/ jueves 19 de abril de 2018

Tierra, viento y mentiras

Todo el mundo sabe que Peter Thiel, el inversionista de Facebook y simpatizante de Donald Trump, es una terrible persona. Sin embargo, de él es la frase clásica sobre las decepciones de la tecnología moderna: “Queríamos autos voladores y en cambio obtuvimos 140 caracteres”. De acuerdo, ahora son 280 pero, ¿quién los está contando?

El sentido de su ocurrencia era señalar que, aunque hemos encontrado formas más inteligentes de mangonear trozos de información, seguimos viviendo en un mundo material, y nuestro control sobre este ha avanzado mucho menos de lo que la mayoría de las personas esperaba hace unas cuantas décadas. ¿Dónde están las tecnologías que transforman la manera en que nos enfrentamos a la realidad física?

Bien, hay un área de la tecnología física, las energías renovables, en la que en verdad estamos viendo ese tipo de progreso: el que puede tanto cambiar el mundo como salvarlo. Lamentablemente, la gente que Thiel apoya quiere evitar que ocurra ese avance.

Hace no tanto tiempo, la mayoría de la gente percibía que las propuestas para hacer el cambio hacia las energías solar y eólica eran poco prácticas, si no es que tonterías de hippies. Una parte de ese desprecio sigue vigente; según yo, muchos políticos y algunos empresarios aún creen que las energías renovables son marginales, aún se imaginan que los hombres de verdad queman cosas y que la gente seria solo utiliza los clásicos y confiables combustibles fósiles.

Sobre la tecnología: apenas en 2010, el costo de generar electricidad a partir del sol y el viento era consistentemente mayor que hacerlo de los combustibles fósiles. No obstante, esa brecha ya se ha eliminado, y es tan solo el comienzo. El uso generalizado de las energías renovables aún es novedoso, lo cual implica que, a pesar de que no hay importantes descubrimientos tecnológicos, podríamos ver una reducción de costos aún mayor a medida que las industrias se muevan “por la curva de aprendizaje”: es decir, operarán mejor y de forma más barata a medida que acumulen experiencia.

Hace poco tiempo, David Roberts de Vox.com ofreció un muy buen ejemplo: las turbinas de viento. Los molinos de viento tienen más de mil años de existencia y se han utilizado para generar electricidad desde finales del siglo XIX. Sin embargo, para hacer turbinas en verdad eficientes, se requiere que sean muy grandes y altas: que tengan una altura que les permita explotar los vientos más veloces y constantes que soplan en las altitudes mayores.

Y eso están aprendiendo las empresas, por medio de una serie de mejoras progresivas: mejores diseños, mejores materiales, mejores ubicaciones (en las costas). Así que, en los próximos años, veremos turbinas de 260 metros que superarán a los combustibles fósiles en el tema de los costos.

Si parafraseamos al autor de ciencia ficción William Gibson, el futuro de las energías renovables básicamente ya está aquí, nada más que no se ha distribuido de una manera muy equitativa.

Todo el mundo sabe que Peter Thiel, el inversionista de Facebook y simpatizante de Donald Trump, es una terrible persona. Sin embargo, de él es la frase clásica sobre las decepciones de la tecnología moderna: “Queríamos autos voladores y en cambio obtuvimos 140 caracteres”. De acuerdo, ahora son 280 pero, ¿quién los está contando?

El sentido de su ocurrencia era señalar que, aunque hemos encontrado formas más inteligentes de mangonear trozos de información, seguimos viviendo en un mundo material, y nuestro control sobre este ha avanzado mucho menos de lo que la mayoría de las personas esperaba hace unas cuantas décadas. ¿Dónde están las tecnologías que transforman la manera en que nos enfrentamos a la realidad física?

Bien, hay un área de la tecnología física, las energías renovables, en la que en verdad estamos viendo ese tipo de progreso: el que puede tanto cambiar el mundo como salvarlo. Lamentablemente, la gente que Thiel apoya quiere evitar que ocurra ese avance.

Hace no tanto tiempo, la mayoría de la gente percibía que las propuestas para hacer el cambio hacia las energías solar y eólica eran poco prácticas, si no es que tonterías de hippies. Una parte de ese desprecio sigue vigente; según yo, muchos políticos y algunos empresarios aún creen que las energías renovables son marginales, aún se imaginan que los hombres de verdad queman cosas y que la gente seria solo utiliza los clásicos y confiables combustibles fósiles.

Sobre la tecnología: apenas en 2010, el costo de generar electricidad a partir del sol y el viento era consistentemente mayor que hacerlo de los combustibles fósiles. No obstante, esa brecha ya se ha eliminado, y es tan solo el comienzo. El uso generalizado de las energías renovables aún es novedoso, lo cual implica que, a pesar de que no hay importantes descubrimientos tecnológicos, podríamos ver una reducción de costos aún mayor a medida que las industrias se muevan “por la curva de aprendizaje”: es decir, operarán mejor y de forma más barata a medida que acumulen experiencia.

Hace poco tiempo, David Roberts de Vox.com ofreció un muy buen ejemplo: las turbinas de viento. Los molinos de viento tienen más de mil años de existencia y se han utilizado para generar electricidad desde finales del siglo XIX. Sin embargo, para hacer turbinas en verdad eficientes, se requiere que sean muy grandes y altas: que tengan una altura que les permita explotar los vientos más veloces y constantes que soplan en las altitudes mayores.

Y eso están aprendiendo las empresas, por medio de una serie de mejoras progresivas: mejores diseños, mejores materiales, mejores ubicaciones (en las costas). Así que, en los próximos años, veremos turbinas de 260 metros que superarán a los combustibles fósiles en el tema de los costos.

Si parafraseamos al autor de ciencia ficción William Gibson, el futuro de las energías renovables básicamente ya está aquí, nada más que no se ha distribuido de una manera muy equitativa.