/ miércoles 27 de febrero de 2019

Sin gafete | El sainete de Venezuela

¿Por qué entrevistar a Nicolás Maduro?

O, mejor dicho, qué puede declarar ante un periodista el presidente de Venezuela que no haya dicho, que no repita cada día. ¿Es materia noticiosa?

Lo es, definitivo, para una entrevista a fondo. Una entrevista que permita tocar puntos difíciles, que obligue a definiciones diferentes, que cuestione planteamientos públicos. Para eso se necesita inteligencia y mucha amabilidad. Valga el ejemplo, de si alguna vez un político mexicano le ha dicho algo importante a Adela Micha.

Jorge Ramos se caracteriza por su agresividad. Por un estilo de gran protagonismo personal, donde termina por ser más importante su cuestionamiento que la respuesta. Es ofensivo incluso. Que no es sinónimo de ser duro en las preguntas. Oriana Fallaci lo era, dura, muy dura en sus entrevistas que siguen siendo motivo de estudio para todos los periodistas.

A Ramos le gana un estilo amarillista, violento, que seguramente es popular en Estados Unidos.

Es, también, previsible. Por eso lo primero que sorprende es que Nicolás Maduro haya aceptado una entrevista con él.

Después vino el sainete que adquirió celebridad mundial. La entrevista que termina con una seudo detención donde siguió teniendo el celular para llamar a su oficina, para iniciar el operativo publicitario. La supuesta “expulsión” del país que no fue tal porque Ramos y su equipo arribaron solos al aeropuerto.

En medio de todo esto Marcelo Ebrard habló. Desde las cavernas del silencio donde ha estado escondido, el secretario de Relaciones Exteriores hizo un “extrañamiento” al gobierno de Venezuela. Extrañamiento extraño para decir lo menos, porque Ramos es ciudadano norteamericano, en ese país vive, trabaja, paga impuestos, es famoso.

Y de pronto, Marcelo se acordó que era, tiempo pasado, mexicano.

¿Estuvieron “detenidos” Jorge Ramos y sus colaboradores? Si uno estudia, así sea por encima, las reacciones del gobierno de Maduro, hubiese sido una detención de mucho más tiempo que los minutos que estuvieron en Miraflores. ¿Hubo una reacción de enojo, violenta, en el presidente de ese país? Obviamente sí, la hubo porque la provocó Ramos más allá del tema periodístico, tomando partido, llamándolo dictador, mostrando un vídeo arreglado.

La respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador vino a detener cualquier escalada nacional en contra de Venezuela, justamente en la antesala de una invasión norteamericana, de cara a la petición del vicepresidente estadounidense para que México reconozca a Juan Guaidó.

Lo cierto, incuestionable, es que Maduro ha respondido cuestionamientos tremendos de otros periodistas, como el español Jordi Evole, sin una respuesta de enojo o agresión en su contra.

No queremos periodistas víctimas de ningún gobierno. No queremos que nos maten, nos encarcelen, nos amenacen por ejercer nuestra profesión. Tampoco queremos periodistas que olviden reglas esenciales del oficio, que se presten a temas políticos, que sean simples marionetas del poder.

Para Jorge Ramos la fama, inmensa, que en Estados Unidos significa ganancias millonarias, viene acompañada de la falta de respeto generalizada a sus entrevistas, a su desempeño profesional.

@isabelarvide / EstadoMayor.mx / isabelarvide.com

¿Por qué entrevistar a Nicolás Maduro?

O, mejor dicho, qué puede declarar ante un periodista el presidente de Venezuela que no haya dicho, que no repita cada día. ¿Es materia noticiosa?

Lo es, definitivo, para una entrevista a fondo. Una entrevista que permita tocar puntos difíciles, que obligue a definiciones diferentes, que cuestione planteamientos públicos. Para eso se necesita inteligencia y mucha amabilidad. Valga el ejemplo, de si alguna vez un político mexicano le ha dicho algo importante a Adela Micha.

Jorge Ramos se caracteriza por su agresividad. Por un estilo de gran protagonismo personal, donde termina por ser más importante su cuestionamiento que la respuesta. Es ofensivo incluso. Que no es sinónimo de ser duro en las preguntas. Oriana Fallaci lo era, dura, muy dura en sus entrevistas que siguen siendo motivo de estudio para todos los periodistas.

A Ramos le gana un estilo amarillista, violento, que seguramente es popular en Estados Unidos.

Es, también, previsible. Por eso lo primero que sorprende es que Nicolás Maduro haya aceptado una entrevista con él.

Después vino el sainete que adquirió celebridad mundial. La entrevista que termina con una seudo detención donde siguió teniendo el celular para llamar a su oficina, para iniciar el operativo publicitario. La supuesta “expulsión” del país que no fue tal porque Ramos y su equipo arribaron solos al aeropuerto.

En medio de todo esto Marcelo Ebrard habló. Desde las cavernas del silencio donde ha estado escondido, el secretario de Relaciones Exteriores hizo un “extrañamiento” al gobierno de Venezuela. Extrañamiento extraño para decir lo menos, porque Ramos es ciudadano norteamericano, en ese país vive, trabaja, paga impuestos, es famoso.

Y de pronto, Marcelo se acordó que era, tiempo pasado, mexicano.

¿Estuvieron “detenidos” Jorge Ramos y sus colaboradores? Si uno estudia, así sea por encima, las reacciones del gobierno de Maduro, hubiese sido una detención de mucho más tiempo que los minutos que estuvieron en Miraflores. ¿Hubo una reacción de enojo, violenta, en el presidente de ese país? Obviamente sí, la hubo porque la provocó Ramos más allá del tema periodístico, tomando partido, llamándolo dictador, mostrando un vídeo arreglado.

La respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador vino a detener cualquier escalada nacional en contra de Venezuela, justamente en la antesala de una invasión norteamericana, de cara a la petición del vicepresidente estadounidense para que México reconozca a Juan Guaidó.

Lo cierto, incuestionable, es que Maduro ha respondido cuestionamientos tremendos de otros periodistas, como el español Jordi Evole, sin una respuesta de enojo o agresión en su contra.

No queremos periodistas víctimas de ningún gobierno. No queremos que nos maten, nos encarcelen, nos amenacen por ejercer nuestra profesión. Tampoco queremos periodistas que olviden reglas esenciales del oficio, que se presten a temas políticos, que sean simples marionetas del poder.

Para Jorge Ramos la fama, inmensa, que en Estados Unidos significa ganancias millonarias, viene acompañada de la falta de respeto generalizada a sus entrevistas, a su desempeño profesional.

@isabelarvide / EstadoMayor.mx / isabelarvide.com