/ miércoles 19 de junio de 2019

Sin gafete | La necesidad del pueblo bueno…

¿Soldados desarmados? Peor todavía, soldados que no pueden, por orden superior, utilizar sus armas. Lo que equivale a soldados vencidos. Por criminales, para agregar.

Esto es lo que vemos en las últimas semanas. Digo “vemos” porque los mismos soldados se han encargado de hacer llegar a periodistas las grabaciones de su humillación. La más reciente en Michoacán, esa entidad tan “tranquila”, donde un tipejo se baja de una camioneta de redilas, de las caras, de las del anuncio, y se niega a ser revisado. Agrede a los soldados, toma una piedra y se las avienta… los insulta.

Y amenaza con que le hablen a la “banda” para que venga a poner en su lugar a esos uniformados que se atreven a molestarlo.

Pueblo bueno que no entiende cómo debe comportarse ante la autoridad. Pueblo bueno que aprendió la lección precisamente de Michoacán, donde los soldados se dejan “capturar” y para rescatarlos deben devolver armas de alto calibre que habían sido decomisadas a los criminales.

Mismos criminales que siguen actuando con total impunidad. Que no han sido perseguidos o siquiera disturbados por las políticas locales y federales.

Como si no hubiese habido un delito a perseguir en el secuestro de militares, en la portación de armas de altísimo calibre.

Los soldados obedecen órdenes. Pero eso no quiere decir que estén contentos.

¿Importa el malestar hacía dentro del Ejército? Tan abierto que circula en Internet una grabación hecha por un general, en situación de retiro, uniformado, contra estos hechos que ameritaron, en contraste, una “felicitación” presidencial.

Lo cierto es que los criminales, es tan fácil constatarlo, están actuando con impunidad, con agresividad, sin el mínimo respeto a la autoridad uniformada. Y esto vaya que es grave. Porque por muchos años hemos pedido la presencia militar en poblaciones del país agobiadas por la violencia, siempre como la última alternativa, como la única opción para detener esta criminalidad.

Y resulta que ahora estos mismos militares, que venían siendo la instancia de autoridad más alta del país, son el hazmerreír de delincuentes. De canallas que igual transportan droga, armas o gasolina ilegal. Que pueden, con total impunidad, oponerse a una revisión, y responder con golpes, piedras, amenazas a los soldados.

¿A dónde vamos con esto?

¿A quién le preguntamos a dónde vamos con esto?

El enojo militar puede o no llegar al alto mando, y/o a su comandante supremo, independientemente de esto, existe. ¿Cuánto más podemos pedirles a los soldados?

Las imágenes de estos días, donde un tipejo se baja de la camioneta, los insulta, se niega a la revisión, los golpea y pide porque llegue “la banda”, mientras los militares se cruzan de brazos y le piden por favor que se comporte, debe hacernos reflexionar. ¿De verdad éste es el Ejército que queremos millones de mexicanos? Hay que pregúntanoslo, hay que cuestionar con seriedad de qué manera puede protegernos, de qué forma podemos confiar en su presencia para “salvarnos” de los criminales…

Hay que preguntárnoslo antes que haya consecuencias a lamentar…

En Tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Página: isabelarvide.com

¿Soldados desarmados? Peor todavía, soldados que no pueden, por orden superior, utilizar sus armas. Lo que equivale a soldados vencidos. Por criminales, para agregar.

Esto es lo que vemos en las últimas semanas. Digo “vemos” porque los mismos soldados se han encargado de hacer llegar a periodistas las grabaciones de su humillación. La más reciente en Michoacán, esa entidad tan “tranquila”, donde un tipejo se baja de una camioneta de redilas, de las caras, de las del anuncio, y se niega a ser revisado. Agrede a los soldados, toma una piedra y se las avienta… los insulta.

Y amenaza con que le hablen a la “banda” para que venga a poner en su lugar a esos uniformados que se atreven a molestarlo.

Pueblo bueno que no entiende cómo debe comportarse ante la autoridad. Pueblo bueno que aprendió la lección precisamente de Michoacán, donde los soldados se dejan “capturar” y para rescatarlos deben devolver armas de alto calibre que habían sido decomisadas a los criminales.

Mismos criminales que siguen actuando con total impunidad. Que no han sido perseguidos o siquiera disturbados por las políticas locales y federales.

Como si no hubiese habido un delito a perseguir en el secuestro de militares, en la portación de armas de altísimo calibre.

Los soldados obedecen órdenes. Pero eso no quiere decir que estén contentos.

¿Importa el malestar hacía dentro del Ejército? Tan abierto que circula en Internet una grabación hecha por un general, en situación de retiro, uniformado, contra estos hechos que ameritaron, en contraste, una “felicitación” presidencial.

Lo cierto es que los criminales, es tan fácil constatarlo, están actuando con impunidad, con agresividad, sin el mínimo respeto a la autoridad uniformada. Y esto vaya que es grave. Porque por muchos años hemos pedido la presencia militar en poblaciones del país agobiadas por la violencia, siempre como la última alternativa, como la única opción para detener esta criminalidad.

Y resulta que ahora estos mismos militares, que venían siendo la instancia de autoridad más alta del país, son el hazmerreír de delincuentes. De canallas que igual transportan droga, armas o gasolina ilegal. Que pueden, con total impunidad, oponerse a una revisión, y responder con golpes, piedras, amenazas a los soldados.

¿A dónde vamos con esto?

¿A quién le preguntamos a dónde vamos con esto?

El enojo militar puede o no llegar al alto mando, y/o a su comandante supremo, independientemente de esto, existe. ¿Cuánto más podemos pedirles a los soldados?

Las imágenes de estos días, donde un tipejo se baja de la camioneta, los insulta, se niega a la revisión, los golpea y pide porque llegue “la banda”, mientras los militares se cruzan de brazos y le piden por favor que se comporte, debe hacernos reflexionar. ¿De verdad éste es el Ejército que queremos millones de mexicanos? Hay que pregúntanoslo, hay que cuestionar con seriedad de qué manera puede protegernos, de qué forma podemos confiar en su presencia para “salvarnos” de los criminales…

Hay que preguntárnoslo antes que haya consecuencias a lamentar…

En Tuiter: @isabelarvide Blog: EstadoMayor.mx Página: isabelarvide.com