/ martes 27 de febrero de 2024

Trabajadoras del hogar: una deuda de justicia que sigue presente

Jaime Hernández Colorado / Director General de Nosotrxs

@jhcolorado

El trabajo del hogar en México que, como se sabe, incorpora a 2.5 millones de personas de 15 años y más, sigue siendo una de las asignaturas pendientes en términos de reconocimiento y garantía de derechos. En primer lugar, la invisibilización del trabajo del hogar se relaciona con dos factores importantes: 1) que el trabajo del hogar no se entiende como una relación laboral, pues no se le da el reconocimiento igualitario respecto de otro tipo de empleos en el país.

Esto implica también que se asume como una relación de servidumbre, en una lógica medieval: no se reconoce en términos formales y tampoco se asume la importancia de remuneraciones justas, acordes con el volumen de trabajo y la duración de las jornadas laborales —que tampoco suelen ser dignas. Finalmente, los derechos laborales como vacaciones, espacios seguros y dignos de trabajo, trato digno y no discriminatorio y aguinaldo, entre otros, no suelen ser condiciones comunes de encontrar en el mercado de trabajo del hogar. No hablemos ya del registro de las trabajadoras en la seguridad social, que es una obligación legal. Esa lógica de servidumbre explica malas prácticas como no pagar aguinaldo y, en cambio, dar despensas o algún otro tipo de “sustitutivo” del aguinaldo. En otro sentido, 2) que el trabajo del hogar es quizás la expresión más acabada de la labor de cuidados y la invisibilización de este trabajo —el de cuidados, que sigue siendo una discusión pendiente en nuestro país— deriva en la invisibilización y hasta desdén hacia la importancia del trabajo del hogar. No se tiene en cuenta que la labor de las trabajadoras del hogar permite que familias de muy diversos tipos se desarrollen profesional y personalmente, pues ese trabajo especializado sostiene las dinámicas laborales, en otros sectores, de las personas empleadoras de trabajadoras del hogar.

De ahí que haya que considerar y reconocer hechos básicos del mercado de trabajo del hogar, no sólo para evidenciar su importancia social y económica, sino también para introducir una nueva forma de vínculos en las relaciones laborales que crea. Es decir, para que sea posible resolver esa situación de injusticia que ha prevalecido en nuestro país desde la independencia. En principio, es fundamental reconocer que el trabajo del hogar articula un mercado laboral nada mínimo en México. De nuevo, emplea a 2.5 millones de personas. En ese sentido, conviene además hacer visible que de esas 2.5 millones de personas, el 90.2% son mujeres, mientras que el 9.8% restante son hombres. Es, pues, un mercado laboral importante por las dinámicas sociales y económicas que se desarrollan en torno suyo, pero también porque en buena medida sucede entre mujeres trabajadoras, tanto como empleadas cuanto como empleadoras. Las personas trabajadoras del hogar, además, han cursado en promedio 8 años de escolaridad y un 5.4% no cuenta con estudios. Los datos mencionados, que son todos generados por el INEGI, también nos permiten reconocer que, a pesar de ser un espacio laboral predominantemente femenino, existe una brecha salarial vinculada con la condición de género que es otra evidencia de la deuda de justicia que existe con las trabajadoras del hogar. Si bien el promedio de ingreso mensual en el sector es de 3829 pesos, cuando se desglosa por género, se evidencia que las mujeres perciben un ingreso mensual menor, de 3767 pesos, frente a los 4399 de los hombres trabajadores del hogar. Esto significa que el ingreso por día es menor al salario mínimo vigente en México.


Jaime Hernández Colorado / Director General de Nosotrxs

@jhcolorado

El trabajo del hogar en México que, como se sabe, incorpora a 2.5 millones de personas de 15 años y más, sigue siendo una de las asignaturas pendientes en términos de reconocimiento y garantía de derechos. En primer lugar, la invisibilización del trabajo del hogar se relaciona con dos factores importantes: 1) que el trabajo del hogar no se entiende como una relación laboral, pues no se le da el reconocimiento igualitario respecto de otro tipo de empleos en el país.

Esto implica también que se asume como una relación de servidumbre, en una lógica medieval: no se reconoce en términos formales y tampoco se asume la importancia de remuneraciones justas, acordes con el volumen de trabajo y la duración de las jornadas laborales —que tampoco suelen ser dignas. Finalmente, los derechos laborales como vacaciones, espacios seguros y dignos de trabajo, trato digno y no discriminatorio y aguinaldo, entre otros, no suelen ser condiciones comunes de encontrar en el mercado de trabajo del hogar. No hablemos ya del registro de las trabajadoras en la seguridad social, que es una obligación legal. Esa lógica de servidumbre explica malas prácticas como no pagar aguinaldo y, en cambio, dar despensas o algún otro tipo de “sustitutivo” del aguinaldo. En otro sentido, 2) que el trabajo del hogar es quizás la expresión más acabada de la labor de cuidados y la invisibilización de este trabajo —el de cuidados, que sigue siendo una discusión pendiente en nuestro país— deriva en la invisibilización y hasta desdén hacia la importancia del trabajo del hogar. No se tiene en cuenta que la labor de las trabajadoras del hogar permite que familias de muy diversos tipos se desarrollen profesional y personalmente, pues ese trabajo especializado sostiene las dinámicas laborales, en otros sectores, de las personas empleadoras de trabajadoras del hogar.

De ahí que haya que considerar y reconocer hechos básicos del mercado de trabajo del hogar, no sólo para evidenciar su importancia social y económica, sino también para introducir una nueva forma de vínculos en las relaciones laborales que crea. Es decir, para que sea posible resolver esa situación de injusticia que ha prevalecido en nuestro país desde la independencia. En principio, es fundamental reconocer que el trabajo del hogar articula un mercado laboral nada mínimo en México. De nuevo, emplea a 2.5 millones de personas. En ese sentido, conviene además hacer visible que de esas 2.5 millones de personas, el 90.2% son mujeres, mientras que el 9.8% restante son hombres. Es, pues, un mercado laboral importante por las dinámicas sociales y económicas que se desarrollan en torno suyo, pero también porque en buena medida sucede entre mujeres trabajadoras, tanto como empleadas cuanto como empleadoras. Las personas trabajadoras del hogar, además, han cursado en promedio 8 años de escolaridad y un 5.4% no cuenta con estudios. Los datos mencionados, que son todos generados por el INEGI, también nos permiten reconocer que, a pesar de ser un espacio laboral predominantemente femenino, existe una brecha salarial vinculada con la condición de género que es otra evidencia de la deuda de justicia que existe con las trabajadoras del hogar. Si bien el promedio de ingreso mensual en el sector es de 3829 pesos, cuando se desglosa por género, se evidencia que las mujeres perciben un ingreso mensual menor, de 3767 pesos, frente a los 4399 de los hombres trabajadores del hogar. Esto significa que el ingreso por día es menor al salario mínimo vigente en México.