/ miércoles 18 de agosto de 2021

Sin presupuesto alcanza

Funcionarios del Gobierno de la Ciudad de México suelen utilizar una buena frase cada inauguración: “Sin corrupción, alcanza”. No deja de ser propagandística: siguiendo la frase, cuando uno ve las fallas en el metro, los encharcamientos, los baches, el deterioro de las oficinas públicas, la falta de recursos en múltiples áreas y temas, uno debería concluir que el gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum está plagado de corrupción.

En realidad este gobierno se parece mucho a los que lo precedieron salvo en el hecho de que, al llegar con suficiente legitimidad, optaron por tomar decisiones de forma unilateral. A la Jefa de Gobierno le incomoda la crítica y la conversación de los asuntos públicos, responde siempre con cinismo y desdén ante posiciones opuestas a la suya. No sólo son expresiones, también lo confirma en los hechos; no se limita en pasear con las gobernadoras y alcaldesas electas de su partido, pone cualquier pretexto para evitar a los de oposición.

A las alcaldías del poniente se les viene encima un gran sabotaje. Paulatinamente, con argucias legales, les quitan atribuciones, les quitarán presupuesto y dificultarán el gobierno. Las tensiones ya se perciben. Los nueve alcaldes de oposición se organizaron en la UNACDMX, la Unión de Alcaldes, pero los nueve representan igual cantidad de estilos de gobierno; unos frontales, otros tratando de conciliar. ¿Cómo avanzar los tres años venideros en un entorno tan autoritario como el que se avecina?

La respuesta no puede estar del lado de la confrontación, sino de la visión de ciudad. El sabotaje morenista debe ser entendido como si fuera una adversidad de la naturaleza, algo que no podamos evitar con gritos, coraje o tristeza. La UNACDMX debe convertirse en la gran oportunidad de transformación de la capital mexicana, frente al secuestro ideológico en que estamos inmersos. Sheinbaum y sus huestes han reducido las discusiones públicas a un espectáculo de luz y sonido. Es imposible combatirlos jugando en su terreno, tienen más experiencia en el conflicto y no tienen empacho alguno en afectar a la sociedad para defender el poder.

La salida sólo puede estar en dos vías. De un lado, gobiernos creativos que puedan concretar acciones de interés público, en vinculación con academia, sociedad y empresas, aún sin un peso de presupuesto programable. Del otro, una prospección de la planeación, sacar a la ciudad de la mediocridad en la que está envuelta y hacer que todos los ciudadanos visualicemos escenarios de desarrollo distintos. Convencer a la ciudadanía que con visión y planeación, podremos ser una ciudad con una cobertura plena de infraestructura y servicios, con acceso universal a la salud y a la educación, y en un entorno de seguridad que no esté dependiendo de voluntarismos, sino de procesos.

Frente al sabotaje del equipo de Sheinbaum, sólo queda una manera de cumplir con el electorado que dio su confianza el 6 de junio: gritar en silencio pero más fuerte ¡Sin presupuesto, alcanza!

Funcionarios del Gobierno de la Ciudad de México suelen utilizar una buena frase cada inauguración: “Sin corrupción, alcanza”. No deja de ser propagandística: siguiendo la frase, cuando uno ve las fallas en el metro, los encharcamientos, los baches, el deterioro de las oficinas públicas, la falta de recursos en múltiples áreas y temas, uno debería concluir que el gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum está plagado de corrupción.

En realidad este gobierno se parece mucho a los que lo precedieron salvo en el hecho de que, al llegar con suficiente legitimidad, optaron por tomar decisiones de forma unilateral. A la Jefa de Gobierno le incomoda la crítica y la conversación de los asuntos públicos, responde siempre con cinismo y desdén ante posiciones opuestas a la suya. No sólo son expresiones, también lo confirma en los hechos; no se limita en pasear con las gobernadoras y alcaldesas electas de su partido, pone cualquier pretexto para evitar a los de oposición.

A las alcaldías del poniente se les viene encima un gran sabotaje. Paulatinamente, con argucias legales, les quitan atribuciones, les quitarán presupuesto y dificultarán el gobierno. Las tensiones ya se perciben. Los nueve alcaldes de oposición se organizaron en la UNACDMX, la Unión de Alcaldes, pero los nueve representan igual cantidad de estilos de gobierno; unos frontales, otros tratando de conciliar. ¿Cómo avanzar los tres años venideros en un entorno tan autoritario como el que se avecina?

La respuesta no puede estar del lado de la confrontación, sino de la visión de ciudad. El sabotaje morenista debe ser entendido como si fuera una adversidad de la naturaleza, algo que no podamos evitar con gritos, coraje o tristeza. La UNACDMX debe convertirse en la gran oportunidad de transformación de la capital mexicana, frente al secuestro ideológico en que estamos inmersos. Sheinbaum y sus huestes han reducido las discusiones públicas a un espectáculo de luz y sonido. Es imposible combatirlos jugando en su terreno, tienen más experiencia en el conflicto y no tienen empacho alguno en afectar a la sociedad para defender el poder.

La salida sólo puede estar en dos vías. De un lado, gobiernos creativos que puedan concretar acciones de interés público, en vinculación con academia, sociedad y empresas, aún sin un peso de presupuesto programable. Del otro, una prospección de la planeación, sacar a la ciudad de la mediocridad en la que está envuelta y hacer que todos los ciudadanos visualicemos escenarios de desarrollo distintos. Convencer a la ciudadanía que con visión y planeación, podremos ser una ciudad con una cobertura plena de infraestructura y servicios, con acceso universal a la salud y a la educación, y en un entorno de seguridad que no esté dependiendo de voluntarismos, sino de procesos.

Frente al sabotaje del equipo de Sheinbaum, sólo queda una manera de cumplir con el electorado que dio su confianza el 6 de junio: gritar en silencio pero más fuerte ¡Sin presupuesto, alcanza!

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