/ sábado 18 de junio de 2022

Tech trends | El encanto de las criptomonedas

Fue en octubre del 2008, hace casi 14 años, cuando la primera criptomoneda, el Bitcoin, vio la luz en los mercados de la mano de su creador, el japonés Satoshi Nakamoto. Una idea revolucionaria que abriría la puerta para las monedas virtuales por su gran capacidad de transacción libre de impuestos, al ser una moneda basada en la tecnología Blockchain y no en un fondo que respalda algún gobierno de un país. Lo virtuoso del Bitcoin es que su funcionamiento no depende de una organización central; usuarios alrededor del mundo funcionan como “mineros” y aportan su red, sus conocimientos y sus computadoras para mantener en funcionamiento el sistema de esa criptomoneda y por su servicio el Bitcoin les paga precisamente Bitcoins.

La idea no sería bien recibida por la sociedad económica que depende de un mundo globalizado donde el dinero está soportado por la credibilidad, crecimiento económico y proyectos de un país y no por “mineros” que hacen que el sistema de criptomonedas se sostenga. Hasta ahora las Bitcoins han sido muy llamativas por las nuevas generaciones al sentir que se rompe con el viejo modelo económico y eso hace que sea atractivo, pero también muy atractivo para el crimen organizado.

Según un informe de Naciones Unidas, los carteles mexicanos han aprovechado la tecnología del Bitcoin para mover millones de dólares a través de esta moneda y así pasar desapercibidos del sistema financiero mundial.

El documento explica que “para permanecer por debajo del umbral de las transacciones bancarias que levantan banderas rojas, los delincuentes suelen dividir su efectivo ilícito en pequeñas cantidades y depositarlos en varias cuentas bancarias, luego usan esas cuentas para comprar una serie de pequeñas cantidades de Bitcoin en línea, ocultando el origen del dinero y permitiéndoles pagar a asociados en otras partes del mundo”. Finalmente el dinero proveniente de venta de drogas, secuestros, extorsiones y miles de muertos termina en una transacción digital en otra parte del mundo.

Este asunto no ha parecido de gran importancia para el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que ha invertido, hasta la fecha, más de 100 millones de dólares de dinero público recaudado de impuestos en la compra de Bitcoins, permitiendo a este activo virtual ser una moneda de cambio en ese país. La fascinación del presidente por esta moneda ha sido tal que ha anunciado un proyecto llamado “La Ciudad Bitcoin” al pie de un volcán en El Salvador y que alimentará una “mina” enorme de Bitcoins. Hoy, los 100 millones de dólares que valían sus criptomonedas valen poco menos de la mitad; es decir, el dinero de los salvadoreños invertido en Bitcoins se esfumó.

Seguramente el valor volverá a subir y recuperarán, en algún momento, su valor pero a sabiendas de que mucho del valor de la moneda proviene de actividades ilícitas que generan miles de muertes y donde su país lo acepta como moneda de cambio.

Fue en octubre del 2008, hace casi 14 años, cuando la primera criptomoneda, el Bitcoin, vio la luz en los mercados de la mano de su creador, el japonés Satoshi Nakamoto. Una idea revolucionaria que abriría la puerta para las monedas virtuales por su gran capacidad de transacción libre de impuestos, al ser una moneda basada en la tecnología Blockchain y no en un fondo que respalda algún gobierno de un país. Lo virtuoso del Bitcoin es que su funcionamiento no depende de una organización central; usuarios alrededor del mundo funcionan como “mineros” y aportan su red, sus conocimientos y sus computadoras para mantener en funcionamiento el sistema de esa criptomoneda y por su servicio el Bitcoin les paga precisamente Bitcoins.

La idea no sería bien recibida por la sociedad económica que depende de un mundo globalizado donde el dinero está soportado por la credibilidad, crecimiento económico y proyectos de un país y no por “mineros” que hacen que el sistema de criptomonedas se sostenga. Hasta ahora las Bitcoins han sido muy llamativas por las nuevas generaciones al sentir que se rompe con el viejo modelo económico y eso hace que sea atractivo, pero también muy atractivo para el crimen organizado.

Según un informe de Naciones Unidas, los carteles mexicanos han aprovechado la tecnología del Bitcoin para mover millones de dólares a través de esta moneda y así pasar desapercibidos del sistema financiero mundial.

El documento explica que “para permanecer por debajo del umbral de las transacciones bancarias que levantan banderas rojas, los delincuentes suelen dividir su efectivo ilícito en pequeñas cantidades y depositarlos en varias cuentas bancarias, luego usan esas cuentas para comprar una serie de pequeñas cantidades de Bitcoin en línea, ocultando el origen del dinero y permitiéndoles pagar a asociados en otras partes del mundo”. Finalmente el dinero proveniente de venta de drogas, secuestros, extorsiones y miles de muertos termina en una transacción digital en otra parte del mundo.

Este asunto no ha parecido de gran importancia para el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que ha invertido, hasta la fecha, más de 100 millones de dólares de dinero público recaudado de impuestos en la compra de Bitcoins, permitiendo a este activo virtual ser una moneda de cambio en ese país. La fascinación del presidente por esta moneda ha sido tal que ha anunciado un proyecto llamado “La Ciudad Bitcoin” al pie de un volcán en El Salvador y que alimentará una “mina” enorme de Bitcoins. Hoy, los 100 millones de dólares que valían sus criptomonedas valen poco menos de la mitad; es decir, el dinero de los salvadoreños invertido en Bitcoins se esfumó.

Seguramente el valor volverá a subir y recuperarán, en algún momento, su valor pero a sabiendas de que mucho del valor de la moneda proviene de actividades ilícitas que generan miles de muertes y donde su país lo acepta como moneda de cambio.