/ martes 8 de diciembre de 2020

Sinceramente, mis mejores deseos

Por Catherine Prati Rousselet

Con la presente crisis sanitaria, la ficción ya no es ficción y parece que se ha impuesto una “nueva normalidad”: “sustentada en la igualdad de derechos para garantizar el acceso igualitario y generalizado a los derechos económicos, políticos, sociales y culturales con el fin de disminuir las desigualdades, las cuales solo se hicieron más evidentes en esta emergencia sanitaria”.

La realidad (que siempre supera la ficción) es otra: el día de hoy, tener salud y trabajo es un privilegio. Quedarse en casa es un lujo que no pueden darse las madres y padres de familia que salen diario a conseguir el sustento familiar porque “viven al día”. No se quedan en casa los empleados de las empresas que son parte de la cadena de suministro a la exportación (tratados de libre comercio obligent). No se queda en casa el personal de los servicios de salud. Tampoco se quedan en casa los trabajadores dedicados a las actividades “esenciales”.

Para cada uno de los 17 ODS de la Agenda 2030 (adoptada en septiembre de 2015), la ONU ha insertado desde el inicio de la pandemia por SRA-CoV-2 unos párrafos “Respuesta a la Covid 19” que constituye un tipo de adenda contextualizada a la coyuntura imperante. En relación con el ODS 8 “Trabajo decente y crecimiento económico” se recomienda una respuesta socioeconómica en cinco líneas: 1) garantizar los servicios de salud esenciales, 2) asegurar la protección social y los servicios básicos, 3) proteger el empleo y apoyar a las pequeñas y medianas empresas, 4) adoptar políticas macroeconómicas en favor de los más vulnerables y 5) promover la resiliencia impulsada por las comunidades.

Nuevamente, recomendaciones difíciles de implementar, especialmente para las economías emergentes (léase, aún en desarrollo) que carecen de robustas estructuras socioeconómicas (como dijo recientemente Bill Gates “el mundo rico y los otros países”).

La meta 8.6 instaba “De aquí a 2020, reducir considerablemente la proporción de jóvenes que no están empleados y no cursan estudios ni reciben capacitación”. El Subgobernador de Banxico Jonathan Heath ha manifestado que, en México, cerca de 34 millones de personas necesitan un empleo. Muchos son jóvenes. Pero, más, mucho más, son mujeres y hombres en edad “productiva” que carecen de empleo formal, decente, bien remunerado (de acuerdo con la terminología de la Organización Internacional del Trabajo) así como de estudios profesionalizantes que les posicionen para un futuro esperanzador y una vida familiar decorosa (digna).

“Más allá de la respuesta inmediata a la crisis, António Guterres (Secretario General de la ONU) ha enfatizado que la recuperación debe conducir a una economía diferente”. Fortalecer a la persona de manera integral y en todas sus dimensiones es imprescindible y ciertamente más urgente.

Desde la mitad del siglo XVII, se acostumbra a intercambiar buenos deseos para el año venidero. Aunque se vaticina que 2021 rebasará en lo catastrófico 2020, ¡qué la salud y el trabajo no falte en ningún hogar! Son, sinceramente mis mejores deseos.

Coordinadora Académica de la Maestría en Asuntos Internacionales. Facultad de Estudios Globales. Universidad Anáhuac México.

Por Catherine Prati Rousselet

Con la presente crisis sanitaria, la ficción ya no es ficción y parece que se ha impuesto una “nueva normalidad”: “sustentada en la igualdad de derechos para garantizar el acceso igualitario y generalizado a los derechos económicos, políticos, sociales y culturales con el fin de disminuir las desigualdades, las cuales solo se hicieron más evidentes en esta emergencia sanitaria”.

La realidad (que siempre supera la ficción) es otra: el día de hoy, tener salud y trabajo es un privilegio. Quedarse en casa es un lujo que no pueden darse las madres y padres de familia que salen diario a conseguir el sustento familiar porque “viven al día”. No se quedan en casa los empleados de las empresas que son parte de la cadena de suministro a la exportación (tratados de libre comercio obligent). No se queda en casa el personal de los servicios de salud. Tampoco se quedan en casa los trabajadores dedicados a las actividades “esenciales”.

Para cada uno de los 17 ODS de la Agenda 2030 (adoptada en septiembre de 2015), la ONU ha insertado desde el inicio de la pandemia por SRA-CoV-2 unos párrafos “Respuesta a la Covid 19” que constituye un tipo de adenda contextualizada a la coyuntura imperante. En relación con el ODS 8 “Trabajo decente y crecimiento económico” se recomienda una respuesta socioeconómica en cinco líneas: 1) garantizar los servicios de salud esenciales, 2) asegurar la protección social y los servicios básicos, 3) proteger el empleo y apoyar a las pequeñas y medianas empresas, 4) adoptar políticas macroeconómicas en favor de los más vulnerables y 5) promover la resiliencia impulsada por las comunidades.

Nuevamente, recomendaciones difíciles de implementar, especialmente para las economías emergentes (léase, aún en desarrollo) que carecen de robustas estructuras socioeconómicas (como dijo recientemente Bill Gates “el mundo rico y los otros países”).

La meta 8.6 instaba “De aquí a 2020, reducir considerablemente la proporción de jóvenes que no están empleados y no cursan estudios ni reciben capacitación”. El Subgobernador de Banxico Jonathan Heath ha manifestado que, en México, cerca de 34 millones de personas necesitan un empleo. Muchos son jóvenes. Pero, más, mucho más, son mujeres y hombres en edad “productiva” que carecen de empleo formal, decente, bien remunerado (de acuerdo con la terminología de la Organización Internacional del Trabajo) así como de estudios profesionalizantes que les posicionen para un futuro esperanzador y una vida familiar decorosa (digna).

“Más allá de la respuesta inmediata a la crisis, António Guterres (Secretario General de la ONU) ha enfatizado que la recuperación debe conducir a una economía diferente”. Fortalecer a la persona de manera integral y en todas sus dimensiones es imprescindible y ciertamente más urgente.

Desde la mitad del siglo XVII, se acostumbra a intercambiar buenos deseos para el año venidero. Aunque se vaticina que 2021 rebasará en lo catastrófico 2020, ¡qué la salud y el trabajo no falte en ningún hogar! Son, sinceramente mis mejores deseos.

Coordinadora Académica de la Maestría en Asuntos Internacionales. Facultad de Estudios Globales. Universidad Anáhuac México.