/ lunes 16 de diciembre de 2019

T-MEC, industria y empleo

La semana pasada México vivió las consecuencias de la inercia. Después de semanas de intensa presión, los tres países de América del Norte suscribieron un nuevo acuerdo que busca darle una segunda oportunidad de vida al T-MEC.

Ahora la aprobación final se encuentra en el terreno de la disputa política que se vive en Estados Unidos y del astuto manejo que se le da en Canadá.

La renegociación incluyó cambios que eran de interés tanto para el presidente Donald Trump como para el partido demócrata: modificaciones en la supervisión del mercado laboral y mayor contenido regional en el sector automotriz representan aspectos que tendrán efectos significativos sobre el rumbo de la economía mexicana.

Sin un cambio en la estrategia de política económica, México tendrá dificultades para aprovechar las nuevas condiciones: para enfrentar ambos temas, el país deberá comprender que la lógica de comercio internacional es insuficiente, se debe aplicar una política industrial integral moderna, orientada a la innovación tecnológica, educación de alta calidad, financiamiento a los sectores estratégicos que están delimitados en el T-MEC y una política fiscal de fomento orientada a la incubación y aceleramiento de nuevos diferenciales productivos para sustituir las importaciones de otras regiones que Estados Unidos busca restringir. Se requiere una nueva base industrial que pase de la maquila a la manufactura avanzada.

Sin una visión de largo plazo México quedará expuesto a recibir los efectos de los cambios, particularmente ahora que Estados Unidos y China llegan a los primeros entendimientos en su disputa geoeconómica.

El tiempo corre en contra de la segunda economía de América Latina. La nación sigue a la zaga de la Cuarta Revolución Industrial: el 95% de las unidades productivas en México sigue operando con una infraestructura tecnológica y administrativa del siglo XX.

Además, está la recesión industrial que acumula 13 meses seguidos de caída y cuya tendencia sigue siendo adversa para el desarrollo socioeconómico de México.

La debilidad industrial abarca la mayor parte de sus componentes: durante octubre pasado el sector cayó (-) 2.8 por ciento a tasa anual. La construcción retrocedió (-) 8.9 por ciento, la manufactura (-) 1.2 por ciento y la minería (-) 2.1 por ciento.

Únicamente la reactivación de la inversión de los sectores público y privado podrá revertir la tendencia negativa que se observa en la industria en general y en la construcción y la minería en particular.

Se requiere un programa contingente de reactivación industrial, basado en el contenido nacional para garantizar que el gasto e inversión de gobierno pueda contribuir a un mayor crecimiento económico en México.

La debilidad industrial ya tiene consecuencias en el mercado laboral: de acuerdo con el comunicado del IMSS del pasado jueves, entre diciembre de 2018 y noviembre de 2019 sólo se generaron 345.7 mil empleos formales, una cifra lejana a los 1.2 millones que se requieren por crecimiento de la población. Básicamente es la mitad de lo creado durante el mismo periodo de hace un año.

México requiere de medidas emergentes para enfrentar tanto la coyuntura como los desafíos que presentan los nuevos acuerdos del TMEC, sin política industrial los efectos no serán los deseados.

La semana pasada México vivió las consecuencias de la inercia. Después de semanas de intensa presión, los tres países de América del Norte suscribieron un nuevo acuerdo que busca darle una segunda oportunidad de vida al T-MEC.

Ahora la aprobación final se encuentra en el terreno de la disputa política que se vive en Estados Unidos y del astuto manejo que se le da en Canadá.

La renegociación incluyó cambios que eran de interés tanto para el presidente Donald Trump como para el partido demócrata: modificaciones en la supervisión del mercado laboral y mayor contenido regional en el sector automotriz representan aspectos que tendrán efectos significativos sobre el rumbo de la economía mexicana.

Sin un cambio en la estrategia de política económica, México tendrá dificultades para aprovechar las nuevas condiciones: para enfrentar ambos temas, el país deberá comprender que la lógica de comercio internacional es insuficiente, se debe aplicar una política industrial integral moderna, orientada a la innovación tecnológica, educación de alta calidad, financiamiento a los sectores estratégicos que están delimitados en el T-MEC y una política fiscal de fomento orientada a la incubación y aceleramiento de nuevos diferenciales productivos para sustituir las importaciones de otras regiones que Estados Unidos busca restringir. Se requiere una nueva base industrial que pase de la maquila a la manufactura avanzada.

Sin una visión de largo plazo México quedará expuesto a recibir los efectos de los cambios, particularmente ahora que Estados Unidos y China llegan a los primeros entendimientos en su disputa geoeconómica.

El tiempo corre en contra de la segunda economía de América Latina. La nación sigue a la zaga de la Cuarta Revolución Industrial: el 95% de las unidades productivas en México sigue operando con una infraestructura tecnológica y administrativa del siglo XX.

Además, está la recesión industrial que acumula 13 meses seguidos de caída y cuya tendencia sigue siendo adversa para el desarrollo socioeconómico de México.

La debilidad industrial abarca la mayor parte de sus componentes: durante octubre pasado el sector cayó (-) 2.8 por ciento a tasa anual. La construcción retrocedió (-) 8.9 por ciento, la manufactura (-) 1.2 por ciento y la minería (-) 2.1 por ciento.

Únicamente la reactivación de la inversión de los sectores público y privado podrá revertir la tendencia negativa que se observa en la industria en general y en la construcción y la minería en particular.

Se requiere un programa contingente de reactivación industrial, basado en el contenido nacional para garantizar que el gasto e inversión de gobierno pueda contribuir a un mayor crecimiento económico en México.

La debilidad industrial ya tiene consecuencias en el mercado laboral: de acuerdo con el comunicado del IMSS del pasado jueves, entre diciembre de 2018 y noviembre de 2019 sólo se generaron 345.7 mil empleos formales, una cifra lejana a los 1.2 millones que se requieren por crecimiento de la población. Básicamente es la mitad de lo creado durante el mismo periodo de hace un año.

México requiere de medidas emergentes para enfrentar tanto la coyuntura como los desafíos que presentan los nuevos acuerdos del TMEC, sin política industrial los efectos no serán los deseados.