/ martes 29 de octubre de 2019

Solución China para España

Las decenas de miles de personas que protagonizaron el domingo pasado una marcha constitucional en Cataluña contra el proceso independentista de esa región española muestra la división de la sociedad catalana en torno a la cuestión de si deben o no seguir formando parte del Estado español y agudiza el enfrentamiento con quienes la semana anterior protestaron con lujo de violencia contra la condena judicial aplicada a los lideres de la escisión.

La división se extiende por toda España cuyos políticos parecen empeñarse en buscar motivos para la discordia. Una muestra es el diferendo creado por la exhumación de los huesos de Franco que agudizó un enfrentamiento aparentemente ya superado. Una persona entrevistada por la televisión española decía que apenas hace unas décadas, dos generaciones anteriores habían logrado conciliar a España y que la actual se está encargando de renovar los odios..

Realmente, el espíritu del Pacto de la Moncloa parece haberse esfumado; sus lecciones han quedado en el olvido y en lugar de buscar un esquema que permita resolver con la misma imaginación, voluntad y ánimo de concordia el problema de Cataluña, la clase política se empeña en acentuarlo mediante el enfrentamiento y la descalificación de los adversarios.

A final de cuentas, a España le convendría entender que hay diferencias culturales e históricas que justificarían un tratamiento diferenciado para Cataluña en el marco de la unidad del Estado español. La solución podría ir por el camino de la aceptación del sistema federal. Habría que considerar que su adopción permitió a México evitar que se dispersara lo que originalmente estuvo unido. Pese al rechazo de los españoles a este sistema, a la manera de lo que hizo China para integrar zonas plenamente capitalistas como Hong Kong y Macao a la estructura de su Estado, podrían admitir explícitamente la existencia de un país con dos sistemas. Los políticos hispanos harían bien en estudiar un mecanismo que permitiera convivir a una Cataluña republicana con el resto del Reino de España. Aunque esto parezca contradictorio, no es menos lo hecho por China —cuyos problemas hoy provienen de una injerencia en la zona reconocida como diferente— y podría diseñarse concertadamente un procedimiento que empleara el antiguo mecanismo de las constituciones “otorgadas”, de manera que el rey de España le concediera a Cataluña la posibilidad de tener su propia Constitución pero como una prerrogativa real, aunque a partir de su adopción por los catalanes ellos pudieran decidir soberanamente respecto del régimen interior de su entidad federada.

Adicionalmente podría convenirse que dicho régimen de Cataluña sería republicano pero que al mismo tiempo, en virtud de la Constitución otorgada, admitiera que para las relaciones internacionales del Estado de España, el rey siguiera siendo el Jefe del Estado. Ultimadamente ese cargo es meramente protocolario y así habría una doble concesión: la Corona admite un área de España gobernada internamente de manera republicana, y los republicanos catalanes admiten que forman parte de una federación representada internacionalmente con el carácter de Reino. Esta convivencia entre formas republicanas y monárquica se ha dado ya también en otras latitudes por ejemplo mediante la constitución de la Commonwealth encabezada por la Corona británica y que comprende una República como India.

Las conversaciones de avenimiento deberían definir un amplísimo ámbito de competencias a ejercer por la región que pasaría a tener el nombre de “estado” integrado a la Federación española, dentro de la cual podrían convivir otros estados no necesariamente republicanos. Ya ahora varias regiones tienen más poderes que los estados de una federación. El gobierno federal español se reservaría un conjunto de atribuciones de carácter internacional y de defensa y eventualmente tendría que ceder incluso la posibilidad de que le estado catalán contara con un poder judicial propio.

Este carácter híbrido diseñado especialmente para resolver el problema, no cuadraría con exactitud en ninguna noción teórica existente, pero lo mismo pasó cuando los estadounidenses diseñaron su sistema federal y tampoco es extraño a un régimen monárquico la existencia del sistema federal con dos entidades, culturalmente separadas, como sucede en Bélgica.

El proceso de división se acrecienta día a día y va en una trayectoria de choque que puede evitarse si hay la capacidad política para hacerlo y el empeño de colaboración que permita a Cataluña contar con todas las ventajas de formar parte de una entidad estatal mayor, como España y mantener una pertenencia convenida con la Unión Europea, al tiempo que a España le interesa preservar su unidad estatal y su personalidad internacional de modo que sus dirigentes nuevamente sean ejemplo de destreza política para sacar adelante a una nación que merece mejor suerte que la regresión a la ya superada etapa de guerra civil.

eduardoandrade1948@gmail.com

Las decenas de miles de personas que protagonizaron el domingo pasado una marcha constitucional en Cataluña contra el proceso independentista de esa región española muestra la división de la sociedad catalana en torno a la cuestión de si deben o no seguir formando parte del Estado español y agudiza el enfrentamiento con quienes la semana anterior protestaron con lujo de violencia contra la condena judicial aplicada a los lideres de la escisión.

La división se extiende por toda España cuyos políticos parecen empeñarse en buscar motivos para la discordia. Una muestra es el diferendo creado por la exhumación de los huesos de Franco que agudizó un enfrentamiento aparentemente ya superado. Una persona entrevistada por la televisión española decía que apenas hace unas décadas, dos generaciones anteriores habían logrado conciliar a España y que la actual se está encargando de renovar los odios..

Realmente, el espíritu del Pacto de la Moncloa parece haberse esfumado; sus lecciones han quedado en el olvido y en lugar de buscar un esquema que permita resolver con la misma imaginación, voluntad y ánimo de concordia el problema de Cataluña, la clase política se empeña en acentuarlo mediante el enfrentamiento y la descalificación de los adversarios.

A final de cuentas, a España le convendría entender que hay diferencias culturales e históricas que justificarían un tratamiento diferenciado para Cataluña en el marco de la unidad del Estado español. La solución podría ir por el camino de la aceptación del sistema federal. Habría que considerar que su adopción permitió a México evitar que se dispersara lo que originalmente estuvo unido. Pese al rechazo de los españoles a este sistema, a la manera de lo que hizo China para integrar zonas plenamente capitalistas como Hong Kong y Macao a la estructura de su Estado, podrían admitir explícitamente la existencia de un país con dos sistemas. Los políticos hispanos harían bien en estudiar un mecanismo que permitiera convivir a una Cataluña republicana con el resto del Reino de España. Aunque esto parezca contradictorio, no es menos lo hecho por China —cuyos problemas hoy provienen de una injerencia en la zona reconocida como diferente— y podría diseñarse concertadamente un procedimiento que empleara el antiguo mecanismo de las constituciones “otorgadas”, de manera que el rey de España le concediera a Cataluña la posibilidad de tener su propia Constitución pero como una prerrogativa real, aunque a partir de su adopción por los catalanes ellos pudieran decidir soberanamente respecto del régimen interior de su entidad federada.

Adicionalmente podría convenirse que dicho régimen de Cataluña sería republicano pero que al mismo tiempo, en virtud de la Constitución otorgada, admitiera que para las relaciones internacionales del Estado de España, el rey siguiera siendo el Jefe del Estado. Ultimadamente ese cargo es meramente protocolario y así habría una doble concesión: la Corona admite un área de España gobernada internamente de manera republicana, y los republicanos catalanes admiten que forman parte de una federación representada internacionalmente con el carácter de Reino. Esta convivencia entre formas republicanas y monárquica se ha dado ya también en otras latitudes por ejemplo mediante la constitución de la Commonwealth encabezada por la Corona británica y que comprende una República como India.

Las conversaciones de avenimiento deberían definir un amplísimo ámbito de competencias a ejercer por la región que pasaría a tener el nombre de “estado” integrado a la Federación española, dentro de la cual podrían convivir otros estados no necesariamente republicanos. Ya ahora varias regiones tienen más poderes que los estados de una federación. El gobierno federal español se reservaría un conjunto de atribuciones de carácter internacional y de defensa y eventualmente tendría que ceder incluso la posibilidad de que le estado catalán contara con un poder judicial propio.

Este carácter híbrido diseñado especialmente para resolver el problema, no cuadraría con exactitud en ninguna noción teórica existente, pero lo mismo pasó cuando los estadounidenses diseñaron su sistema federal y tampoco es extraño a un régimen monárquico la existencia del sistema federal con dos entidades, culturalmente separadas, como sucede en Bélgica.

El proceso de división se acrecienta día a día y va en una trayectoria de choque que puede evitarse si hay la capacidad política para hacerlo y el empeño de colaboración que permita a Cataluña contar con todas las ventajas de formar parte de una entidad estatal mayor, como España y mantener una pertenencia convenida con la Unión Europea, al tiempo que a España le interesa preservar su unidad estatal y su personalidad internacional de modo que sus dirigentes nuevamente sean ejemplo de destreza política para sacar adelante a una nación que merece mejor suerte que la regresión a la ya superada etapa de guerra civil.

eduardoandrade1948@gmail.com