/ martes 16 de marzo de 2021

Sistema Nacional de Cuidados: deuda con las mujeres

Por Andrea Horcasitas


Diariamente se dedican 16 mil millones de horas al trabajo de cuidado no remunerado en todo el mundo. De grande, la cifra resulta inabarcable. Además, las actividades que se realizan a lo largo de ese tiempo son indispensables -pocas veces así de precisa esta palabra- porque atienden las necesidades vitales y psicoemocionales de las personas que no pueden autoabastecerse, como los niños, niñas y adolescentes, y las personas enfermas, con discapacidad o de la tercera edad. En suma, todas las personas en alguna etapa de nuestra vida requerimos de cuidados. Pese a ello, se trata de una actividad invisible.

Los cuidados son la columna vertebral de cualquier sociedad. Representan la estructura social de las familias, las comunidades e incluso de las economías prósperas. Según el INEGI, tan solo en 2019, el valor de las actividades no remuneradas correspondió al 22.8% del PIB nacional, equivalente a un total de 5.6 billones de pesos. Este porcentaje es superior a lo alcanzado en otras actividades consideradas esenciales para el crecimiento económico de nuestro país, como la industria manufacturera, la cual registró una participación del 15.6% ese mismo año.

No obstante, aunque las tareas domésticas y de cuidado representan un porcentaje importante en el PIB nacional, su relevancia en el crecimiento económico del país sigue siendo invisibilizada y subestimada. Existe una clara desigualdad en el tiempo que dedicamos las mujeres en actividades de cuidado respecto al tiempo que dedican los hombres: 12.4 horas semanalmente para ellos frente a 22.8 horas para nosotras, cifra que durante la pandemia se ha duplicado a 44 horas semanales dedicadas al trabajo en el hogar.

La falta de corresponsabilidad entre mujeres, hombres, comunidades, el mercado y el Estado en las actividades de cuidado impiden el pleno desarrollo de las mujeres, ya que a nosotras se nos ha adjudicado, bajo la bandera del género, la responsabilidad de asegurar el bienestar de las poblaciones con mayor vulnerabilidad. Esto nos imposibilita de tener las mismas oportunidades que los hombres, afecta nuestra salud física y mental, impacta la calidad y la cantidad de educación que recibimos y disminuye nuestras ventajas laborales. En México, esto se refleja en el mercado laboral de manera tajante: mientras que el 78% de los hombres se encuentra ocupado, solo el 43% de las mujeres participamos en alguna actividad económica, una de las tasas de participación más bajas de América Latina. Durante la pandemia, esos porcentajes se han elevado, siendo las mujeres en el sector informal las más perjudicadas.

Las desigualdades en la división de cuidados y tareas en el hogar han evidenciado una cuestión impostergable: necesitamos en México un Sistema Nacional de Cuidados de manera urgente. A la fecha, no existe un sistema que garantice la protección de los grupos más vulnerables del país y, si bien en el Senado se ha avanzado en la inclusión del derecho al cuidado digno en la Constitución Federal, no existe una Ley General del Sistema Nacional de Cuidados que garantice que pueda establecerse un sistema integral que cuente con presupuesto para 2022.

El Estado tiene una deuda histórica con todas las mujeres en este país. El cuidado de los grupos más vulnerables no puede adjudicarse a las familias y, por ende, a las hijas, hermanas, madres y abuelas, sino que debe ser asumido como una responsabilidad compartida del gobierno y la ciudadanía en conjunto. La creación de un Sistema Nacional de Cuidados necesita dinero, la voluntad de una reforma fiscal, la distribución de los recursos públicos ya destinados a cuidados y la voluntad política para hacer que todo esto suceda. Ya veremos si el Estado decide saldar su deuda.

Jefa de seguimiento de colectivos e incidencia

@horcasitaas

@NosotrxsMX


Por Andrea Horcasitas


Diariamente se dedican 16 mil millones de horas al trabajo de cuidado no remunerado en todo el mundo. De grande, la cifra resulta inabarcable. Además, las actividades que se realizan a lo largo de ese tiempo son indispensables -pocas veces así de precisa esta palabra- porque atienden las necesidades vitales y psicoemocionales de las personas que no pueden autoabastecerse, como los niños, niñas y adolescentes, y las personas enfermas, con discapacidad o de la tercera edad. En suma, todas las personas en alguna etapa de nuestra vida requerimos de cuidados. Pese a ello, se trata de una actividad invisible.

Los cuidados son la columna vertebral de cualquier sociedad. Representan la estructura social de las familias, las comunidades e incluso de las economías prósperas. Según el INEGI, tan solo en 2019, el valor de las actividades no remuneradas correspondió al 22.8% del PIB nacional, equivalente a un total de 5.6 billones de pesos. Este porcentaje es superior a lo alcanzado en otras actividades consideradas esenciales para el crecimiento económico de nuestro país, como la industria manufacturera, la cual registró una participación del 15.6% ese mismo año.

No obstante, aunque las tareas domésticas y de cuidado representan un porcentaje importante en el PIB nacional, su relevancia en el crecimiento económico del país sigue siendo invisibilizada y subestimada. Existe una clara desigualdad en el tiempo que dedicamos las mujeres en actividades de cuidado respecto al tiempo que dedican los hombres: 12.4 horas semanalmente para ellos frente a 22.8 horas para nosotras, cifra que durante la pandemia se ha duplicado a 44 horas semanales dedicadas al trabajo en el hogar.

La falta de corresponsabilidad entre mujeres, hombres, comunidades, el mercado y el Estado en las actividades de cuidado impiden el pleno desarrollo de las mujeres, ya que a nosotras se nos ha adjudicado, bajo la bandera del género, la responsabilidad de asegurar el bienestar de las poblaciones con mayor vulnerabilidad. Esto nos imposibilita de tener las mismas oportunidades que los hombres, afecta nuestra salud física y mental, impacta la calidad y la cantidad de educación que recibimos y disminuye nuestras ventajas laborales. En México, esto se refleja en el mercado laboral de manera tajante: mientras que el 78% de los hombres se encuentra ocupado, solo el 43% de las mujeres participamos en alguna actividad económica, una de las tasas de participación más bajas de América Latina. Durante la pandemia, esos porcentajes se han elevado, siendo las mujeres en el sector informal las más perjudicadas.

Las desigualdades en la división de cuidados y tareas en el hogar han evidenciado una cuestión impostergable: necesitamos en México un Sistema Nacional de Cuidados de manera urgente. A la fecha, no existe un sistema que garantice la protección de los grupos más vulnerables del país y, si bien en el Senado se ha avanzado en la inclusión del derecho al cuidado digno en la Constitución Federal, no existe una Ley General del Sistema Nacional de Cuidados que garantice que pueda establecerse un sistema integral que cuente con presupuesto para 2022.

El Estado tiene una deuda histórica con todas las mujeres en este país. El cuidado de los grupos más vulnerables no puede adjudicarse a las familias y, por ende, a las hijas, hermanas, madres y abuelas, sino que debe ser asumido como una responsabilidad compartida del gobierno y la ciudadanía en conjunto. La creación de un Sistema Nacional de Cuidados necesita dinero, la voluntad de una reforma fiscal, la distribución de los recursos públicos ya destinados a cuidados y la voluntad política para hacer que todo esto suceda. Ya veremos si el Estado decide saldar su deuda.

Jefa de seguimiento de colectivos e incidencia

@horcasitaas

@NosotrxsMX