/ domingo 24 de julio de 2022

Todos somos artesanos de la paz

MIRAR

Frecuentemente culpamos a otros de los males que pasan. Por ejemplo, en cuanto al creciente clima de violencia e inseguridad que vivimos en el país, nos podemos quedar tranquilos culpando sólo a los gobernantes actuales, que no han sabido, no han podido, o no han querido, con sistemas más sofisticados de inteligencia, enfrentar a los grupos de delincuentes. Pero todos hemos de preguntarnos en qué medida hemos colaborado a este deterioro social, y qué podemos hacer para revertirlo.

Este fin de semana, me enteré de que el jefe del grupo extorsionador de mi rumbo está cobrando a quienes se han ido como migrantes a los Estados Unidos, con papeles o sin ellos, la cantidad de dos mil dólares; y si no los pagan, amenaza con matar a sus familiares que viven entre nosotros. Es cierto que el gobierno ha enviado rondines frecuentes del Ejército, de la Guardia Nacional y Policías. Este domingo pasado, llegaron muy temprano al pueblo y registraron a ciudadanos que encontraron, sin mayores consecuencias. El domingo anterior, antes de medio día, llegaron y estuvieron allá como media hora; en ese momento, todo era paz y tranquilidad. Pero apenas se fueron, a las dos o tres horas, hizo presencia el grupo armado que extorsiona a todo mundo, paseándose libremente en las calles, con sus acostumbradas armas largas y con su clásica prepotencia, como pregonando que no tienen miedo y que nadie logrará que dejen de explotar a los pobres ciudadanos. Me dicen que ellos están también detrás de la creciente deforestación que están sufriendo nuestros bosques.

La solución a esta injusticia ¿es competencia sólo del gobierno estatal y federal? Ciertamente éste tiene el mandato constitucional de proteger al pueblo, lo cual no depende de opciones del gobierno en turno; sin embargo, todos hemos de preguntarnos por qué llegamos a estos extremos y qué podemos hacer. Felicitamos a la Secretaría de Marina por la reciente detención de un importante capo narcotraficante, gracias a sistemas avanzados de inteligencia; pero también nosotros podemos colaborar para que no haya delincuentes y así se preserve la paz social. La base es una familia bien constituida y estable, que educa en el trabajo, la fraternidad y la solidaridad. Como Iglesia, estamos aportando cuanto podemos para que nuestra evangelización aterrice en compromisos concretos por la educación para la paz; estamos dispuestos a un diálogo con cualquier instancia, a pesar de los insultos y descalificaciones que algunos nos hacen.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en Fratelli tutti, dice:

“La paz social es trabajosa, artesanal… Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro!”.

“Se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”.

“Los líderes religiosos estamos llamados a ser auténticos dialogantes, a trabajar en la construcción de la paz… Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros”.

ACTUAR

Además de orar por la paz, como nos ha invitado nuestro episcopado, eduquemos y eduquémonos para la fraternidad, desde la familia, la escuela, la parroquia, los medios informativos y las redes sociales. A Dios rogando, y haciendo cuanto más podamos por la paz.


MIRAR

Frecuentemente culpamos a otros de los males que pasan. Por ejemplo, en cuanto al creciente clima de violencia e inseguridad que vivimos en el país, nos podemos quedar tranquilos culpando sólo a los gobernantes actuales, que no han sabido, no han podido, o no han querido, con sistemas más sofisticados de inteligencia, enfrentar a los grupos de delincuentes. Pero todos hemos de preguntarnos en qué medida hemos colaborado a este deterioro social, y qué podemos hacer para revertirlo.

Este fin de semana, me enteré de que el jefe del grupo extorsionador de mi rumbo está cobrando a quienes se han ido como migrantes a los Estados Unidos, con papeles o sin ellos, la cantidad de dos mil dólares; y si no los pagan, amenaza con matar a sus familiares que viven entre nosotros. Es cierto que el gobierno ha enviado rondines frecuentes del Ejército, de la Guardia Nacional y Policías. Este domingo pasado, llegaron muy temprano al pueblo y registraron a ciudadanos que encontraron, sin mayores consecuencias. El domingo anterior, antes de medio día, llegaron y estuvieron allá como media hora; en ese momento, todo era paz y tranquilidad. Pero apenas se fueron, a las dos o tres horas, hizo presencia el grupo armado que extorsiona a todo mundo, paseándose libremente en las calles, con sus acostumbradas armas largas y con su clásica prepotencia, como pregonando que no tienen miedo y que nadie logrará que dejen de explotar a los pobres ciudadanos. Me dicen que ellos están también detrás de la creciente deforestación que están sufriendo nuestros bosques.

La solución a esta injusticia ¿es competencia sólo del gobierno estatal y federal? Ciertamente éste tiene el mandato constitucional de proteger al pueblo, lo cual no depende de opciones del gobierno en turno; sin embargo, todos hemos de preguntarnos por qué llegamos a estos extremos y qué podemos hacer. Felicitamos a la Secretaría de Marina por la reciente detención de un importante capo narcotraficante, gracias a sistemas avanzados de inteligencia; pero también nosotros podemos colaborar para que no haya delincuentes y así se preserve la paz social. La base es una familia bien constituida y estable, que educa en el trabajo, la fraternidad y la solidaridad. Como Iglesia, estamos aportando cuanto podemos para que nuestra evangelización aterrice en compromisos concretos por la educación para la paz; estamos dispuestos a un diálogo con cualquier instancia, a pesar de los insultos y descalificaciones que algunos nos hacen.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en Fratelli tutti, dice:

“La paz social es trabajosa, artesanal… Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro!”.

“Se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”.

“Los líderes religiosos estamos llamados a ser auténticos dialogantes, a trabajar en la construcción de la paz… Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros”.

ACTUAR

Además de orar por la paz, como nos ha invitado nuestro episcopado, eduquemos y eduquémonos para la fraternidad, desde la familia, la escuela, la parroquia, los medios informativos y las redes sociales. A Dios rogando, y haciendo cuanto más podamos por la paz.