/ lunes 15 de abril de 2019

Sin Gafete | Ramos, el merolico...

El ciudadano estadounidense, que trabaja en una cadena de televisión de ese país, Jorge Ramos, declaró que los periodistas deben estar a priori, porque sí, en contra del poder público. Y que corresponde estar en la oposición del presidente López Obrador.

Se le olvidó decir que los periodistas no son vendedores, agentes de publicidad. Porque lo que vino a hacer a México fue, precisamente, un mal espectáculo para “vender” a su periódico, para promocionarlo en anuncios pidiendo suscriptores.

Lo de la “mañanera”, su presencia atrabiliaria, sus dichos frente a López Obrador no fueron sino parte de esta mercadotecnia.

El espacio de la conferencia presidencial, en Palacio Nacional, fue aprovechado para cuestionar al primer mandatario con un tema que, era obvio, es especialmente sensible para grandes sectores de la población. Su manejo de cifras es de primero de Periodismo, e implica una manipulación basada en hechos reales, una adecuación de la “realidad” a sus propósitos de comunicación.

Lo demás, comenzando por su actitud provocativa, es cosa sabida. Si Jorge Ramos hubiese querido, realmente, cuestionar medidas de seguridad de este gobierno, sobraba material. Hubiese bastado con preguntar sobre la inclusión de la Policía Federal en la Guardia Nacional, sin exámenes de confianza previos, cuando López Obrador ha hablado pestes de esta policía, cuando ha expresado su profunda desconfianza. O sea, esa era la pregunta, esa era la nota periodística, que a una nueva institución se le incorporan policías podridos, para decir lo menos, en los que no se confía.

Estos elementos, que para muchos mexicanos no son tan malos, que para muchos otros mexicanos significan la peor institución policial, cuestionados públicamente por López Obrador van a convivir con militares, marinos y los jóvenes que ya están pidiendo su incorporación a la Guardia Nacional. ¿Cómo van a evitar que corrompan a sus compañeros? Esta era una de las preguntas fuertes sobre seguridad, sobre la Guardia Nacional, que no hizo Jorge Ramos.

Como tampoco eligió cuestionar al nuevo comandante de la Guardia Nacional que declaró no estar enterado. O fustigar a Alfonso Durazo sobre la naturaleza “civil” de los mandos militares ahí presentes.

Lo cierto es que había temas fuertes para hacer preguntas fuertes. Pero lo que buscaba Jorge Ramos era la confrontación pública con el Presidente, lo que quería era manifestar su protagonismo harto conocido, lo que pretendía era ser noticia. Y eso está muy lejos de un periodismo serio.

Con López Obrador hay que volver a escribir el papel del periodismo, de los entrevistadores, de los analistas políticos, de la honestidad profesional. Existen inmensos contrastes en su gobierno, que van desde la apertura inmensa de su persona, la voluntad política de López Obrador contra la censura, hasta el hermetismo, diría alguno desprecio, de los jefes de prensa de su gobierno.

Ramos vino a actuar como merolico que vende tónicos para el cabello. Supongo que le pagaron bien por hacerlo…

El ciudadano estadounidense, que trabaja en una cadena de televisión de ese país, Jorge Ramos, declaró que los periodistas deben estar a priori, porque sí, en contra del poder público. Y que corresponde estar en la oposición del presidente López Obrador.

Se le olvidó decir que los periodistas no son vendedores, agentes de publicidad. Porque lo que vino a hacer a México fue, precisamente, un mal espectáculo para “vender” a su periódico, para promocionarlo en anuncios pidiendo suscriptores.

Lo de la “mañanera”, su presencia atrabiliaria, sus dichos frente a López Obrador no fueron sino parte de esta mercadotecnia.

El espacio de la conferencia presidencial, en Palacio Nacional, fue aprovechado para cuestionar al primer mandatario con un tema que, era obvio, es especialmente sensible para grandes sectores de la población. Su manejo de cifras es de primero de Periodismo, e implica una manipulación basada en hechos reales, una adecuación de la “realidad” a sus propósitos de comunicación.

Lo demás, comenzando por su actitud provocativa, es cosa sabida. Si Jorge Ramos hubiese querido, realmente, cuestionar medidas de seguridad de este gobierno, sobraba material. Hubiese bastado con preguntar sobre la inclusión de la Policía Federal en la Guardia Nacional, sin exámenes de confianza previos, cuando López Obrador ha hablado pestes de esta policía, cuando ha expresado su profunda desconfianza. O sea, esa era la pregunta, esa era la nota periodística, que a una nueva institución se le incorporan policías podridos, para decir lo menos, en los que no se confía.

Estos elementos, que para muchos mexicanos no son tan malos, que para muchos otros mexicanos significan la peor institución policial, cuestionados públicamente por López Obrador van a convivir con militares, marinos y los jóvenes que ya están pidiendo su incorporación a la Guardia Nacional. ¿Cómo van a evitar que corrompan a sus compañeros? Esta era una de las preguntas fuertes sobre seguridad, sobre la Guardia Nacional, que no hizo Jorge Ramos.

Como tampoco eligió cuestionar al nuevo comandante de la Guardia Nacional que declaró no estar enterado. O fustigar a Alfonso Durazo sobre la naturaleza “civil” de los mandos militares ahí presentes.

Lo cierto es que había temas fuertes para hacer preguntas fuertes. Pero lo que buscaba Jorge Ramos era la confrontación pública con el Presidente, lo que quería era manifestar su protagonismo harto conocido, lo que pretendía era ser noticia. Y eso está muy lejos de un periodismo serio.

Con López Obrador hay que volver a escribir el papel del periodismo, de los entrevistadores, de los analistas políticos, de la honestidad profesional. Existen inmensos contrastes en su gobierno, que van desde la apertura inmensa de su persona, la voluntad política de López Obrador contra la censura, hasta el hermetismo, diría alguno desprecio, de los jefes de prensa de su gobierno.

Ramos vino a actuar como merolico que vende tónicos para el cabello. Supongo que le pagaron bien por hacerlo…