/ sábado 12 de octubre de 2019

¡Tierra, Tierra, Tierra!

Hoy es el sábado 12 de octubre de 2019. Más de cinco siglos han pasado desde que un intrépido aventurero italiano se topara equivocadamente con las hermosas tierras de América. Exactamente hace 527 años. A partir de entonces se sucedieron numerosas expediciones para hurgar y conocer a fondo el hallazgo. Había razones para codiciar, había motivos para colonizar.

La idea de establecer asentamientos humanos en América daría prestigio a los reinos de España y Portugal. Prestigio y riqueza. Ambos dan preponderancia y poder. España salía del sojuzgamiento árabe de siete siglos. Necesitaba respirar por sí sola, ubicarse entre los imperios poderosos. El destino la llevaría a enfrentarse, el siguiente siglo, con la blanca Albión, con Enrique VIII y su hija Isabel I, duros rivales. España necesitaba reforzarse, alimentarse y crecer. Cristóbal Colón daba la pauta, y el botín era América

El colonialismo moderno empezó en el siglo 15 con los viajes de los portugueses a lo largo de la costa africana. Enrique el Navegante bajó por la costa africana y llegó a las Islas Madeira en 1419 y a las Azores en 1427; Bartolomé Díaz en 1487 se aventuró más al sur y dobló el Cabo de Buena Esperanza, adentrándose en el Mar Índico; y posteriormente Vasco de Gama llegó hasta Calcuta en la India, en 1498.

El español Juan de la Cosa ya hacía pequeñas expediciones cerca del Continente Europeo hasta que finalmente decidió acompañar, en 1492, al audaz y temerario genovés viniendo al mando de una de las tres carabelas famosas: La Pinta, La Niña y la Santa María.

La historia de Cristóbal Colón estaría incompleta sin sus tres famosas carabelas: La Pinta, La Niña y la Santa María. Sus nombres aún son conocidos en nuestros días, aunque de hecho estas populares embarcaciones parecen haber desaparecido de las páginas de la historia. Colón utilizó estas tres carabelas en sus largos y peligrosos viajes a través del Atlántico. De hecho, no eran los barcos más poderosos, los más cómodos ni los más modernos de la época. Sin embargo, unos 88 hombres (quizás algunos menos) acompañaron al famoso explorador en estas tres naves zarpando desde Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492. Esta expedición cambiaría el mundo para siempre. La nave capitana de esta pequeña flota era la Santa María, cuyo nombre completo era “Santa María de la Inmaculada Concepción”. Durante muchos meses, esta embarcación fue el hogar de Cristóbal Colón: el lugar en el que pasaba horas con sus mapas y su diario en busca del rumbo correcto para su expedición.

La Santa María fue construida en Galicia, y de hecho su primer nombre fue “Gallega”. Era una carabela de tamaño mediano con una única cubierta que medía poco más de diecisiete metros de eslora y tenía tres mástiles. La elección de esta embarcación no fue por casualidad, sino que habría tenido relación con la auténtica historia de la vida de Colón, cuyo nombre real podría haber sido Pedro Álvarez (apodado Pedro Madruga), un gallego contemporáneo de Colón. Algunos historiadores creen que ambos son la misma persona.

Portugal y España fueron los primeros imperios en establecer colonias en ultramar y se aferraron a ellas, incluso después de que su fuerza imperialista hubo perdido su primitivo impulso. Toda América se convirtió en dominio europeo.

Los sistemas económicos impuestos a las zonas colonizadas nacieron de la simple premisa de que los países colonizadores tenían derecho a cualquier beneficio que sus nuevas posesiones les ofrecieran. España y Portugal actuaron a su leal saber y entender, que fue casi siempre el práctico, sobre la base del sometimiento a que da derecho la superioridad tecnológica y los avances políticos y religiosos de la metrópoli. Se utilizó siempre un buen pretexto: la cristianización y la propagación de la fe. Bajo esas premisas, México estuvo sometido durante más de tres centurias. Nuestro país cumplió así con su cuota histórica. Sojuzgamiento, represión, esclavitud, despojo.

Las posturas al colonialismo han variado según la época y los países. Lo más frecuente ha sido aceptar el colonialismo como una simple manifestación de la omnipresente verdad de que el fuerte domina al débil. El factor misional no ha estado nunca del todo ausente; sin embargo, la suposición más generalizada ha sido que las colonias existen o deben existir en beneficio del país colonizador.

Estos beneficios terminaron para España en los inicios del siglo 19. De intervenciones y muchos despojos. A partir de entonces, nuestro camino ha sido de tribulaciones y de subdesarrollo. Ciertamente es parte de los que nos heredó el coloniaje. No creo que sea momento de celebraciones ni de conmemoraciones; tampoco de condolencias. Es hora de recapacitar en que somos mexicanos, de una estirpe singular y única en el mundo. Que nuestro país es hoy y ahora; que nuestro destino es luminoso, y que el pasado es solo eso.


Presea Ricardo Flores Magón en el periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx



Hoy es el sábado 12 de octubre de 2019. Más de cinco siglos han pasado desde que un intrépido aventurero italiano se topara equivocadamente con las hermosas tierras de América. Exactamente hace 527 años. A partir de entonces se sucedieron numerosas expediciones para hurgar y conocer a fondo el hallazgo. Había razones para codiciar, había motivos para colonizar.

La idea de establecer asentamientos humanos en América daría prestigio a los reinos de España y Portugal. Prestigio y riqueza. Ambos dan preponderancia y poder. España salía del sojuzgamiento árabe de siete siglos. Necesitaba respirar por sí sola, ubicarse entre los imperios poderosos. El destino la llevaría a enfrentarse, el siguiente siglo, con la blanca Albión, con Enrique VIII y su hija Isabel I, duros rivales. España necesitaba reforzarse, alimentarse y crecer. Cristóbal Colón daba la pauta, y el botín era América

El colonialismo moderno empezó en el siglo 15 con los viajes de los portugueses a lo largo de la costa africana. Enrique el Navegante bajó por la costa africana y llegó a las Islas Madeira en 1419 y a las Azores en 1427; Bartolomé Díaz en 1487 se aventuró más al sur y dobló el Cabo de Buena Esperanza, adentrándose en el Mar Índico; y posteriormente Vasco de Gama llegó hasta Calcuta en la India, en 1498.

El español Juan de la Cosa ya hacía pequeñas expediciones cerca del Continente Europeo hasta que finalmente decidió acompañar, en 1492, al audaz y temerario genovés viniendo al mando de una de las tres carabelas famosas: La Pinta, La Niña y la Santa María.

La historia de Cristóbal Colón estaría incompleta sin sus tres famosas carabelas: La Pinta, La Niña y la Santa María. Sus nombres aún son conocidos en nuestros días, aunque de hecho estas populares embarcaciones parecen haber desaparecido de las páginas de la historia. Colón utilizó estas tres carabelas en sus largos y peligrosos viajes a través del Atlántico. De hecho, no eran los barcos más poderosos, los más cómodos ni los más modernos de la época. Sin embargo, unos 88 hombres (quizás algunos menos) acompañaron al famoso explorador en estas tres naves zarpando desde Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492. Esta expedición cambiaría el mundo para siempre. La nave capitana de esta pequeña flota era la Santa María, cuyo nombre completo era “Santa María de la Inmaculada Concepción”. Durante muchos meses, esta embarcación fue el hogar de Cristóbal Colón: el lugar en el que pasaba horas con sus mapas y su diario en busca del rumbo correcto para su expedición.

La Santa María fue construida en Galicia, y de hecho su primer nombre fue “Gallega”. Era una carabela de tamaño mediano con una única cubierta que medía poco más de diecisiete metros de eslora y tenía tres mástiles. La elección de esta embarcación no fue por casualidad, sino que habría tenido relación con la auténtica historia de la vida de Colón, cuyo nombre real podría haber sido Pedro Álvarez (apodado Pedro Madruga), un gallego contemporáneo de Colón. Algunos historiadores creen que ambos son la misma persona.

Portugal y España fueron los primeros imperios en establecer colonias en ultramar y se aferraron a ellas, incluso después de que su fuerza imperialista hubo perdido su primitivo impulso. Toda América se convirtió en dominio europeo.

Los sistemas económicos impuestos a las zonas colonizadas nacieron de la simple premisa de que los países colonizadores tenían derecho a cualquier beneficio que sus nuevas posesiones les ofrecieran. España y Portugal actuaron a su leal saber y entender, que fue casi siempre el práctico, sobre la base del sometimiento a que da derecho la superioridad tecnológica y los avances políticos y religiosos de la metrópoli. Se utilizó siempre un buen pretexto: la cristianización y la propagación de la fe. Bajo esas premisas, México estuvo sometido durante más de tres centurias. Nuestro país cumplió así con su cuota histórica. Sojuzgamiento, represión, esclavitud, despojo.

Las posturas al colonialismo han variado según la época y los países. Lo más frecuente ha sido aceptar el colonialismo como una simple manifestación de la omnipresente verdad de que el fuerte domina al débil. El factor misional no ha estado nunca del todo ausente; sin embargo, la suposición más generalizada ha sido que las colonias existen o deben existir en beneficio del país colonizador.

Estos beneficios terminaron para España en los inicios del siglo 19. De intervenciones y muchos despojos. A partir de entonces, nuestro camino ha sido de tribulaciones y de subdesarrollo. Ciertamente es parte de los que nos heredó el coloniaje. No creo que sea momento de celebraciones ni de conmemoraciones; tampoco de condolencias. Es hora de recapacitar en que somos mexicanos, de una estirpe singular y única en el mundo. Que nuestro país es hoy y ahora; que nuestro destino es luminoso, y que el pasado es solo eso.


Presea Ricardo Flores Magón en el periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx