/ domingo 8 de mayo de 2022

Telarañas Digitales | Las nudes, el amor y la traición de la confianza

Las plataformas del amor, en especial Tinder y sus derivados, han permitido que el proceso del cortejo se agilice de manera exponencial. Los buscadores del amor pasan de manera directa a la conversación a sabiendas de que su contraparte está interesada en algo más que la amistad, con el consabido match. A partir de este momento, el flirteo conduce al intercambio de información básica y, si todo sale bien, el azar llevará a una cita y tal vez a una relación, o por lo menos a un intercambio casual.

El amor se trasladó a las redes sociales y creó sus propias plataformas. Aunado al cambio histórico que produjo la llegada de una sociedad demasiado apresurada, demasiado ocupada y desconfiada como para jugar al intercambio de cartas y a los regalos, a las serenatas y a las salidas con chaperón, como se hacía en las novelas decimonónicas, la practicidad define los encuentros del siglo XXI. Detrás se está el derrumbe de muchos de los prejuicios de antaño, la lucha por la equidad de género y su independencia económica, la enorme cantidad de información que contrasta con la profundidad. En suma, un tiempo rápido pero humano que necesita del amor.

El intercambio audiovisual es parte de las relaciones cotidianas. Ya casi nadie hace llamadas telefónicas por gusto pues, aunque siguen dominando en el plano de lo laboral, es difícil imaginar a una pareja llamándose por teléfono cuando pueden hacer un facetime o al menos intercambiar mensajes de voz, que tienen la ventaja de no tener que coincidir en tiempo para comunicarse, sino que se adaptan a los espacios libres de cada persona. Los amantes intercambian fotos de todo y muchas de ellas están hechas para mantener la llama de la pasión encendida, se han convertido en parte del juego previo al intercambio sexual: las nudes son tan comunes entre los jóvenes como necesarias.

Con todo, la realidad es que, en el fondo, no todo ha cambiado. Pese a que se ha caminado un largo trayecto en función de la transformación de la sociedad por la equidad de género y el respeto a los derechos humanos, los mismos lastres misóginos se mantienen en numerosas esferas. La vida de las muchachas puede ser puesta en jaque por un exnovio que filtre su pack o comparta su vida íntima en video. Y sí, desgraciadamente sigue siendo un ataque a la mujer, pues se espera que su vida sexual se ajuste a los patrones del pasado y su dignidad se pone en duda. Es común escuchar que se juzgue a las mujeres por compartir sus fotos intimas con alguien en quien en su momento confiaron, como si fueran ellas las culpables de la traición a la confianza. Esto ha pasado siempre, en mi generación abundaban los fantoches que esparcían rumores sobre las féminas cuando habían conseguido obtener su cercanía.

Los cambios si se quieren en la larga duración no son simples, a menudo las nuevas tecnologías transmiten antiguas prácticas a plataformas distintas, pero el cuestionamiento ético de nuestro actuar es el que garantiza el cambio verdadero. Las redes son sede de actividades criminales de toda índole, sin contar el hecho de que la deep web es el nuevo barrio mundial de la decadencia. No podemos dejarle a la tecnología la responsabilidad humana de construir espacios dignos, hay que cambiar nuestras prácticas y echar a andar el pensamiento crítico.

Las plataformas del amor, en especial Tinder y sus derivados, han permitido que el proceso del cortejo se agilice de manera exponencial. Los buscadores del amor pasan de manera directa a la conversación a sabiendas de que su contraparte está interesada en algo más que la amistad, con el consabido match. A partir de este momento, el flirteo conduce al intercambio de información básica y, si todo sale bien, el azar llevará a una cita y tal vez a una relación, o por lo menos a un intercambio casual.

El amor se trasladó a las redes sociales y creó sus propias plataformas. Aunado al cambio histórico que produjo la llegada de una sociedad demasiado apresurada, demasiado ocupada y desconfiada como para jugar al intercambio de cartas y a los regalos, a las serenatas y a las salidas con chaperón, como se hacía en las novelas decimonónicas, la practicidad define los encuentros del siglo XXI. Detrás se está el derrumbe de muchos de los prejuicios de antaño, la lucha por la equidad de género y su independencia económica, la enorme cantidad de información que contrasta con la profundidad. En suma, un tiempo rápido pero humano que necesita del amor.

El intercambio audiovisual es parte de las relaciones cotidianas. Ya casi nadie hace llamadas telefónicas por gusto pues, aunque siguen dominando en el plano de lo laboral, es difícil imaginar a una pareja llamándose por teléfono cuando pueden hacer un facetime o al menos intercambiar mensajes de voz, que tienen la ventaja de no tener que coincidir en tiempo para comunicarse, sino que se adaptan a los espacios libres de cada persona. Los amantes intercambian fotos de todo y muchas de ellas están hechas para mantener la llama de la pasión encendida, se han convertido en parte del juego previo al intercambio sexual: las nudes son tan comunes entre los jóvenes como necesarias.

Con todo, la realidad es que, en el fondo, no todo ha cambiado. Pese a que se ha caminado un largo trayecto en función de la transformación de la sociedad por la equidad de género y el respeto a los derechos humanos, los mismos lastres misóginos se mantienen en numerosas esferas. La vida de las muchachas puede ser puesta en jaque por un exnovio que filtre su pack o comparta su vida íntima en video. Y sí, desgraciadamente sigue siendo un ataque a la mujer, pues se espera que su vida sexual se ajuste a los patrones del pasado y su dignidad se pone en duda. Es común escuchar que se juzgue a las mujeres por compartir sus fotos intimas con alguien en quien en su momento confiaron, como si fueran ellas las culpables de la traición a la confianza. Esto ha pasado siempre, en mi generación abundaban los fantoches que esparcían rumores sobre las féminas cuando habían conseguido obtener su cercanía.

Los cambios si se quieren en la larga duración no son simples, a menudo las nuevas tecnologías transmiten antiguas prácticas a plataformas distintas, pero el cuestionamiento ético de nuestro actuar es el que garantiza el cambio verdadero. Las redes son sede de actividades criminales de toda índole, sin contar el hecho de que la deep web es el nuevo barrio mundial de la decadencia. No podemos dejarle a la tecnología la responsabilidad humana de construir espacios dignos, hay que cambiar nuestras prácticas y echar a andar el pensamiento crítico.