/ jueves 26 de octubre de 2017

Sin Gafete / La pesada percepción de la corrupción

Dice la señora secretaria de la Función Pública que la corrupción no es sino percepción.  Antes, con igual buen tino, el primer mandatario comparó a la corrupción con un semáforo en un choque.

Es decir, para el gobierno de la República Priista la corrupción es imaginaria.

Sin embargo, millones de mexicanos opinan en contrario.  Y si bien “creen” que todos los funcionarios públicos, los políticos, los partidos, los diputados, los senadores, son corruptos… también saben que unos los son más que otros.

De igual manera, estos millones que tienen una alucinación colectiva tienen constancia de que la corrupción, así en general: la corrupción, puede llegar a matar impunemente.

Hablar del “socavón” de la carretera a Cuernavaca enoja a muchos funcionarios públicos, sin embargo, sigue siendo una tragedia para la familia que perdió a su padre, a su hijo, a dos ciudadanos que iban, de madrugada, a su trabajo cuando la tierra se abrió y, literalmente, se los tragó.

Para estos deudos la corrupción tiene un significado más preciso que una percepción. Alguien pagó de más para que construyesen mal.  Así de sencillo.

Es el caso, también, de Héctor Gandini que meses antes de esta tragedia perdió a su hijo justamente en este lugar, cuando todavía no habían terminado la construcción.

Un tráiler de doble remolque cayó encima del automóvil donde el joven Héctor Gandini, su hermana María y  amigos viajaban a una reunión familiar.  Tres de ellos fallecieron.  María estuvo muchos meses en el hospital. Lo más trágico de lo trágico, lo más probable de lo probable. Porque los camiones de doble remolque han causado un inmenso número de víctimas en nuestro país.

Sin reponerse de su dolor, Gandini ha hecho una cruzada para prohibir la circulación de estos vehículos de carga.  Y se confrontado con esa corrupción que nos dicen, oficialmente, no existe. En los permisos otorgados por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por el señor Gerardo Ruiz Esparza que ha ganado todos los premios a la impunidad, hay intereses económicos.

A muchas empresas, de esas que luego suelen “donar” dinero a las campañas políticas, les sale más barato transportar así su mercancía.  ¿Y las vidas humanas?  Supongo que esas, para sus intereses, valen menos.  Aunque sumen cinco mil los muertos en este sexenio.

En una entrevista de la semana pasada Héctor Gandini dio a conocer lo que muchos ya le habíamos escuchado en privado: Trataron de sobornarlo para que se callase, para que se hiciera a un lado de esta campaña.  Ahí cuenta que después del accidente, cuando comenzó a hablar en todos los medios del tema, lo buscó Adrián del Mazo (hermano de) que era director de Autotransportes de la SCT y, literalmente, le dijo: “Tengo órdenes de Ruiz Esparza para llegar a un acuerdo económico contigo… para que le bajes”.

O sea, para que se callara.

Con toda intención Gandini le respondió: “¿Me estas ofreciendo dinero para que me callé?” ante la respuesta afirmativa, con entereza, aceptó tener un precio… y se lo dijo: “Acepto, pero no quiero dinero, quiero una cosa… que me devuelvas a mi hijo”.

¿Por qué Ruiz Esparza quería callar a Gandini?  Obvio que, porque la corrupción no existe, pero sí la percepción social… y aparentemente esto, la divulgación de las verdades contribuye a ella.

Esta anécdota, el hecho de que mi entrañable amigo Héctor Gandini siga decidido a dar la batalla permanente contra la corrupta relación entre el gobierno, o sea Ruiz Esparza, y los transportistas, que provoca tantas muertes en la carretera, nos demuestra que la corrupción es algo más, mucho más que la percepción.

Aunque, de cualquier manera, según los especialistas de la conducta humana, la percepción de una realidad se convierte en algo más fuerte, mucho más verdadero que la propia realidad.

Y así el binomio realidad-percepción tiene igual resultado: Millones de mexicanos están seguros de la corrupción oficial.

Dice la señora secretaria de la Función Pública que la corrupción no es sino percepción.  Antes, con igual buen tino, el primer mandatario comparó a la corrupción con un semáforo en un choque.

Es decir, para el gobierno de la República Priista la corrupción es imaginaria.

Sin embargo, millones de mexicanos opinan en contrario.  Y si bien “creen” que todos los funcionarios públicos, los políticos, los partidos, los diputados, los senadores, son corruptos… también saben que unos los son más que otros.

De igual manera, estos millones que tienen una alucinación colectiva tienen constancia de que la corrupción, así en general: la corrupción, puede llegar a matar impunemente.

Hablar del “socavón” de la carretera a Cuernavaca enoja a muchos funcionarios públicos, sin embargo, sigue siendo una tragedia para la familia que perdió a su padre, a su hijo, a dos ciudadanos que iban, de madrugada, a su trabajo cuando la tierra se abrió y, literalmente, se los tragó.

Para estos deudos la corrupción tiene un significado más preciso que una percepción. Alguien pagó de más para que construyesen mal.  Así de sencillo.

Es el caso, también, de Héctor Gandini que meses antes de esta tragedia perdió a su hijo justamente en este lugar, cuando todavía no habían terminado la construcción.

Un tráiler de doble remolque cayó encima del automóvil donde el joven Héctor Gandini, su hermana María y  amigos viajaban a una reunión familiar.  Tres de ellos fallecieron.  María estuvo muchos meses en el hospital. Lo más trágico de lo trágico, lo más probable de lo probable. Porque los camiones de doble remolque han causado un inmenso número de víctimas en nuestro país.

Sin reponerse de su dolor, Gandini ha hecho una cruzada para prohibir la circulación de estos vehículos de carga.  Y se confrontado con esa corrupción que nos dicen, oficialmente, no existe. En los permisos otorgados por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por el señor Gerardo Ruiz Esparza que ha ganado todos los premios a la impunidad, hay intereses económicos.

A muchas empresas, de esas que luego suelen “donar” dinero a las campañas políticas, les sale más barato transportar así su mercancía.  ¿Y las vidas humanas?  Supongo que esas, para sus intereses, valen menos.  Aunque sumen cinco mil los muertos en este sexenio.

En una entrevista de la semana pasada Héctor Gandini dio a conocer lo que muchos ya le habíamos escuchado en privado: Trataron de sobornarlo para que se callase, para que se hiciera a un lado de esta campaña.  Ahí cuenta que después del accidente, cuando comenzó a hablar en todos los medios del tema, lo buscó Adrián del Mazo (hermano de) que era director de Autotransportes de la SCT y, literalmente, le dijo: “Tengo órdenes de Ruiz Esparza para llegar a un acuerdo económico contigo… para que le bajes”.

O sea, para que se callara.

Con toda intención Gandini le respondió: “¿Me estas ofreciendo dinero para que me callé?” ante la respuesta afirmativa, con entereza, aceptó tener un precio… y se lo dijo: “Acepto, pero no quiero dinero, quiero una cosa… que me devuelvas a mi hijo”.

¿Por qué Ruiz Esparza quería callar a Gandini?  Obvio que, porque la corrupción no existe, pero sí la percepción social… y aparentemente esto, la divulgación de las verdades contribuye a ella.

Esta anécdota, el hecho de que mi entrañable amigo Héctor Gandini siga decidido a dar la batalla permanente contra la corrupta relación entre el gobierno, o sea Ruiz Esparza, y los transportistas, que provoca tantas muertes en la carretera, nos demuestra que la corrupción es algo más, mucho más que la percepción.

Aunque, de cualquier manera, según los especialistas de la conducta humana, la percepción de una realidad se convierte en algo más fuerte, mucho más verdadero que la propia realidad.

Y así el binomio realidad-percepción tiene igual resultado: Millones de mexicanos están seguros de la corrupción oficial.