/ sábado 30 de enero de 2021

Tiempo de cambiar

Por Jorge Gaviño


“Ser persona es rescatar la esperanza venciendo, deshaciendo, la tragedia.”

María Zambrano


Casi cualquier acto que presenciamos es un hecho histórico, pero solamente algunos pocos son los que trascienden y dejan lecciones. En épocas anteriores no había la inmediatez y magnitud con que ahora se registran, difunden y consultan las pruebas que dan fe de los sucesos que nos conmueven o cautivan.

Por ese inmenso flujo de información, tardaremos mucho tiempo en dejar de referirnos a este momento de emergencia como la más terrible que nos haya tocado vivir, porque la dimensión histórica se funde con aquella máxima relativista en la que el hombre es la medida de todas las cosas.

Esa celebración del antropocentrismo (de lo humano como centro de todo), empieza a tornarse en peligroso egoísmo: la situación global a causa de la pandemia ha provocado las reacciones más desafortunadas y dolorosas hacia los otros, cuando debería ser al contrario.

La sensación de impotencia que se percibe a cada momento es el resultado de la cuarentena prolongada y de la excesiva cantidad de información (verdadera y terrible o falsa y angustiante) que nos llega como en un bombardeo.

Cuando alguien es captado in fraganti, desatendiendo una norma sanitaria que ya es una norma de convivencia, entonces se le hace viral y se somete a un juicio sumario por la inconsciencia de sus actos, convirtiéndose en una #Lady o un #Lord, según sea el caso: son personajes conocidos por sus ínfulas de superioridad autoconcedida.

Estos casos no hacen sino quebrantar la calma que pueda existir, además de que fragmentan el deseo del único antídoto disponible para mejorar la situación actual: la unidad de la sociedad. De este modo, queda evidenciado el poco interés que existe en el bienestar de los otros, sin importar lo cercanos que sean.

Sin ir más lejos, bastó con la noticia de que el Presidente de la República se contagió de COVID-19 para que miles de personas, escondidas en sus perfiles de redes sociales, se manifestaran de una manera reprobable, pero muy en consonancia con la falta de escrúpulos y empatía de los personajes virales, las tan vapuleadas Ladies y zarandeados Lords.

Por otro lado, queda expuesta (una vez más) la fallida estrategia de un Gobierno Federal completamente rebasado por la pandemia. ¿Vacunar al Jefe de Estado y al Gabinete Presidencial, los servidores públicos con mayor poder de decisión en nuestro país, no es cuestión de seguridad nacional?, ¿el Gobierno de México no se asume a sí mismo como tal?

Pensemos cuán grave sería continuar con ese camino y esas actitudes en este 2021. Lo será aún más si, de cara a las elecciones de este verano, los partidos políticos continúan con esas campañas beligerantes que fomentan la rabia y el rencor.

Se trata de encontrar una tregua. Encontrar, en medio del dolor, aquello que nos dé humanidad. Para ello la política mexicana debe dar un paso crucial: dejar atrás esas prácticas que se aprovechan de la polarización y la convierten en la base de un discurso electorero.

La situación amerita que tomemos decisiones informados. Que las campañas se articulen con base en ideas nítidas, concretas, no en meros adornos de la retórica en curso.

En otras palabras: es tiempo de cambiar y rescatar la esperanza en un mejor futuro, sólo así se vence a la tragedia.

Por Jorge Gaviño


“Ser persona es rescatar la esperanza venciendo, deshaciendo, la tragedia.”

María Zambrano


Casi cualquier acto que presenciamos es un hecho histórico, pero solamente algunos pocos son los que trascienden y dejan lecciones. En épocas anteriores no había la inmediatez y magnitud con que ahora se registran, difunden y consultan las pruebas que dan fe de los sucesos que nos conmueven o cautivan.

Por ese inmenso flujo de información, tardaremos mucho tiempo en dejar de referirnos a este momento de emergencia como la más terrible que nos haya tocado vivir, porque la dimensión histórica se funde con aquella máxima relativista en la que el hombre es la medida de todas las cosas.

Esa celebración del antropocentrismo (de lo humano como centro de todo), empieza a tornarse en peligroso egoísmo: la situación global a causa de la pandemia ha provocado las reacciones más desafortunadas y dolorosas hacia los otros, cuando debería ser al contrario.

La sensación de impotencia que se percibe a cada momento es el resultado de la cuarentena prolongada y de la excesiva cantidad de información (verdadera y terrible o falsa y angustiante) que nos llega como en un bombardeo.

Cuando alguien es captado in fraganti, desatendiendo una norma sanitaria que ya es una norma de convivencia, entonces se le hace viral y se somete a un juicio sumario por la inconsciencia de sus actos, convirtiéndose en una #Lady o un #Lord, según sea el caso: son personajes conocidos por sus ínfulas de superioridad autoconcedida.

Estos casos no hacen sino quebrantar la calma que pueda existir, además de que fragmentan el deseo del único antídoto disponible para mejorar la situación actual: la unidad de la sociedad. De este modo, queda evidenciado el poco interés que existe en el bienestar de los otros, sin importar lo cercanos que sean.

Sin ir más lejos, bastó con la noticia de que el Presidente de la República se contagió de COVID-19 para que miles de personas, escondidas en sus perfiles de redes sociales, se manifestaran de una manera reprobable, pero muy en consonancia con la falta de escrúpulos y empatía de los personajes virales, las tan vapuleadas Ladies y zarandeados Lords.

Por otro lado, queda expuesta (una vez más) la fallida estrategia de un Gobierno Federal completamente rebasado por la pandemia. ¿Vacunar al Jefe de Estado y al Gabinete Presidencial, los servidores públicos con mayor poder de decisión en nuestro país, no es cuestión de seguridad nacional?, ¿el Gobierno de México no se asume a sí mismo como tal?

Pensemos cuán grave sería continuar con ese camino y esas actitudes en este 2021. Lo será aún más si, de cara a las elecciones de este verano, los partidos políticos continúan con esas campañas beligerantes que fomentan la rabia y el rencor.

Se trata de encontrar una tregua. Encontrar, en medio del dolor, aquello que nos dé humanidad. Para ello la política mexicana debe dar un paso crucial: dejar atrás esas prácticas que se aprovechan de la polarización y la convierten en la base de un discurso electorero.

La situación amerita que tomemos decisiones informados. Que las campañas se articulen con base en ideas nítidas, concretas, no en meros adornos de la retórica en curso.

En otras palabras: es tiempo de cambiar y rescatar la esperanza en un mejor futuro, sólo así se vence a la tragedia.

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