/ jueves 2 de junio de 2022

¡Todo el poder! 

Bajo condiciones de tiranía es más fácil actuar que pensar

Hannah Arendt


Seguramente ningún ciudadano sensato que depositó su voto por López Obrador en 2018 se imaginó que ese candidato, convertido en presidente, pudiera emitir declaraciones tan descabelladas como proponer que, el tradicionalmente llamado “Triángulo dorado” (la convergencia entre Chihuahua, Durango y Sinaloa) cambie de nombre a “Triángulo de la gente buena y trabajadora”.

Y conste que no se trata de una simple ocurrencia al calor de un mitin, donde se pretende agradar a la población local. No, estamos hablando de un aval explícito a las actividades ilegales que se desarrollan en esa zona geográfica, nos referimos al centro estratégico y simbólico del Cártel de Sinaloa.

Por supuesto, que no es la única acción realizada por el presidente donde muestra claros indicios de que mantiene un acuerdo tácito y/o explícito con dicho grupo delictivo. Quién no recuerda la liberación de Ovidio Guzmán en Culiacán, el 17 de octubre de 2019, en un operativo fallido cuyo contexto fue nebuloso y lleno de mentiras. Primero se dijo que la orden de liberar al hijo del “Chapo” vino de los secretarios de la Defensa, Marina y de Seguridad; después, tras meses de evadir el tema, AMLO confesó que él había tomado la decisión final, arguyendo que “estaban en peligro la vida de cientos de personas”. Debido a lo mal que fue llevado el tema, nadie creyó en ese galimatías.

Para documentar la tolerancia o acuerdo con la delincuencia, recordemos aquella declaración del presidente, después de las pasadas elecciones intermedias, donde resaltó que “hasta los delincuentes se habían portado bien”. Ojo, aquí no acaban los episodios delatores: el tabasqueño afirmó recientemente que le preocupan los derechos de la población, pero también le inquieta el trato a los delincuentes, porque “son seres humanos”. ¿Y quién pide que viole los derechos de los presuntos delincuentes? En realidad, es una simple cortina verbal para dar paso libre a la actividad criminal. Para cerrar su confesa alianza, al presidente no le pareció importante que un grupo de personas armadas instalaran un retén en una carretera de Sinaloa y revisaran a los periodistas que lo acompañaron en su gira por dicha entidad.

Así o más claro el contubernio explícito del presidente con grupos delictivos, en este caso, con el Cártel de Sinaloa. AMLO se defiende y se da baños de pureza. Dice que él no es Calderón, pues no, aquel no gritaba su alianza con el narco. El cuadro está claro: tiene en un puño al ejército, a la marina y también a un segmento importante del narco.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz


Bajo condiciones de tiranía es más fácil actuar que pensar

Hannah Arendt


Seguramente ningún ciudadano sensato que depositó su voto por López Obrador en 2018 se imaginó que ese candidato, convertido en presidente, pudiera emitir declaraciones tan descabelladas como proponer que, el tradicionalmente llamado “Triángulo dorado” (la convergencia entre Chihuahua, Durango y Sinaloa) cambie de nombre a “Triángulo de la gente buena y trabajadora”.

Y conste que no se trata de una simple ocurrencia al calor de un mitin, donde se pretende agradar a la población local. No, estamos hablando de un aval explícito a las actividades ilegales que se desarrollan en esa zona geográfica, nos referimos al centro estratégico y simbólico del Cártel de Sinaloa.

Por supuesto, que no es la única acción realizada por el presidente donde muestra claros indicios de que mantiene un acuerdo tácito y/o explícito con dicho grupo delictivo. Quién no recuerda la liberación de Ovidio Guzmán en Culiacán, el 17 de octubre de 2019, en un operativo fallido cuyo contexto fue nebuloso y lleno de mentiras. Primero se dijo que la orden de liberar al hijo del “Chapo” vino de los secretarios de la Defensa, Marina y de Seguridad; después, tras meses de evadir el tema, AMLO confesó que él había tomado la decisión final, arguyendo que “estaban en peligro la vida de cientos de personas”. Debido a lo mal que fue llevado el tema, nadie creyó en ese galimatías.

Para documentar la tolerancia o acuerdo con la delincuencia, recordemos aquella declaración del presidente, después de las pasadas elecciones intermedias, donde resaltó que “hasta los delincuentes se habían portado bien”. Ojo, aquí no acaban los episodios delatores: el tabasqueño afirmó recientemente que le preocupan los derechos de la población, pero también le inquieta el trato a los delincuentes, porque “son seres humanos”. ¿Y quién pide que viole los derechos de los presuntos delincuentes? En realidad, es una simple cortina verbal para dar paso libre a la actividad criminal. Para cerrar su confesa alianza, al presidente no le pareció importante que un grupo de personas armadas instalaran un retén en una carretera de Sinaloa y revisaran a los periodistas que lo acompañaron en su gira por dicha entidad.

Así o más claro el contubernio explícito del presidente con grupos delictivos, en este caso, con el Cártel de Sinaloa. AMLO se defiende y se da baños de pureza. Dice que él no es Calderón, pues no, aquel no gritaba su alianza con el narco. El cuadro está claro: tiene en un puño al ejército, a la marina y también a un segmento importante del narco.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz


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