/ sábado 17 de abril de 2021

Solo se confiesan los culpables

Acudo a fuentes, academias y bibliotecas españolas, para comentar sobre un tema siempre válido y atrayente: la ciencia ficción.

La ciencia ficción es un género narrativo que sitúa la acción en unas coordenadas espacio temporales, imaginarias y diferentes a las nuestras, y que especula racionalmente sobre posibles avances científicos o sociales y su impacto en la sociedad.

En ocasiones se la ha llamado también "literatura de anticipación", debido a que algunos autores, como Julio Verne, han llegado a anticipar el surgimiento de logros científicos y tecnológicos, como los cohetes espaciales o los submarinos.

El término “ciencia ficción” nació en 1926 de la mano del escritor Hugo Gernsback, quien lo utilizó en la portada de la que sería una de las más famosas revistas del género: Amazing Stories. Sin embargo, hay que remontarse más atrás para encontrar los primeros relatos de este género. Aunque los expertos encuentran ejemplos mucho más antiguos, el que está considerado generalmente el primer relato de ciencia ficción es el Frankenstein, de Mary Shelley (1818). Posteriormente, en los años 30 del siglo 19, Edgar Allan Poe escribió relatos como “La incomparable aventura de un tal Hans Pfaal” o “Revelación Mesmérica”, que sin duda deben englobarse dentro de la ciencia ficción.

También en ese siglo aparecieron Julio Verne (1828-1905) y H. G. Wells (1866-1946), ambos considerados dos maestros del género, si bien el primero se centraba mayormente en el desarrollo de ingenios e inventos científicos y el segundo en la crítica social al imperialismo británico.

Pero seguramente fue la primera mitad del siglo 20 la que podríamos denominar Edad de Oro de la ciencia ficción, con la aparición de autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury.

La ciencia ficción no hubiera sido uno de los géneros literarios con mayor peso imaginativo de no haber contado con la presencia del escritor y filósofo británico Herbert George Wells, genial inventor de una nueva realidad.

Dejando atrás las opiniones españolas, muchos autores reconocen la creatividad de H.G. Wells y lo ubican como el ejemplo y autor de las mejores obras de Ciencia Ficción. Wells fue reconocido mundialmente por sus obras y guiones cinematográficos. ¿Se acuerdan de “La Máquina del Tiempo”, “El Hombre Invisible” y “La Guerra de los Mundos”?. Son obras fundamentales y clásicas de la cultura moderna. Sin ellas muchos de nosotros no entenderíamos los horrores de las guerras del siglo pasado. Aun cuando Wells no estuvo de acuerdo con muchos de sus críticos y detractores gratuitos, sus admiradores lo han considerado como un genial escritor profético.

H. G. Wells murió el 13 de agosto de 1946, después de una larga y prolífica vida de 80 años. Pocos escritores merecen que se les recuerde -entre la imaginación, el asombro y la reflexión- como uno de los grandes escritores que ha sobrepasado su tiempo.

Wells guardaba algunas diferencias con otros escritores que a principios del siglo pasado usaron nuevos instrumentos como las grabadoras, que simplificaron su trabajo. Con las grabadoras entrevistaron a Francois Mauriac, a William Faulkner y a Alberto Moravia. Claro, los entrevistadores juraron que procederían con “bondad”, el sentido que entonces se daba a las palabras sinceridad y honradez. Ha pasado mucho tiempo desde entonces.

De esta generación de escritores –magníficos todos ellos– de inmediato viene a la memoria la lucidez de Borges, Asturias, Carpenter, Cortázar, Moravia, Pasternak y Capote. Por cierto, aludiendo a sus críticos “snobs”, decía Capote: “Tengo un consejo que dar: nunca hay que rebajarse contestándole a un crítico, nunca”.

Casi todos de los ya nombrados aborrecían el absurdo y estereotipado interés por la Técnica. A este respecto, William Faulkner (1897-1962) decía: “Si el escritor está interesado en la técnica más le vale dedicarse a la colocación de ladrillos o a otra cosa”. O como decimos ahora: “vale más que se ponga a vender pepitas”.

Boris Pasternak (1890-1960) era partidario de que las obras de teatro representado debían ser acortadas hasta dejarlas en lo esencial. “Admiro a los ingleses- decía por saber acortar a William Shakespeare-, no sólo para conservar lo que de veras es esencial, sino para subrayar lo que es significativo”.

Günter Grass (1927-2015) gran escritor alemán, escribió cerca de veinte libros y fue Premio Nobel de Literatura en 1999, como ya lo han reseñado. Pero su gran pecado fue haber confesado que, aunque en su adolescencia perteneció a las fuerzas hitlerianas, nunca disparó un sólo tiro. ¿Está ya lista la hoguera para quemarlo por hereje en pleno siglo 21? ¡Ah!, la gran hipocresía de los inquisidores que nunca han hecho nada, sólo criticar.

Grass debió recordar la gran frase de El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, que “sólo se confiesan los culpables”.


Premio Primera Plana

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx

Acudo a fuentes, academias y bibliotecas españolas, para comentar sobre un tema siempre válido y atrayente: la ciencia ficción.

La ciencia ficción es un género narrativo que sitúa la acción en unas coordenadas espacio temporales, imaginarias y diferentes a las nuestras, y que especula racionalmente sobre posibles avances científicos o sociales y su impacto en la sociedad.

En ocasiones se la ha llamado también "literatura de anticipación", debido a que algunos autores, como Julio Verne, han llegado a anticipar el surgimiento de logros científicos y tecnológicos, como los cohetes espaciales o los submarinos.

El término “ciencia ficción” nació en 1926 de la mano del escritor Hugo Gernsback, quien lo utilizó en la portada de la que sería una de las más famosas revistas del género: Amazing Stories. Sin embargo, hay que remontarse más atrás para encontrar los primeros relatos de este género. Aunque los expertos encuentran ejemplos mucho más antiguos, el que está considerado generalmente el primer relato de ciencia ficción es el Frankenstein, de Mary Shelley (1818). Posteriormente, en los años 30 del siglo 19, Edgar Allan Poe escribió relatos como “La incomparable aventura de un tal Hans Pfaal” o “Revelación Mesmérica”, que sin duda deben englobarse dentro de la ciencia ficción.

También en ese siglo aparecieron Julio Verne (1828-1905) y H. G. Wells (1866-1946), ambos considerados dos maestros del género, si bien el primero se centraba mayormente en el desarrollo de ingenios e inventos científicos y el segundo en la crítica social al imperialismo británico.

Pero seguramente fue la primera mitad del siglo 20 la que podríamos denominar Edad de Oro de la ciencia ficción, con la aparición de autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury.

La ciencia ficción no hubiera sido uno de los géneros literarios con mayor peso imaginativo de no haber contado con la presencia del escritor y filósofo británico Herbert George Wells, genial inventor de una nueva realidad.

Dejando atrás las opiniones españolas, muchos autores reconocen la creatividad de H.G. Wells y lo ubican como el ejemplo y autor de las mejores obras de Ciencia Ficción. Wells fue reconocido mundialmente por sus obras y guiones cinematográficos. ¿Se acuerdan de “La Máquina del Tiempo”, “El Hombre Invisible” y “La Guerra de los Mundos”?. Son obras fundamentales y clásicas de la cultura moderna. Sin ellas muchos de nosotros no entenderíamos los horrores de las guerras del siglo pasado. Aun cuando Wells no estuvo de acuerdo con muchos de sus críticos y detractores gratuitos, sus admiradores lo han considerado como un genial escritor profético.

H. G. Wells murió el 13 de agosto de 1946, después de una larga y prolífica vida de 80 años. Pocos escritores merecen que se les recuerde -entre la imaginación, el asombro y la reflexión- como uno de los grandes escritores que ha sobrepasado su tiempo.

Wells guardaba algunas diferencias con otros escritores que a principios del siglo pasado usaron nuevos instrumentos como las grabadoras, que simplificaron su trabajo. Con las grabadoras entrevistaron a Francois Mauriac, a William Faulkner y a Alberto Moravia. Claro, los entrevistadores juraron que procederían con “bondad”, el sentido que entonces se daba a las palabras sinceridad y honradez. Ha pasado mucho tiempo desde entonces.

De esta generación de escritores –magníficos todos ellos– de inmediato viene a la memoria la lucidez de Borges, Asturias, Carpenter, Cortázar, Moravia, Pasternak y Capote. Por cierto, aludiendo a sus críticos “snobs”, decía Capote: “Tengo un consejo que dar: nunca hay que rebajarse contestándole a un crítico, nunca”.

Casi todos de los ya nombrados aborrecían el absurdo y estereotipado interés por la Técnica. A este respecto, William Faulkner (1897-1962) decía: “Si el escritor está interesado en la técnica más le vale dedicarse a la colocación de ladrillos o a otra cosa”. O como decimos ahora: “vale más que se ponga a vender pepitas”.

Boris Pasternak (1890-1960) era partidario de que las obras de teatro representado debían ser acortadas hasta dejarlas en lo esencial. “Admiro a los ingleses- decía por saber acortar a William Shakespeare-, no sólo para conservar lo que de veras es esencial, sino para subrayar lo que es significativo”.

Günter Grass (1927-2015) gran escritor alemán, escribió cerca de veinte libros y fue Premio Nobel de Literatura en 1999, como ya lo han reseñado. Pero su gran pecado fue haber confesado que, aunque en su adolescencia perteneció a las fuerzas hitlerianas, nunca disparó un sólo tiro. ¿Está ya lista la hoguera para quemarlo por hereje en pleno siglo 21? ¡Ah!, la gran hipocresía de los inquisidores que nunca han hecho nada, sólo criticar.

Grass debió recordar la gran frase de El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, que “sólo se confiesan los culpables”.


Premio Primera Plana

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx