/ martes 3 de noviembre de 2020

Soberanía energética y la estela de corrupción

En el libro El Cártel Negro de la periodista Ana Lilia Pérez, narra el insólito robo de un helipuerto de 20 toneladas ubicado en la plataforma Yaxche-Bravo propiedad de Pemex en el Golfo de México. “El martes 4 de mayo de 2010, por primera vez en su larga carrera como piloto, un conductor del Bell 412 giró la cabeza para preguntar a sus pasajeros dónde aterrizaría. Disminuyó la velocidad y comenzó un lento sobrevuelo: el helipuerto había desaparecido”. Esta es una de tantas historias del desmantelamiento de la paraestatal solapado por los sexenios corruptos del pasado.

Para rescatar la soberanía energética, la actual administración federal ha decidido reestructurar Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, estableciendo nuevas políticas en la materia con la finalidad de inhibir monopolios, contratos leoninos y todo tipo de abusos. De igual manera, el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha propuesto una nueva reforma energética para evitar que este sector quede en manos de empresas privadas.

En este panorama, diversos países incluyendo la reciente postura de legisladores de Estados Unidos se dicen preocupados, argumentando que estarían en riesgo inversiones millonarias en nuestro país. Este es precisamente el punto de quiebre en el debate nacional: ¿México se debe abrir al sector privado o la operatividad y producción de hidrocarburos y energía debe estar en manos del gobierno?

Con Lázaro Cárdenas se creó Pemex, orgullo del país que derivó en una auténtica tragedia nacional. Sin embargo, la paraestatal se encuentra al límite de su operatividad con una deuda que supera sus activos, en números rojos y secuestrada por el crimen organizado. Con Vicente Fox la producción era de 3.2 millones de barriles al día. En el gobierno de Calderón bajó a 2.6 millones de barriles y en el sexenio de Peña Nieto la producción fue de 1.6 millones de barriles.

Esta caída estrepitosa tiene su razón de ser. La corrupción desde sus entrañas, como ejemplo está el caso Lozoya y la red de sobornos para aprobar la reforma energética del gobierno peñista. Habrá que sumar el dispendio y los excesos sindicales y la enorme sangría a los ductos de Pemex, conocido como ‘el huachicol’.

¿Qué viene a continuación? Una nueva reforma energética, la restructuración de las actuales refinerías, concretar el proyecto de Dos Bocas, la creación de una planta nuclear en Baja California, erradicar por completo el robo de hidrocarburos o invertir en energías renovables. Los anteriores proyectos no se concretan a corto plazo, en tanto, la soberanía energética navegará en la incertidumbre.

En el libro El Cártel Negro de la periodista Ana Lilia Pérez, narra el insólito robo de un helipuerto de 20 toneladas ubicado en la plataforma Yaxche-Bravo propiedad de Pemex en el Golfo de México. “El martes 4 de mayo de 2010, por primera vez en su larga carrera como piloto, un conductor del Bell 412 giró la cabeza para preguntar a sus pasajeros dónde aterrizaría. Disminuyó la velocidad y comenzó un lento sobrevuelo: el helipuerto había desaparecido”. Esta es una de tantas historias del desmantelamiento de la paraestatal solapado por los sexenios corruptos del pasado.

Para rescatar la soberanía energética, la actual administración federal ha decidido reestructurar Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, estableciendo nuevas políticas en la materia con la finalidad de inhibir monopolios, contratos leoninos y todo tipo de abusos. De igual manera, el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha propuesto una nueva reforma energética para evitar que este sector quede en manos de empresas privadas.

En este panorama, diversos países incluyendo la reciente postura de legisladores de Estados Unidos se dicen preocupados, argumentando que estarían en riesgo inversiones millonarias en nuestro país. Este es precisamente el punto de quiebre en el debate nacional: ¿México se debe abrir al sector privado o la operatividad y producción de hidrocarburos y energía debe estar en manos del gobierno?

Con Lázaro Cárdenas se creó Pemex, orgullo del país que derivó en una auténtica tragedia nacional. Sin embargo, la paraestatal se encuentra al límite de su operatividad con una deuda que supera sus activos, en números rojos y secuestrada por el crimen organizado. Con Vicente Fox la producción era de 3.2 millones de barriles al día. En el gobierno de Calderón bajó a 2.6 millones de barriles y en el sexenio de Peña Nieto la producción fue de 1.6 millones de barriles.

Esta caída estrepitosa tiene su razón de ser. La corrupción desde sus entrañas, como ejemplo está el caso Lozoya y la red de sobornos para aprobar la reforma energética del gobierno peñista. Habrá que sumar el dispendio y los excesos sindicales y la enorme sangría a los ductos de Pemex, conocido como ‘el huachicol’.

¿Qué viene a continuación? Una nueva reforma energética, la restructuración de las actuales refinerías, concretar el proyecto de Dos Bocas, la creación de una planta nuclear en Baja California, erradicar por completo el robo de hidrocarburos o invertir en energías renovables. Los anteriores proyectos no se concretan a corto plazo, en tanto, la soberanía energética navegará en la incertidumbre.