/ lunes 21 de junio de 2021

Trabajo y hogar

En uno de esos testimonios que se vuelven virales, el profesor Troy Littleton decidió colocar una cuna en su oficina del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para ayudar a cuidar a la hija de diez meses de una de sus estudiantes. Su argumento es que en cualquier campo profesional la atención de una hija o un hijo es un reto, pero en la ciencia lo puede ser todavía más, porque los experimentos no tienen un horario fijo.

Uno de los problemas que tendremos en cuanto regresemos a la nueva realidad será la atención de niñas, niños y adolescentes. En muchos hogares en México, y en el mundo, han ocurrido auténticos milagros para mantener a los más pequeños y jóvenes en una situación de cierta normalidad, atendiendo clases por televisión o en línea, mientras las restricciones de movilidad se levantan.

Pero aún con el regreso a las aulas, muchas mamás y papás tendrán dificultades para retornar a la rutina de llevarlos y trasladarse a su empleo, para después pasar por ellos en la tarde o en la noche.

Antes de la pandemia ya era formidable el esfuerzo de abandonar los sitios de trabajo para acudir a guarderías y a planteles con horario extendido, que volver a ese desgaste será todo un reto para millones de familias.

Aquí el concepto de familia es amplio, con las diferentes formas en que ésta se constituye en nuestro país y tomando en cuenta ese esfuerzo que viene de miles de mujeres que son el principal soporte.

Se espera que los esquemas de trabajo remoto se mantengan y que muchos edificios de oficinas no se llenarán de inmediato, sin embargo, aunque no existe ninguna duda de que las clases presenciales son indispensable en la formación de los estudiantes, la posibilidad de que sus padres puedan seguir cerca de ellas y de ellos también se ha convertido en una necesidad.

Durante mucho tiempo se ha hablado de recortar el número de horas laborales y hasta de reducir la semana a tres días para proteger empleos. Esta emergencia internacional comprobó que podemos dedicar todavía más horas desde casa y que el modelo de convivencia en las oficinas no era inamovible.

Flexibilizar las condiciones del lado del trabajo para mantener el tiempo de contacto con niñas, niños y adolescentes, puede ser la diferencia para que nuestra sociedad avance hacia la paz y la tranquilidad.

Porque son los más jóvenes quienes engrosan las filas del crimen organizado y son su principal fuente de reclutamiento con falsas promesas de prosperidad. Estar en la escuela y tener la compañía de sus familias son dos medios eficaces para quitárselos a los delincuentes.

Y Cualquier empresa que no tiene posibilidad de llenar vacantes está condenada a reducir sus operaciones y hasta a desaparecer. El crimen no sería la excepción y en este punto, el de proteger a nuestros niños y adolescentes, los ciudadanos podemos hacer mucho para colaborar con las autoridades.

Más tiempo en los pupitres, en los campos de juego, alrededor de la mesa durante la cena, son menos horas en las calles o con malas compañías. En muchos sitios de la República esa es una regla. Entre todos podemos llevar a los más jóvenes en esa dirección y lejos de los espacios en donde florecen las conductas antisociales.

La familia es la piedra angular de cualquier sociedad que está en proceso de consolidarse. Esta difícil coyuntura puede funcionar a nuestro favor y cambiar radicalmente la rutina social en la que debemos escoger entre mantener el trabajo o abandonar a la familia. No tiene por qué ser así.

Hay muchas medidas que se han tomado para que podamos equilibrar la oficina con el hogar, pero es tarea de una sociedad corresponsable hacer que se apliquen y se respeten en empresas y espacios privados. Nosotros podemos reforzar las disposiciones que se han elaborado con motivo de esta contingencia y es ese respaldo el que convierte a las normas en buenos comportamientos seguidos por la mayoría.

Mujeres y hombres han hecho malabares para seguir adelante estos 15 meses, junto con niños y jóvenes que han colaborado y se han adaptado incluso mejor que los adultos. Un acuerdo social importante, que no necesita de más disposiciones, es mantener los mejores aspectos de este modelo remoto y complementarlo con traslados ocasionales a los centros de trabajo (en los que se puede, claro), espacios de cuidados para los infantes, escuelas en condiciones óptimas para recibir más horas a los estudiantes que lo necesiten, mientras sus padres acuden por ellos, y, en suma, construir nuevas formas de productividad que logren el elemento que más perseguimos: calidad de vida.



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En uno de esos testimonios que se vuelven virales, el profesor Troy Littleton decidió colocar una cuna en su oficina del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para ayudar a cuidar a la hija de diez meses de una de sus estudiantes. Su argumento es que en cualquier campo profesional la atención de una hija o un hijo es un reto, pero en la ciencia lo puede ser todavía más, porque los experimentos no tienen un horario fijo.

Uno de los problemas que tendremos en cuanto regresemos a la nueva realidad será la atención de niñas, niños y adolescentes. En muchos hogares en México, y en el mundo, han ocurrido auténticos milagros para mantener a los más pequeños y jóvenes en una situación de cierta normalidad, atendiendo clases por televisión o en línea, mientras las restricciones de movilidad se levantan.

Pero aún con el regreso a las aulas, muchas mamás y papás tendrán dificultades para retornar a la rutina de llevarlos y trasladarse a su empleo, para después pasar por ellos en la tarde o en la noche.

Antes de la pandemia ya era formidable el esfuerzo de abandonar los sitios de trabajo para acudir a guarderías y a planteles con horario extendido, que volver a ese desgaste será todo un reto para millones de familias.

Aquí el concepto de familia es amplio, con las diferentes formas en que ésta se constituye en nuestro país y tomando en cuenta ese esfuerzo que viene de miles de mujeres que son el principal soporte.

Se espera que los esquemas de trabajo remoto se mantengan y que muchos edificios de oficinas no se llenarán de inmediato, sin embargo, aunque no existe ninguna duda de que las clases presenciales son indispensable en la formación de los estudiantes, la posibilidad de que sus padres puedan seguir cerca de ellas y de ellos también se ha convertido en una necesidad.

Durante mucho tiempo se ha hablado de recortar el número de horas laborales y hasta de reducir la semana a tres días para proteger empleos. Esta emergencia internacional comprobó que podemos dedicar todavía más horas desde casa y que el modelo de convivencia en las oficinas no era inamovible.

Flexibilizar las condiciones del lado del trabajo para mantener el tiempo de contacto con niñas, niños y adolescentes, puede ser la diferencia para que nuestra sociedad avance hacia la paz y la tranquilidad.

Porque son los más jóvenes quienes engrosan las filas del crimen organizado y son su principal fuente de reclutamiento con falsas promesas de prosperidad. Estar en la escuela y tener la compañía de sus familias son dos medios eficaces para quitárselos a los delincuentes.

Y Cualquier empresa que no tiene posibilidad de llenar vacantes está condenada a reducir sus operaciones y hasta a desaparecer. El crimen no sería la excepción y en este punto, el de proteger a nuestros niños y adolescentes, los ciudadanos podemos hacer mucho para colaborar con las autoridades.

Más tiempo en los pupitres, en los campos de juego, alrededor de la mesa durante la cena, son menos horas en las calles o con malas compañías. En muchos sitios de la República esa es una regla. Entre todos podemos llevar a los más jóvenes en esa dirección y lejos de los espacios en donde florecen las conductas antisociales.

La familia es la piedra angular de cualquier sociedad que está en proceso de consolidarse. Esta difícil coyuntura puede funcionar a nuestro favor y cambiar radicalmente la rutina social en la que debemos escoger entre mantener el trabajo o abandonar a la familia. No tiene por qué ser así.

Hay muchas medidas que se han tomado para que podamos equilibrar la oficina con el hogar, pero es tarea de una sociedad corresponsable hacer que se apliquen y se respeten en empresas y espacios privados. Nosotros podemos reforzar las disposiciones que se han elaborado con motivo de esta contingencia y es ese respaldo el que convierte a las normas en buenos comportamientos seguidos por la mayoría.

Mujeres y hombres han hecho malabares para seguir adelante estos 15 meses, junto con niños y jóvenes que han colaborado y se han adaptado incluso mejor que los adultos. Un acuerdo social importante, que no necesita de más disposiciones, es mantener los mejores aspectos de este modelo remoto y complementarlo con traslados ocasionales a los centros de trabajo (en los que se puede, claro), espacios de cuidados para los infantes, escuelas en condiciones óptimas para recibir más horas a los estudiantes que lo necesiten, mientras sus padres acuden por ellos, y, en suma, construir nuevas formas de productividad que logren el elemento que más perseguimos: calidad de vida.



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