/ viernes 30 de noviembre de 2018

Sin gafete | Y el final lo protagonizó Jared Kushner

Supongo que nos merecíamos mejor suerte. Todos. Principalmente el primer mandatario que se va.

Porque tendríamos que estar fuera de nuestra mente para imaginar, siquiera, que alguno quiera ser presidente de México para arruinar su historia política, su imagen personal, incluso cualquier futuro. Y vaya que Enrique Peña Nieto es, todavía, joven para la carga de negativos que lleva.

Dicen los enterados que en gran medida el responsable fue Luis Videgaray. La voz que más escuchó, durante todo su gobierno, el primer mandatario saliente. Lo cierto es que la historia va a juzgarlo, exclusivamente, a él. Sin atenuantes. Y habrá que esperar mucho tiempo para encontrar generosidad en el juicio que hoy se advierte lapidario, sin esperanza.

Porque terminar un gobierno con 24% de aceptación popular es tremendo. Ni siquiera lo vivió Vicente Fox.

Lo duro, lo continuo del rechazo social, está originado en temas recurrentes. Esa frase tan famosa durante este sexenio: “No entienden que no entienden”, lo ha acompañado hasta el final.

Porque vaya que no había necesidad, desde ningún punto de vista, de perder tanto, de aglutinar a todas las voces, incluyendo a quienes están abiertamente en contra del futuro mandatario, de restar tanto al decidir, facultad propia de su investidura dijo, entregar la máxima condecoración que tenemos, el “Águila Azteca”, al yerno del presidente que más ha ofendido a los mexicanos.

El señor Jared Kushner no tiene otra historia política o pública que haberse casado con la hija de Donald Trump. No ganó ninguna elección. No es o ha sido gobernador o senador. No ha publicado treinta títulos. No ha sido reconocido por ninguna universidad norteamericana o extranjera. Y los medios, en su país, son muy duros con él.

Un joven dedicado al dinero, a su multiplicación, a quien su suegro, hombre todopoderoso, nombró su asesor.

Y que, nos dicen, supuestamente “ayudó” a llegar a un acuerdo para el nuevo tratado comercial entre nuestro país y Estados Unidos. Esto, “ayudar” fue privado porque no participó en las negociaciones.

¿Este “tratado comercial” es tan indispensable, tan positivo para nuestro país? Por más que uno intente encontrar razones para la entrega de esta condecoración, no hay dónde buscarlas. Ni siquiera en el análisis del resultado de esta supuesta “ayuda”.

¿Por qué condecorar al yerno de un mandatario que quiere construir un muro, que paguemos nosotros además, para evitar que entren mexicanos a su país? Que, además, nos ha calificado con los peores insultos.

¿Es la influencia de Luis Videgaray? Diríase que es final triste que no nos merecíamos. Ni Peña Nieto ni millones de mexicanos. Y no hablamos de temas políticos sino personales. Habría que haber encontrado, ambos, la sociedad y el mandatario, un resquicio, un pequeño espacio de encuentro generoso. En lugar de ello decidió irse con estruendo…

@isabelarvide / isabelarvide.com / EstadoMayor.mx

Supongo que nos merecíamos mejor suerte. Todos. Principalmente el primer mandatario que se va.

Porque tendríamos que estar fuera de nuestra mente para imaginar, siquiera, que alguno quiera ser presidente de México para arruinar su historia política, su imagen personal, incluso cualquier futuro. Y vaya que Enrique Peña Nieto es, todavía, joven para la carga de negativos que lleva.

Dicen los enterados que en gran medida el responsable fue Luis Videgaray. La voz que más escuchó, durante todo su gobierno, el primer mandatario saliente. Lo cierto es que la historia va a juzgarlo, exclusivamente, a él. Sin atenuantes. Y habrá que esperar mucho tiempo para encontrar generosidad en el juicio que hoy se advierte lapidario, sin esperanza.

Porque terminar un gobierno con 24% de aceptación popular es tremendo. Ni siquiera lo vivió Vicente Fox.

Lo duro, lo continuo del rechazo social, está originado en temas recurrentes. Esa frase tan famosa durante este sexenio: “No entienden que no entienden”, lo ha acompañado hasta el final.

Porque vaya que no había necesidad, desde ningún punto de vista, de perder tanto, de aglutinar a todas las voces, incluyendo a quienes están abiertamente en contra del futuro mandatario, de restar tanto al decidir, facultad propia de su investidura dijo, entregar la máxima condecoración que tenemos, el “Águila Azteca”, al yerno del presidente que más ha ofendido a los mexicanos.

El señor Jared Kushner no tiene otra historia política o pública que haberse casado con la hija de Donald Trump. No ganó ninguna elección. No es o ha sido gobernador o senador. No ha publicado treinta títulos. No ha sido reconocido por ninguna universidad norteamericana o extranjera. Y los medios, en su país, son muy duros con él.

Un joven dedicado al dinero, a su multiplicación, a quien su suegro, hombre todopoderoso, nombró su asesor.

Y que, nos dicen, supuestamente “ayudó” a llegar a un acuerdo para el nuevo tratado comercial entre nuestro país y Estados Unidos. Esto, “ayudar” fue privado porque no participó en las negociaciones.

¿Este “tratado comercial” es tan indispensable, tan positivo para nuestro país? Por más que uno intente encontrar razones para la entrega de esta condecoración, no hay dónde buscarlas. Ni siquiera en el análisis del resultado de esta supuesta “ayuda”.

¿Por qué condecorar al yerno de un mandatario que quiere construir un muro, que paguemos nosotros además, para evitar que entren mexicanos a su país? Que, además, nos ha calificado con los peores insultos.

¿Es la influencia de Luis Videgaray? Diríase que es final triste que no nos merecíamos. Ni Peña Nieto ni millones de mexicanos. Y no hablamos de temas políticos sino personales. Habría que haber encontrado, ambos, la sociedad y el mandatario, un resquicio, un pequeño espacio de encuentro generoso. En lugar de ello decidió irse con estruendo…

@isabelarvide / isabelarvide.com / EstadoMayor.mx