/ martes 18 de septiembre de 2018

Tengamos el sexo en paz

Por: Hugo Hernández

Hace poco más de 2 décadas Darío Fo escribió, junto con su esposa Franca Rame y su hijo Jacopo, el monólogo Tengamos el sexo en paz, que desde entonces ha tenido infinidad de montajes en todo el mundo.

El texto está escrito para que su protagonista (trátese de quien se trate) sea una especie de conferencista que habla desde su personalidad, para su público, en su país y su momento del siempre escabroso tema del sexo.

En México, hace unos tres lustros, esta obra tuvo una muy exitosa temporada en manos de Margarita Gralia, en una producción de Ruben Lara.

Hoy, es el mismo Lara quien retoma esta historia pero en un montaje enteramente renovado y con una propuesta más que acorde a los tiempos del teatro y la sociedad actuales.

Adaptado y dirigido por Aurora Cano, este monólogo ha dejado de serlo pues participan en él dos intérpretes: Susana Zabaleta y Pisano.

Se trata de una elección de elenco perfecta. Primero porque Susana ha construido para el público una imagen de mujer sexy, liberada, que se atreve a hablar de cualquier tema, preparándose adecuadamente para ello. Y ésa es precisamente la idea de esta obra: que las ideas, palabras, escenas… creadas por la familia Fo sean asimiladas y compartidas por su intérprete, para que el nivel de realidad que tenga el montaje sea el mayor posible.

Así pues al elegir a Pisano (pareja de Susana en la vida real) como actor de la puesta en escena, pareciera que todo lo pasa en escena es anecdótico y no ficticio.

Obviamente esto no es resultado solamente de la relación personal que guardan los actores sino producto de un excelente trabajo y de mucho talento: primero de la adaptadora y directora, quien inicialmente logra que un texto escrito para una persona se transforme en este diálogo que fluye perfectamente; además, ha construido este montaje a partir de la personalidad y talentos de cada uno de los intérpretes quienes están maravillosos.

No sorprende de Susana, porque de sobra son conocidas sus virtudes como actriz, cantante, conductora... En el programa de mano se le presenta como “una de las show-woman más completas de nuestro país”, y luego de verla en este montaje no cabe duda de ello.

Simpática, provocadora y provocativa, inteligente, irreverente, sexy, seductora, segura, fluida, así es como se le ve en el escenario; además es evidente que disfruta cada segundo en él, y el público lo comparte, agradece, y aplaude.

Quien es una gratísima revelación, al menos para quien esto escribe, es Pisano, a quien ya había visto en otros montajes, pero lo que consigue aquí es para aplaudirle fuertemente. Con una gran vis cómica se mueve en cada una de las escenas, y sorprende como un cantante de primerísima.

Aplauso para todo el equipo creativo (Raúl Munguía, audio, luz y video; Miguel Buccio, vestuario) y evidentemente a Rubén Lara y a Claudio Carrera por traer a escena esta maravilla de texto con un lenguaje del siglo XXI.

Como bien dicen a lo largo de la obra: esta es una puesta en escena en la que además de divertirse (y mucho) el público se llevará algo más a su casa.

Darío, Franca y Jacopo estarían, indudablemente, muy satisfechos de ver este montaje de su obra, que concluirá una primera temporada este próximo jueves en el teatro Libanés… Ojalá regrese muy pronto.


Por: Hugo Hernández

Hace poco más de 2 décadas Darío Fo escribió, junto con su esposa Franca Rame y su hijo Jacopo, el monólogo Tengamos el sexo en paz, que desde entonces ha tenido infinidad de montajes en todo el mundo.

El texto está escrito para que su protagonista (trátese de quien se trate) sea una especie de conferencista que habla desde su personalidad, para su público, en su país y su momento del siempre escabroso tema del sexo.

En México, hace unos tres lustros, esta obra tuvo una muy exitosa temporada en manos de Margarita Gralia, en una producción de Ruben Lara.

Hoy, es el mismo Lara quien retoma esta historia pero en un montaje enteramente renovado y con una propuesta más que acorde a los tiempos del teatro y la sociedad actuales.

Adaptado y dirigido por Aurora Cano, este monólogo ha dejado de serlo pues participan en él dos intérpretes: Susana Zabaleta y Pisano.

Se trata de una elección de elenco perfecta. Primero porque Susana ha construido para el público una imagen de mujer sexy, liberada, que se atreve a hablar de cualquier tema, preparándose adecuadamente para ello. Y ésa es precisamente la idea de esta obra: que las ideas, palabras, escenas… creadas por la familia Fo sean asimiladas y compartidas por su intérprete, para que el nivel de realidad que tenga el montaje sea el mayor posible.

Así pues al elegir a Pisano (pareja de Susana en la vida real) como actor de la puesta en escena, pareciera que todo lo pasa en escena es anecdótico y no ficticio.

Obviamente esto no es resultado solamente de la relación personal que guardan los actores sino producto de un excelente trabajo y de mucho talento: primero de la adaptadora y directora, quien inicialmente logra que un texto escrito para una persona se transforme en este diálogo que fluye perfectamente; además, ha construido este montaje a partir de la personalidad y talentos de cada uno de los intérpretes quienes están maravillosos.

No sorprende de Susana, porque de sobra son conocidas sus virtudes como actriz, cantante, conductora... En el programa de mano se le presenta como “una de las show-woman más completas de nuestro país”, y luego de verla en este montaje no cabe duda de ello.

Simpática, provocadora y provocativa, inteligente, irreverente, sexy, seductora, segura, fluida, así es como se le ve en el escenario; además es evidente que disfruta cada segundo en él, y el público lo comparte, agradece, y aplaude.

Quien es una gratísima revelación, al menos para quien esto escribe, es Pisano, a quien ya había visto en otros montajes, pero lo que consigue aquí es para aplaudirle fuertemente. Con una gran vis cómica se mueve en cada una de las escenas, y sorprende como un cantante de primerísima.

Aplauso para todo el equipo creativo (Raúl Munguía, audio, luz y video; Miguel Buccio, vestuario) y evidentemente a Rubén Lara y a Claudio Carrera por traer a escena esta maravilla de texto con un lenguaje del siglo XXI.

Como bien dicen a lo largo de la obra: esta es una puesta en escena en la que además de divertirse (y mucho) el público se llevará algo más a su casa.

Darío, Franca y Jacopo estarían, indudablemente, muy satisfechos de ver este montaje de su obra, que concluirá una primera temporada este próximo jueves en el teatro Libanés… Ojalá regrese muy pronto.