/ miércoles 27 de abril de 2022

Tolerancia pervertida por los intolerantes

“A menudo la excesiva tolerancia debilita

y corrompe a la bondad;

en el momento de la pelea se debe ser severo”.

José Vasconcelos


Pese al compromiso personal de iniciar esta serie de colaboraciones con temas relacionados al continente europeo, sobre todo ante la segunda vuelta electoral en Francia, que de acuerdo a varios conocedores es un “deja vu” de los pasados comicios entre Macron y Le Pen, con el insumiso ingrediente aportado por el sorpresivo resultado de Melenchón, cuyos más de 7 millones de votos obligaron a los punteros a tratar de “conquistar” a esos votantes.

Los últimos esfuerzos de ambos candidatos centran su objetivo en reducir distancia: en el caso de Macron buscó un voto que blinde a la República ante la llegada de la extrema derecha y de un incremento de abstencionismo producto de la falta de compromisos claros del inquilino del Palacio del Eliseo para integrar a los irreductibles defendidos por la Francia Insumisa encabezada por Melenchón.

No obstante el interesante proceso, ciertas similitudes en el actuar de las derechas francesa y mexicana y el fortuito encuentro con el ensayo “La tolerancia pervertida” del antropólogo franco-canadiense Raymond Massé, me llevó a la reflexión acerca de las narrativas comunes de las extremas derechas en defensa del neoliberalismo salvaje, en blindaje de los intereses empresariales y, como consecuencia directa, en detrimento del bienestar y de las libertades sociales, minimizando sus letales acciones arropándose cínicamente en las banderas de la tolerancia y la libertad de expresión.

En el caso mexicano, al amparo de la libertad de pensamiento, la oposición minimiza su traición a la Patria, precepto consagrado por nuestra Constitución de forma clara y contundente; indeseada situación ampliamente alertada por los electores y el gobierno, quienes refrendaron pública y masivamente la vigorosa defensa de nuestra Soberanía Energética, misma que proviene de la Constitución de 1917 en la que se declara al Estado y a la Nación Mexicana como titulares de dicha riqueza.

De nada sirvió ante la oposición la recuperación de los discursos del General Cárdenas del 18 de marzo de 1938 y mucho menos las razones espléndidamente articuladas por el Presidente López Mateos para nacionalizar la Industria Eléctrica en 1959; igual suerte corrieron las posturas del propio Macron a favor de recuperar la tutela del Estado Francés sobre la generación de energía, la nacionalización de GazProm por el Estado Alemán y la excepcionalidad ibérica que otorgó a los gobiernos de España y Portugal una subvención comunitaria para reducir el costo del combustible un 5% adicional bajo el resto de los europeos.

Por cierto, dicha excepcionalidad volvió a beneficiar únicamente a los productores de energía eléctrica (como Ibedrola), pues no hubo ninguna acción a favor del pueblo por parte de los empresarios que auspician y financian a la oposición mexicana.

Ante la displicencia y el inocultable desprecio que merecieron estos argumentos a esa oposición que dio su voto a favor de los intereses de empresarios extranjeros, los promotores de esa actitud animada por los “moches” y el odio en contra del Gobierno, hoy se asustan ante el previsible repudio social, el cual se expresa en nombrarlos por lo que son a consecuencia de sus actos: traidores a la Patria, pero afirman que se les persigue por pensar distinto al Gobierno, cuando únicamente se les exhibe por actuar en contra de la Patria y de su pueblo, ni más ni menos.

Esta disyuntiva fue puntualmente analizada por José Vasconcelos, quien se percató de los niveles de perversión a los que podía llevar la tolerancia y reconoció contundentemente que en la pelea, la severidad es necesaria para resguardar la integridad de nuestra verdadera tolerancia.

“A menudo la excesiva tolerancia debilita

y corrompe a la bondad;

en el momento de la pelea se debe ser severo”.

José Vasconcelos


Pese al compromiso personal de iniciar esta serie de colaboraciones con temas relacionados al continente europeo, sobre todo ante la segunda vuelta electoral en Francia, que de acuerdo a varios conocedores es un “deja vu” de los pasados comicios entre Macron y Le Pen, con el insumiso ingrediente aportado por el sorpresivo resultado de Melenchón, cuyos más de 7 millones de votos obligaron a los punteros a tratar de “conquistar” a esos votantes.

Los últimos esfuerzos de ambos candidatos centran su objetivo en reducir distancia: en el caso de Macron buscó un voto que blinde a la República ante la llegada de la extrema derecha y de un incremento de abstencionismo producto de la falta de compromisos claros del inquilino del Palacio del Eliseo para integrar a los irreductibles defendidos por la Francia Insumisa encabezada por Melenchón.

No obstante el interesante proceso, ciertas similitudes en el actuar de las derechas francesa y mexicana y el fortuito encuentro con el ensayo “La tolerancia pervertida” del antropólogo franco-canadiense Raymond Massé, me llevó a la reflexión acerca de las narrativas comunes de las extremas derechas en defensa del neoliberalismo salvaje, en blindaje de los intereses empresariales y, como consecuencia directa, en detrimento del bienestar y de las libertades sociales, minimizando sus letales acciones arropándose cínicamente en las banderas de la tolerancia y la libertad de expresión.

En el caso mexicano, al amparo de la libertad de pensamiento, la oposición minimiza su traición a la Patria, precepto consagrado por nuestra Constitución de forma clara y contundente; indeseada situación ampliamente alertada por los electores y el gobierno, quienes refrendaron pública y masivamente la vigorosa defensa de nuestra Soberanía Energética, misma que proviene de la Constitución de 1917 en la que se declara al Estado y a la Nación Mexicana como titulares de dicha riqueza.

De nada sirvió ante la oposición la recuperación de los discursos del General Cárdenas del 18 de marzo de 1938 y mucho menos las razones espléndidamente articuladas por el Presidente López Mateos para nacionalizar la Industria Eléctrica en 1959; igual suerte corrieron las posturas del propio Macron a favor de recuperar la tutela del Estado Francés sobre la generación de energía, la nacionalización de GazProm por el Estado Alemán y la excepcionalidad ibérica que otorgó a los gobiernos de España y Portugal una subvención comunitaria para reducir el costo del combustible un 5% adicional bajo el resto de los europeos.

Por cierto, dicha excepcionalidad volvió a beneficiar únicamente a los productores de energía eléctrica (como Ibedrola), pues no hubo ninguna acción a favor del pueblo por parte de los empresarios que auspician y financian a la oposición mexicana.

Ante la displicencia y el inocultable desprecio que merecieron estos argumentos a esa oposición que dio su voto a favor de los intereses de empresarios extranjeros, los promotores de esa actitud animada por los “moches” y el odio en contra del Gobierno, hoy se asustan ante el previsible repudio social, el cual se expresa en nombrarlos por lo que son a consecuencia de sus actos: traidores a la Patria, pero afirman que se les persigue por pensar distinto al Gobierno, cuando únicamente se les exhibe por actuar en contra de la Patria y de su pueblo, ni más ni menos.

Esta disyuntiva fue puntualmente analizada por José Vasconcelos, quien se percató de los niveles de perversión a los que podía llevar la tolerancia y reconoció contundentemente que en la pelea, la severidad es necesaria para resguardar la integridad de nuestra verdadera tolerancia.