/ sábado 14 de noviembre de 2020

Tabasco se inunda y todos se lavan su culpa

Las tragedias naturales son cíclicas, previsibles, prevenibles y constantes. Empero, cada vez que ocurren, toman por sorpresa a los gobernantes y suelen responsabilizar a anteriores administraciones de la falta de obra pública.

En fechas recientes, el huracán Manuel impactó el 13 de septiembre de 2013 al sur de Guerrero, especialmente en Acapulco. Desde días antes, la entrada del fenómeno natural fue advertida por el Servicio Meteorológico, los pobladores jamás imaginaron la intensidad con que impactaría y las autoridades hicieron caso omiso a la alerta.

Era tal la confianza de que Manuel solo pasaría con ligeras lluvias, que hasta el entonces gobernador Ángel Aguirre ese día se encontraba en una fiesta con sus antecesores Rubén Figueroa, René Juárez y 300 invitados, quienes cantaron con mariachi y bebieron tequila olvidándose de su responsabilidad de cuidar la vida y bienes de la población.

La tragedia dejó más de 160 de muertos, miles de damnificados y el enojo interminable de los ciudadanos ante la falta de atención de las autoridades, quienes quisieron tapar el hoyo después de ahogado el niño y la pérdida de varias casas que quedaron sumergidas bajo el lodo.

Además, desaparecieron carreteras, caminos, veredas y el mar subió hasta la Costera Miguel Alemán, la zona donde se genera la principal derrama económica en la entidad. Todo era desolación.

Ángel Aguirre apareció al día siguiente, encabezando las labores de recuperación, dando mensajes de aliento y expresando su solidaridad. Responsabilizó a sus antecesores (con quienes departía horas antes unos tragos) por la falta de atención a la obra urbana, de permitir la invasión de predios en zonas de riesgo y otras causales de lo ocurrido.

El político guerrerense fingió no saber que Manuel no fue una tragedia aislada, que 16 años antes (en 1997), el huracán Paulina dejó más de 260 fallecidos y cientos de damnificados. Además, años antes habían ocurrido fenómenos similares.

Al año siguiente, septiembre volvería a marcar el destino de Aguirre, por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala. El asunto, no sólo sería una mancha para el gobernador, sino también para el entonces presidente Enrique Peña Nieto.

El asunto de las tragedias naturales, no es exclusivo de Guerrero. Esos “descuidos” o “imprevistos” ocurren en todo el país, en mayor o menor medida. Desde Yucatán hasta Baja California, pasando por la Ciudad de México.


LA CUNA PRESIDENCIA SE INUNDÓ


Esta ocasión tocó la tragedia a Tabasco, el estado donde nació el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuya casa donde nació también se inundó, y a Chiapas, donde el mandatario tiene su rancho

Desde el 3 de noviembre, el gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, protestó al ser informado que la Comisión Federal de Electricidad desfogaría la presa Peñitas a 950 metros cúbicos por segundo, lo que provocó inundaciones en gran parte del estado.

Cuando las autoridades federales deciden el desfogue de la presa a esa escala, regularmente genera inundaciones en los municipios de Nacajuca, Jalpa de Méndez, Centla y Cunduacán y parte de la capital, por desbordamientos de los ríos Carrizal y Samaria.

Así que era previsible y evitable la tragedia. Sin embargo, nada les importó a la Comisión Nacional del Agua ni a la CFE afectar a miles de tabasqueños. Incluso, el Presidente de la República defendió la decisión durante la conferencia matutina del pasado martes.

Era un mal momento porque se aproximaba un frente frío que ocasionaría más lluvias, más inundaciones y más tragedia. Y ninguna advertencia fue atendida por las autoridades.

Ahora nadie es responsable de esas imágenes donde los pobladores tratan de salvar sus pocos bienes materiales y pequeños negocios que acumularon con mucho esfuerzo durante años.

De nueva cuenta, el pueblo se volvió solidario y apoyo a sus hermanos en desgracia, mientras los verdaderamente responsables se lavan culpas.


AFECTADO EL RANCHO PRESIDENCIAL


Para dimensionar lo ocurrido, basta saber que mientras en Tabasco las inundaciones han dejado cinco muertos, en Chiapas sumaban hasta ayer viernes 22 fallecidos, miles de damnificados y casas dañadas en 13 municipios.

Desde los años cincuenta, cuando comencé mi carrera como reportero, me ha tocado reseñar el dolor de los desposeídos y siempre es por el mismo motivo. El descuido de los gobernantes, la poca atención que se pone para prevenir una desgracia. Resulta más importante construir un nuevo puente para ir a inaugurarlo, que desazolvar, cambiar el drenaje público y toda esa obra que nadie ve, pero que beneficia a todos.

Las zonas vulnerables están perfectamente identificadas, la presa Peñitas, como muchas otras, han estado ahí por años, constantemente se desbordan y nadie atiende el asunto.

Otro ejemplo son los sismos y lo vulnerable que es la Ciudad de México donde lo ocurrido el 19 de septiembre de 1985 no fue suficiente para aplicar las medidas de protección civil y reglamentos de construcción necesarios para impedir que un movimiento telúrico similar ocasionara más muertes, tal y como ocurrió 32 años después.

Cientos de edificios colapsados, de muertes, de damnificados y el deslinde de las autoridades fue la constante en el 2017. De estos hechos, aún hay varios grupos surgidos en el 85 y en el 17 que exigen una vivienda digna, la reparación del daño y la atención inmediata de sus demandas. Pero como el gobierno cambio de color, ya no hay quien los reciba.

¿A quién echarán la culpa cuando ninguno de estos gobernantes esté en el poder?

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com


Las tragedias naturales son cíclicas, previsibles, prevenibles y constantes. Empero, cada vez que ocurren, toman por sorpresa a los gobernantes y suelen responsabilizar a anteriores administraciones de la falta de obra pública.

En fechas recientes, el huracán Manuel impactó el 13 de septiembre de 2013 al sur de Guerrero, especialmente en Acapulco. Desde días antes, la entrada del fenómeno natural fue advertida por el Servicio Meteorológico, los pobladores jamás imaginaron la intensidad con que impactaría y las autoridades hicieron caso omiso a la alerta.

Era tal la confianza de que Manuel solo pasaría con ligeras lluvias, que hasta el entonces gobernador Ángel Aguirre ese día se encontraba en una fiesta con sus antecesores Rubén Figueroa, René Juárez y 300 invitados, quienes cantaron con mariachi y bebieron tequila olvidándose de su responsabilidad de cuidar la vida y bienes de la población.

La tragedia dejó más de 160 de muertos, miles de damnificados y el enojo interminable de los ciudadanos ante la falta de atención de las autoridades, quienes quisieron tapar el hoyo después de ahogado el niño y la pérdida de varias casas que quedaron sumergidas bajo el lodo.

Además, desaparecieron carreteras, caminos, veredas y el mar subió hasta la Costera Miguel Alemán, la zona donde se genera la principal derrama económica en la entidad. Todo era desolación.

Ángel Aguirre apareció al día siguiente, encabezando las labores de recuperación, dando mensajes de aliento y expresando su solidaridad. Responsabilizó a sus antecesores (con quienes departía horas antes unos tragos) por la falta de atención a la obra urbana, de permitir la invasión de predios en zonas de riesgo y otras causales de lo ocurrido.

El político guerrerense fingió no saber que Manuel no fue una tragedia aislada, que 16 años antes (en 1997), el huracán Paulina dejó más de 260 fallecidos y cientos de damnificados. Además, años antes habían ocurrido fenómenos similares.

Al año siguiente, septiembre volvería a marcar el destino de Aguirre, por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala. El asunto, no sólo sería una mancha para el gobernador, sino también para el entonces presidente Enrique Peña Nieto.

El asunto de las tragedias naturales, no es exclusivo de Guerrero. Esos “descuidos” o “imprevistos” ocurren en todo el país, en mayor o menor medida. Desde Yucatán hasta Baja California, pasando por la Ciudad de México.


LA CUNA PRESIDENCIA SE INUNDÓ


Esta ocasión tocó la tragedia a Tabasco, el estado donde nació el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuya casa donde nació también se inundó, y a Chiapas, donde el mandatario tiene su rancho

Desde el 3 de noviembre, el gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, protestó al ser informado que la Comisión Federal de Electricidad desfogaría la presa Peñitas a 950 metros cúbicos por segundo, lo que provocó inundaciones en gran parte del estado.

Cuando las autoridades federales deciden el desfogue de la presa a esa escala, regularmente genera inundaciones en los municipios de Nacajuca, Jalpa de Méndez, Centla y Cunduacán y parte de la capital, por desbordamientos de los ríos Carrizal y Samaria.

Así que era previsible y evitable la tragedia. Sin embargo, nada les importó a la Comisión Nacional del Agua ni a la CFE afectar a miles de tabasqueños. Incluso, el Presidente de la República defendió la decisión durante la conferencia matutina del pasado martes.

Era un mal momento porque se aproximaba un frente frío que ocasionaría más lluvias, más inundaciones y más tragedia. Y ninguna advertencia fue atendida por las autoridades.

Ahora nadie es responsable de esas imágenes donde los pobladores tratan de salvar sus pocos bienes materiales y pequeños negocios que acumularon con mucho esfuerzo durante años.

De nueva cuenta, el pueblo se volvió solidario y apoyo a sus hermanos en desgracia, mientras los verdaderamente responsables se lavan culpas.


AFECTADO EL RANCHO PRESIDENCIAL


Para dimensionar lo ocurrido, basta saber que mientras en Tabasco las inundaciones han dejado cinco muertos, en Chiapas sumaban hasta ayer viernes 22 fallecidos, miles de damnificados y casas dañadas en 13 municipios.

Desde los años cincuenta, cuando comencé mi carrera como reportero, me ha tocado reseñar el dolor de los desposeídos y siempre es por el mismo motivo. El descuido de los gobernantes, la poca atención que se pone para prevenir una desgracia. Resulta más importante construir un nuevo puente para ir a inaugurarlo, que desazolvar, cambiar el drenaje público y toda esa obra que nadie ve, pero que beneficia a todos.

Las zonas vulnerables están perfectamente identificadas, la presa Peñitas, como muchas otras, han estado ahí por años, constantemente se desbordan y nadie atiende el asunto.

Otro ejemplo son los sismos y lo vulnerable que es la Ciudad de México donde lo ocurrido el 19 de septiembre de 1985 no fue suficiente para aplicar las medidas de protección civil y reglamentos de construcción necesarios para impedir que un movimiento telúrico similar ocasionara más muertes, tal y como ocurrió 32 años después.

Cientos de edificios colapsados, de muertes, de damnificados y el deslinde de las autoridades fue la constante en el 2017. De estos hechos, aún hay varios grupos surgidos en el 85 y en el 17 que exigen una vivienda digna, la reparación del daño y la atención inmediata de sus demandas. Pero como el gobierno cambio de color, ya no hay quien los reciba.

¿A quién echarán la culpa cuando ninguno de estos gobernantes esté en el poder?

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com