el doble camino de la discriminación, las mujeres deben ser juzgadas por ser la “esposa” de alguien. Quienquiera que sea ese alguien. Beatriz Gutiérrez Müeller decidió no participar en las actividades “propias” de una esposa del primer mandatario. Lo que debería merecer el mayor respeto. Sin embargo, se le sigue mencionando en los medios de comunicación como la “esposa de”.

Ser la esposa de López Obrador no otorga títulos universitarios, ni de maestría ni de doctorado. La señora es una especialista en historia, en literatura. Lo es porque ha estudiado mucho para serlo. Cuando interviene en alguna actividad pública relacionada con estos temas, lo hace por sus conocimientos. Que no están en duda. Y, sin embargo, se sigue escribiendo de lo que hace o dice la “esposa de”.

En el caso de Yasmín Esquivel, candidata a ministro de la Suprema Corte, es similar. La señora es esposa de un constructor, que es amigo del presidente López Obrador, que es su asesor. Sí, pero antes de conocerlo, de casarse con él Yazmin tenía atrás treinta años como profesional de las leyes. Ella ha sido suficiente tiempo jueza, magistrada como para merecer ser valorada por su trayectoria personal. Y no es así.

Habría un ejemplo de igualdad si la eligen ministra, pese a su marido.

En este marzo en que una fecha discrimina a la mujer, con su pretensión de “festejarla”, haríamos bien en separar las acciones, la conducta, la trayectoria personal de las esposas de los hombres públicos. Para bien y para mejor. En un caso para respetar sus historias. En otros para ponerlas en la cárcel, para juzgarlas por haber participado de una vida criminal a sabiendas.

¿Se robó millones de pesos Karime Macías porque es la esposa de Javier Duarte? No, definitivo, se los robó porque es una ladrona, una persona sin ninguna moral, una mujer sin principios que utilizó el poder de su marido, como gobernador, para su enriquecimiento, para construirse un rancho de 922 metros cuadrados, para comprar caballos finos, para tener siete residencias en el extranjero.

Estamos muy equivocados en juzgarla por las acciones de Duarte. Ella, en singular, decidió tener una vida criminal.

Por eso indigna la impunidad que le ha otorgado el gobierno. Indigna profundamente que no haya sido juzgada como cómplice, como integrante de “delincuencia organizada”, delito en que incurrió repetidamente según los testimonios, ministeriales, de otros cómplices.

La señora Angélica Rivera tiene que probar, a millones de mexicanos, que su vida de lujos en el extranjero no tiene origen en el erario o en los negocios por los que, todavía, no se investiga a Peña Nieto.

Las mujeres no están, no tienen por qué estar ligadas al destino de sus maridos. En ningún sentido. Ni a favor ni en contra. No tienen permiso alguno para lucrar por la posición de éste. No deben tener ayudantes, camionetas, vestuario por el puesto público de su compañero.

Tampoco, este es el doble camino de la discriminación, las mujeres deben ser juzgadas por ser la “esposa” de alguien. Quienquiera que sea ese alguien. Beatriz Gutiérrez Müeller decidió no participar en las actividades “propias” de una esposa del primer mandatario. Lo que debería merecer el mayor respeto. Sin embargo, se le sigue mencionando en los medios de comunicación como la “esposa de”.

Ser la esposa de López Obrador no otorga títulos universitarios, ni de maestría ni de doctorado. La señora es una especialista en historia, en literatura. Lo es porque ha estudiado mucho para serlo. Cuando interviene en alguna actividad pública relacionada con estos temas, lo hace por sus conocimientos. Que no están en duda. Y, sin embargo, se sigue escribiendo de lo que hace o dice la “esposa de”.

En el caso de Yasmín Esquivel, candidata a ministro de la Suprema Corte, es similar. La señora es esposa de un constructor, que es amigo del presidente López Obrador, que es su asesor. Sí, pero antes de conocerlo, de casarse con él Yazmin tenía atrás treinta años como profesional de las leyes. Ella ha sido suficiente tiempo jueza, magistrada como para merecer ser valorada por su trayectoria personal. Y no es así.

Habría un ejemplo de igualdad si la eligen ministra, pese a su marido.

En este marzo en que una fecha discrimina a la mujer, con su pretensión de “festejarla”, haríamos bien en separar las acciones, la conducta, la trayectoria personal de las esposas de los hombres públicos. Para bien y para mejor. En un caso para respetar sus historias. En otros para ponerlas en la cárcel, para juzgarlas por haber participado de una vida criminal a sabiendas.