/ jueves 14 de septiembre de 2017

Sismo y pobres

1. La tragedia. El movimiento telúrico que hace unos días convulsionó a una parte significativa del país ha puesto al descubierto, de nueva cuenta, los insultantes contrastes que caracterizan a la economía mexicana. Por enésima ocasión, son los más pobres los que se ven mayormente afectados por un fenómeno natural. Su miseria se expande y la desesperanza se consolida. El añejo ciclo de la limosna nacional se disfraza de solidaridad y de desplantes demagógicos. Los medios de comunicación difunden imágenes impactantes y graves. Los aparatos oficiales y sus representantes se desplazan para la foto. Nada nuevo.

Los pobres que vivían sin reflectores sus dramas y exclusiones ahora son protagonistas de reportajes de conmiseración colectiva. Sus casas que siempre fueron endebles y miserables ahora serán reconstruidas y reubicadas, los voceros del gobierno se llenan la boca de promesas de una vida mejor, anuncian que repararán caminos y darán atenciones múltiples. Una pregunta que retumba es, ¿por qué hasta ahora les mejoran sus condiciones de vida? La respuesta parece evidente: los pobres sólo sirven para vender su fuerza de trabajo, en un sistema diseñado para beneficiar a minorías opulentas y explotadoras, y a veces, como ahora, en tiempos de lutos y exhibición del mundo marginal, el lucimiento y la hipocresía son mercancías redituables para una audiencia social ignórate y prisionera de la enajenación dominante.

2. La doble moral como institución. En tanto los pobres y marginados sufren las consecuencias de su condición impuesta, los ricos y muy ricos viven y gozan en la orgía de los privilegios. El nuevo reporte de Oxfam así lo constata. Veamos: “Las percepciones de los 12 millones más ricos son equivalentes a los 84 millones de personas que viven en pobreza”. Sigamos con el informe: “Los 12 millones de mexicanos más pobres concentran apenas 1.8 por ciento del ingreso total, contra los 12 millones más ricos que se apropian del 36.6 por ciento”. El texto de Oxfam nos ilustra al decir que “los datos de la Encuesta Nacional de ingreso y Gasto en los Hogares de este año se desprende que la pobreza bajó, pero no cambió el panorama, ya que mientras los 12 millones más pobres de México obtienen cada tres meses 6 mil 820 pesos, el decil más rico percibe 160 mil 820 pesos. Incluso, hay una diferencia entre este decil y subsiguiente, que tiene ingresos de 67 mil 34 pesos”. El informe concluye señalando que: “Se requerirán 120 años para que la tendencia de la desigualdad cambie, es decir, en 2136 comenzará a modificarse la situación”.

3. La solidaridad será efímera. Como ha sido en otras ocasiones y en fenómenos diversos, la fiebre por ayudar a nuestros compatriotas que sufrieron los efectos del temblor será pasajera. La vida cotidiana y la inminente campaña electoral modificarán las prioridades nacionales. Y,así, los damnificados seguirán viviendo los dramas que genera la pobreza estructural. Quizá habrá otro momento para que se les vuelva a visibilizar, ya sea por una acción de la naturaleza o por alguna promoción electoral que requiera “escenografía” para destilar demagogia.

Epílogo. Una pregunta provocadora y una propuesta sensata: ¿quieren los partidos aminorar la tragedia de los, aproximadamente, tres millones de afectados por el temblor?, ¿por qué no canalizan una parte significativa de los 6 mil 778 millones de pesos que tendrán como prerrogativas para la jornada electoral? Ya sé, somos unos desquiciados utópicos.

pedropenaloza@yahoo.com

@pedro_penaloz

1. La tragedia. El movimiento telúrico que hace unos días convulsionó a una parte significativa del país ha puesto al descubierto, de nueva cuenta, los insultantes contrastes que caracterizan a la economía mexicana. Por enésima ocasión, son los más pobres los que se ven mayormente afectados por un fenómeno natural. Su miseria se expande y la desesperanza se consolida. El añejo ciclo de la limosna nacional se disfraza de solidaridad y de desplantes demagógicos. Los medios de comunicación difunden imágenes impactantes y graves. Los aparatos oficiales y sus representantes se desplazan para la foto. Nada nuevo.

Los pobres que vivían sin reflectores sus dramas y exclusiones ahora son protagonistas de reportajes de conmiseración colectiva. Sus casas que siempre fueron endebles y miserables ahora serán reconstruidas y reubicadas, los voceros del gobierno se llenan la boca de promesas de una vida mejor, anuncian que repararán caminos y darán atenciones múltiples. Una pregunta que retumba es, ¿por qué hasta ahora les mejoran sus condiciones de vida? La respuesta parece evidente: los pobres sólo sirven para vender su fuerza de trabajo, en un sistema diseñado para beneficiar a minorías opulentas y explotadoras, y a veces, como ahora, en tiempos de lutos y exhibición del mundo marginal, el lucimiento y la hipocresía son mercancías redituables para una audiencia social ignórate y prisionera de la enajenación dominante.

2. La doble moral como institución. En tanto los pobres y marginados sufren las consecuencias de su condición impuesta, los ricos y muy ricos viven y gozan en la orgía de los privilegios. El nuevo reporte de Oxfam así lo constata. Veamos: “Las percepciones de los 12 millones más ricos son equivalentes a los 84 millones de personas que viven en pobreza”. Sigamos con el informe: “Los 12 millones de mexicanos más pobres concentran apenas 1.8 por ciento del ingreso total, contra los 12 millones más ricos que se apropian del 36.6 por ciento”. El texto de Oxfam nos ilustra al decir que “los datos de la Encuesta Nacional de ingreso y Gasto en los Hogares de este año se desprende que la pobreza bajó, pero no cambió el panorama, ya que mientras los 12 millones más pobres de México obtienen cada tres meses 6 mil 820 pesos, el decil más rico percibe 160 mil 820 pesos. Incluso, hay una diferencia entre este decil y subsiguiente, que tiene ingresos de 67 mil 34 pesos”. El informe concluye señalando que: “Se requerirán 120 años para que la tendencia de la desigualdad cambie, es decir, en 2136 comenzará a modificarse la situación”.

3. La solidaridad será efímera. Como ha sido en otras ocasiones y en fenómenos diversos, la fiebre por ayudar a nuestros compatriotas que sufrieron los efectos del temblor será pasajera. La vida cotidiana y la inminente campaña electoral modificarán las prioridades nacionales. Y,así, los damnificados seguirán viviendo los dramas que genera la pobreza estructural. Quizá habrá otro momento para que se les vuelva a visibilizar, ya sea por una acción de la naturaleza o por alguna promoción electoral que requiera “escenografía” para destilar demagogia.

Epílogo. Una pregunta provocadora y una propuesta sensata: ¿quieren los partidos aminorar la tragedia de los, aproximadamente, tres millones de afectados por el temblor?, ¿por qué no canalizan una parte significativa de los 6 mil 778 millones de pesos que tendrán como prerrogativas para la jornada electoral? Ya sé, somos unos desquiciados utópicos.

pedropenaloza@yahoo.com

@pedro_penaloz

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