/ miércoles 25 de julio de 2018

Sin Gafete | Los aluxes y las guacamayas rojas…

Josefa González Blanco es en sí misma un triunfo de la mujer. De la expresión femenina de la individualidad y la libertad.

Un ser humano que eligió, sin importar el ambiente en que nació y creció, su propio camino. Lo que no resulta fácil desde ninguna óptica.

Por eso resulta tan injusto que haya estado sometida a una larga semana de golpeteo mediático sin deberla ni temerla, que le hayan cobrado con infinita saña su autenticidad, la transparencia extrema que la ha caracterizado a través de la vida.

Josefa concedió una entrevista a mi amiga Martha Anaya. Lo que se advierte en el video es una conversación grata, abierta, sin intencionalidad malévola por parte de la periodista.

La recibió en casa de sus padres, que lo es también de su abuelo paterno. Una casona de Las Lomas construida y amueblada en el estilo políticamente correcto de los años cincuenta del siglo pasado. Que incluye adornos de marfil, como era previsible. Su abuelo fue secretario del Trabajo y gobernador de Chiapas, entre otros cargos públicos.

El marfil que fue comprado antes de su prohibición, antes de que cambiase nuestra conciencia ecológica, es totalmente legal en coleccionistas en todo el mundo. No es, no podría ser por razón de edad, su colección. Estaba ahí. Y no tuvo la malicia para ocultarlo, a sabiendas de que es, por el sismo del año pasado, huésped en la casa paterna. Transparencia a la que no estamos acostumbrados.

Después respondió a Anaya, con absoluta precisión, apegada a los usos y costumbres chiapanecos, como buena “antropóloga social”, sobre los “aluxes”. Esos duendes del bosque, de la selva, que muchos creemos que existen en el Sureste, que son parte de la leyenda y, también, de la costumbre de grandes sectores sociales. De la misma forma en que millones de seres creen en lo intangible de muchas religiones, fuera de cualquier análisis científico, muchos miles creen en los “aluxes”.

¿Cuál podría ser el pecado?

Lo que Martha Anaya desconoce, como muchos millones de mexicanos, es el trabajo invaluable que Josefa González Blanco ha realizado, por muchos años, con sus propios recursos, en Palenque. Donde junto con su padre, Patrocinio, se han dedicado a la conservación de especies animales.

Tienen un parque para que los animales puedan vivir y ser visitados en libertad, donde en lugar de comprar a estos animales, los han recibido. Muchas veces a punto de morir.

Lo más notable es su trabajo con las guacamayas rojas. Una especie en vía de extinción de la que quedaban hace cuatro años, cuando comenzaron sus programas en Palenque, menos de cien ejemplares. Estaban a punto de desaparecer para siempre de la tierra.

Josefa, su intención, su trabajo, su esfuerzo, su propio dinero, consiguieron revertir esto. Y han podido reproducir en libertad-cautiva, es decir en su parque, pero sin jaulas, hasta sumar casi 800 ejemplares de estos pájaros bellísimos.

Así trabajan quienes creen en los milagros… y también en los “aluxes”…


@isabelarvide / EstadoMayor.mx / CambioQRR.com

Josefa González Blanco es en sí misma un triunfo de la mujer. De la expresión femenina de la individualidad y la libertad.

Un ser humano que eligió, sin importar el ambiente en que nació y creció, su propio camino. Lo que no resulta fácil desde ninguna óptica.

Por eso resulta tan injusto que haya estado sometida a una larga semana de golpeteo mediático sin deberla ni temerla, que le hayan cobrado con infinita saña su autenticidad, la transparencia extrema que la ha caracterizado a través de la vida.

Josefa concedió una entrevista a mi amiga Martha Anaya. Lo que se advierte en el video es una conversación grata, abierta, sin intencionalidad malévola por parte de la periodista.

La recibió en casa de sus padres, que lo es también de su abuelo paterno. Una casona de Las Lomas construida y amueblada en el estilo políticamente correcto de los años cincuenta del siglo pasado. Que incluye adornos de marfil, como era previsible. Su abuelo fue secretario del Trabajo y gobernador de Chiapas, entre otros cargos públicos.

El marfil que fue comprado antes de su prohibición, antes de que cambiase nuestra conciencia ecológica, es totalmente legal en coleccionistas en todo el mundo. No es, no podría ser por razón de edad, su colección. Estaba ahí. Y no tuvo la malicia para ocultarlo, a sabiendas de que es, por el sismo del año pasado, huésped en la casa paterna. Transparencia a la que no estamos acostumbrados.

Después respondió a Anaya, con absoluta precisión, apegada a los usos y costumbres chiapanecos, como buena “antropóloga social”, sobre los “aluxes”. Esos duendes del bosque, de la selva, que muchos creemos que existen en el Sureste, que son parte de la leyenda y, también, de la costumbre de grandes sectores sociales. De la misma forma en que millones de seres creen en lo intangible de muchas religiones, fuera de cualquier análisis científico, muchos miles creen en los “aluxes”.

¿Cuál podría ser el pecado?

Lo que Martha Anaya desconoce, como muchos millones de mexicanos, es el trabajo invaluable que Josefa González Blanco ha realizado, por muchos años, con sus propios recursos, en Palenque. Donde junto con su padre, Patrocinio, se han dedicado a la conservación de especies animales.

Tienen un parque para que los animales puedan vivir y ser visitados en libertad, donde en lugar de comprar a estos animales, los han recibido. Muchas veces a punto de morir.

Lo más notable es su trabajo con las guacamayas rojas. Una especie en vía de extinción de la que quedaban hace cuatro años, cuando comenzaron sus programas en Palenque, menos de cien ejemplares. Estaban a punto de desaparecer para siempre de la tierra.

Josefa, su intención, su trabajo, su esfuerzo, su propio dinero, consiguieron revertir esto. Y han podido reproducir en libertad-cautiva, es decir en su parque, pero sin jaulas, hasta sumar casi 800 ejemplares de estos pájaros bellísimos.

Así trabajan quienes creen en los milagros… y también en los “aluxes”…


@isabelarvide / EstadoMayor.mx / CambioQRR.com